Lewis Carroll (1832-1898) y George Orwell (1903-1950)

Lewis Carroll (1832-1898) y George Orwell (1903-1950)

Orwell publicó la profecía de 1984 en junio de 1949, un año antes de morir. Eric Arthur Blair era un combatiente (estuvo en el frente de Aragón en la Guerra Civil Española) que se escondió bajo el nombre literario de George Orwell para escribir, entre otros libros importantes, su gran profecía sobre la Humanidad: el totalitarismo del Gran Hermano. Alicia en el país de las maravillas fue escrito por un matemático en plena época victoriana, en 1865, en Londres, y apareció en las librerías camuflado como "cuento para niños" para evitar la censura. Doble disfraz: el matemático, Charles L. Dodgson, ya se había vestido con un pseudónimo, Lewis Carroll, aterrado por el tiempo que vivía y mucho más por el que estaba profetizando en sus escritos, la llegada al mundo de un monstruo al que nosotros llamamos "nuevas" y "altas" tecnologías. Carroll recordó en esos cuentos el futuro que nos aguardaba: un simple botón nos lleva a través del espejo al Museo del Louvre o a la batalla de Waterloo. Ese mismo botón o cualquier otro del teclado puede matarnos de un solo estallido sin que se sepa de dónde viene la muerte. Descubrimos el pasado "navegando" a nuestro antojo y durante horas por nuestra memoria, como Alicia a través del espejo, casi palpando lo que vemos en la pantalla que todo nos lo ofrece con tal de que le rindamos pleitesía totalitaria. ¿Y quién es el dueño de las palabras? Y aquí Orwell enlaza con Alicia: el Gran Hermano, la ambición totalitaria, el propietario único del único discurso, dueño de voluntades, hacienda, respiración y destino de sus súbditos sumisos (y hasta de los rebeldes).

En 1951, Hannah Arendt publicó un ensayo luminoso, Los orígenes del totalitarismo, que, junto a La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, ensayo tan luminoso como el anterior (publicado en 1945 en Londres), debería ser objeto de disciplina obligatoria en todos los estudios universitarios. Los dos ensayos confluyen en el vicio troglodita del ser humano: el totalitarismo basado en la superioridad manifiesta del jefe único de la sociedad, aquel Gran Hermano de Orwell con el botón de la palabra única en la punta de su dedo índice, única autoridad del universo, héroe divino o Padrecito, Hitler o Stalin. Los dos libros han visto la muerte colectiva del siglo XX, el totalitarismo disfrazado de cielo en la Tierra y devenido en infierno cotidiano en los campos de concentración nazis y en los gulags siberianos de Stalin.

Hay que viajar a Huesca, en Aragón, para ver la exposición que está todavía abierta como homenaje de la memoria a quien anduvo por allí, Orwell, defendiendo a tiros a la República Española. Hay que leer los cuentos de Alicia cada vez que entremos en la confusión de nuestros días, con Trump o Putin, con Maduro o Corea del Norte, estirando su falta de recursos en un discurso dictatorial que mata la democracia electoral a la que estamos acostumbrados. Los locos, a los que tanto gustaba leer, sin que sepamos por qué, Alicia en el país de las maravillas, se han adueñado de los gobiernos del mundo y ejercen la fascinación de su poder sobre las masas. He ahí la profecía de Orwell y Lewis Carroll. ¡Ya quisiera Lenin esta situación histórica para sí y para desarrollar su plan del "hombre nuevo", el mismo que Hitler y el loco argentino Ernesto Guevara quisieron traer al mundo para construir el Cielo en la Tierra!

"El mundo ha ido hacia Orwell", subraya Richard Blair, hijo adoptivo del gran escritor ante la exposición en Huesca de su padre. Un viaje a Orwell: eso es lo que está haciendo el mundo ante nuestro asombro y sorpresa. ¿Dónde está Churchill, dónde Adenauer, dónde un simple pensador de la derecha o de la izquierda en estos tiempos de tanta mediocridad, de tanta ansiedad por el poder y el dinero, dónde un Canetti que venga a decirnos en páginas de verdad (y no de tantas mentiras de palurdos llenos de poder infinito) lo que hay que hacer, lo que hay que pensar, lo que hay que enseñar? ¿Qué didáctica, qué pedagogía ante el relato de la farsa, la vulgaridad de las formas y el discurso vacío del poder?

En el mundo que ha ido hacia Orwell y se gobierna con botones de altas tecnologías llenas de palabras e imágenes, David Van Reybrouck publicó hace dos años un ensayo que acaba de editarse en español, Contra las elecciones; un ensayo que trata de buscar salida al atolladero que hace tres cuartos de siglo nos pronosticaron los profetas citados más arriba con sus claras metáforas que nos advertían del peligro que, como siempre, no quisimos ver. Ahora estamos donde estamos: las elecciones no sirven, los populismos y su relato bastardo, lleno de palabras que no dicen nada serio que nos alimente intelectualmente, se hacen cargo del gobierno del pueblo, los Jefes únicos se hacen los dueños del poder ayudados por los sistemas financieros cuyas trampas son, hoy por hoy, millonarias e infinitas. Y ahora, ¿qué hacer, qué de los sueños de libertad, qué de los pueblos y la vida?