El Bosco en el laboratorio del futuro
Al descubierto o a escondidas
16 noviembre, 2018 01:00John Gerrard: X. Laevis, 2017
Algunas veces hago el ejercicio de dibujar sobre el plano de sala el diagrama de las relaciones que encuentro en una exposición. Aquí, la planta superior del MACBA estaría sobrevolada por un arco, con su base en el pasillo, mientras que en las dos salas centrales se cruzarían una serie de líneas de fuerza. Podría recordar a una cúpula con un mundo interior, como la representación de El Bosco en las tablas exteriores de El Jardín de las Delicias. Esta referencia no es sólo formal ni un capricho anacrónico. El comisariado del colectivo indio Raqs Media Collective propone, precisamente, un análisis y cuestionamiento de la percepción del mundo desde lo que se vela y desvela en diferentes temporalidades. La duda se plantea ya en su base, el pasillo. El lugar donde reside la potencia y legitimización creadora está cuestionado tanto en el lenguaje, con una serie de poemas generados por el programa informático RACTER en los años 80, como en la imagen, con los collages de derivas genéticas imaginadas por la artista Rohini Devasher.El arco del diagrama se inicia con un salto en una pantalla digital: una rana gigante brinca en el aire, detalle de la pintura de El carro de heno. El animal se desdobla en la simulación virtual del John Gerrard, gira suspendido en un ambiente con gravedad cero y controlado por las manos de un científico, un dios de guantes asépticos. El cuerpo se estremece por efecto de su memoria genética, que recuerda los choques eléctricos que le aplicó el investigador Luigi Galvani en el s. XVIII. En una de estas sacudidas, botamos al extremo opuesto de la muestra hasta los dibujos de Ramón y Cajal del sistema nervioso dañado de una rana. La instalación final de Ivana Franke podría leerse como el estudio de esta trayectoria, el de una energía que atraviesa tiempos y espacios: un conjunto de hilos que en el espacio oscuro y con una iluminación controlada genera la sensación de movimiento. De nuevo, lo que parece, lo que es real o lo que es virtual, no es.
Creado el umbral, la exposición invita a cruzarlo conscientemente. A media luz, el recorrido fluctúa en diferentes derivas que muestran una pluralidad de referencias y realidades, la mayoría de culturas árabes, asiáticas y africanas. Todas ellas están atravesadas por esta energía invisible que no vemos a primera vista. Cada vez que la conseguimos percibir, se provoca otra sacudida y nuestra concepción de un tiempo secuencial se perturba, suspendiendo las nociones de pasado, presente y futuro. Como la rana, somos empujados a un territorio extraño: el de lo anticipado, deseado o incluso temido. Y la experiencia estética nos lleva más allá de lo aprendido, de lo racional o de lo normativizado.
Los comisarios, hábiles seductores, recuperan la retórica de la tradición oral. En esta narrativa, lo fantástico no es sinónimo de irreal sino de oculto: formas de saber escondidas, sistemas de poder soterrados, historias borradas. Si la emergencia de su desvelamiento se sitúa como inicio, la urgencia de nuevos modelos pide que nos abramos a la premonición y a la potencialidad de estos futuros posibles.Los comisarios recuperan la retórica de la tradición oral. En esta narrativa, lo fantástico no es lo irreal sino lo oculto
En la disección de estas líneas de fuerza, me han interesado especialmente las relativas al trabajo: la barandilla flotante de un banco de Hassan Khan, las piedras lanzadas por los obreros contra una fábrica en ruinas en el video de Cristina Lucas, las listas negras de trabajadores de Lucy Parker y los collages de Ge-Ba, grupo de mujeres chinas que desde los 60 trabajan con retales de las fábricas de zapatos.
Otro flujo se entremezcla hablándonos de la explotación de las fuentes de energía naturales, como la historia de los depósitos de petróleo debajo del mar de Charles Lim, la materialización del volumen del cobre extraído en las minas de África en las fotos de Dillon Marsh o en las cosmogonías afro-futuristas de Kalebo Malatsie y sus relatos ficcionales sobre nuevas energías. En estas derivas la máquina se humaniza y el hombre se robotiza en los proyectos de Geumhyung Jeong o Marzia Farhana. Y entre mis favoritas, la manifestación de lo inmanente en la instalación de Mehreen Murtaza, en la que el astrofísico Abdus Salam, premio Nobel borrado de la historia de su Pakistán por motivos religiosos, se hace presente como una bola de energía.