Pilar Lara, entre la memoria y el olvido
Su obra logra un raro equilibrio entre el deseo de “contarnos algo” y una belleza sobria y enigmática
9 abril, 2022 02:08Las exposiciones recientes de Mari Chordà (galería Mayoral, Barcelona), Ángela García Codoñer (Freijo Gallery, Madrid) o, hace un par de años, de Aurèlia Muñoz (galería José de la Mano, Madrid), junto con la sección ‘Artistas mujeres y tardofranquismo’, inserta en la reordenación de la colección del Reina Sofía, con nombres como Ana Peters, Isabel Oliver y Eulàlia Grau, han traído a la actualidad a artistas que bordeaban el olvido.
A estas alturas ya sabemos que la cuestión no es tanto o no es sólo que como mujeres quedaran a la sombra de esposos y compañeros varones, sino que sus mismas creaciones, por temática o lenguaje, fueron orilladas en un canon culturalmente masculino. A esta nómina podemos añadir desde ahora a Pilar Lara (Madrid, 1940-2006). Y aunque su producción es más modesta que la de las anteriores, ostenta rasgos que merecen nuestra atención. Como la intimidad y “manualidad” de sus obras, objetos poéticos y montajes fotográficos elaborados con ingeniosos recortes que destilan una poética melancólica y militante. Datados la mayoría en la década de 1990, resultan de una completa actualidad.
En realidad, se le cae a uno el alma a los pies cuando ve su serie titulada Gran Guerra (1999), en la que hilos y alfileres alzan trincheras o campos minados. Pero esa Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial, es en realidad todas las guerras y la encontramos hoy cuando abrimos el periódico.
La artista muestra también una sensibilidad especial –entonces poco habitual y ahora muy extendida– por la degradación de la naturaleza: España física (1994) es un mapa asaeteado por cerillas carbonizadas, que evocan los terribles incendios de aquel año. Ecosistemas (1992) consiste en superposiciones de comida basura y basura de comida sobre vetustos escenarios urbanos. Otro de sus temas recurrentes es el matrimonio: envarados retratos de pareja sufren el borrado o desgarro de su componente femenino, como en la serie No me abandones (2001).
De salud precaria, Pilar Lara tenía una aguda conciencia del tiempo. En 1989 escribió: “El tiempo ha sido una obsesión toda mi vida. He vivido el tiempo de forma angustiosa y ha sido una tensión constante el depender de él de forma tan ineludible”. Quizá por eso utilizaba siempre viejas fotografías en blanco y negro: sólo el pasado ha dejado de escurrirse de las manos. En sus objetos se alcanza una especial intensidad: Campana para la paz (1995) está creada a partir de una estilizada vaina de obús. En Alzheimer (1994), una caja de puros y viejas fotografías recrea la disolución de la memoria.
La artista terminó su formación en 1964, en la entonces Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Tras una primera etapa como pintora y una larga dedicación a la familia, conoció a través de exposiciones como Fuera de formato (1983) el panorama del arte conceptual español, con artistas como Isidoro Valcárcel Medina, Concha Jerez, José Iges, Antoni Muntadas o Nacho Criado.
A partir de entonces su obra logró un raro equilibrio entre el deseo de “contarnos algo” y una belleza sobria y enigmática. Esta exposición pretende su reconocimiento, que si al menos lograra su conocimiento por el gran público, habría cumplido su misión. Y ese público estaría agradecido.