Benito Pérez Galdós fotografiado por Alfonso

Benito Pérez Galdós fotografiado por Alfonso

Tomó el nombre inglés de Catalina Park del título de la novela del olvidado escritor Orlando Hernández. Sucede desde hace unos años que, en ese lugar mágico -en lo que hace mucho fue la zona del Puerto (más bien primario pantalán) de Santa Catalina, en el Parque del mismo nombre, al que los ingleses que se bajaban de los barcos, entre ellos Roger Casemonmd, y los que ya vivían en Las Palmas de Gran Canaria, llamaban Catalina Park-, florece una logia de escritores amigos, en la lealtad y la literatura sobre todo, cuya tertulia fue derivando en una temporal clase literaria. Emilio González Déniz -"el maestro" de todos, con una memoria asombrosa, autor de una novela eterna, Bastardos de Bardinia-, Santiago Gil, José Luis Correa, Teresa Iturriaga, y la editora de algunos de ellos, "Guada", así llamada míticamente, nos reunimos siempre que voy a la ciudad donde nací, y viví mi infancia y mi juventud, y la conversación se extiende durante horas: literatura, vida y lealtad, ya lo he dicho. Siempre, pues, en esa larga y maravillosa amistad, surge el nombre de Galdós, alrededor de cuya literatura se está celebrando el XI Congreso Internacional Galdosiano, en la Casa-Museo, espléndida y viva, del prócer de la novela moderna universal. La discusión es pasional, ardorosa al límite, contradictoria, memoriosa: una maravilla. De ahí, esta última semana, y en viajes anteriores, ha ido surgiendo lo que ya va a ser una realidad que nadie -y digo nadie, lo siento, sabiendo lo que digo- puede parar: la Orden Internacional de Galdós. No voy a contar los objetivos primordiales que tenemos, porque saltan a la vista y porque los considero a todos ustedes, mis pocos pero leales (a prueba de bomba y de tiempo) lectores, iniciados en estas lides de la vida, la lealtad y la literatura.

También sucede que Galdós fue durante muchos años y hasta hace relativamente poco tiempo un "apestado" en su propia tierra, negado por unos y por otros. Gracias a Alfonso Armas Ayala y ahora a su alumna la gran Yolanda Arencibia, cuya vida parece salida de alguna heroína de las páginas escritas por el propio Galdós, el escritor se ha convertido hoy en mi ciudad natal, y en la suya, en un "intocable". Lo que es la vida, amigos míos: de apestado a intocable. Lo siento mucho. Es decir, me alegro mucho, en el alma y por los cinco costados. El tiempo castiga sin piedra ni palo, como el Gran Arquitecto, y a quien el Ser Infinito se lo dé el Infinito Universo se lo bendiga. Como diría el autor (el que lo haya dicho ya saben quién), así es si así os parece. Tampoco digo el nombre: el que no lo sepa, haber estudiado más. Yo no escribo ni he escrito nunca para que me quieran. Hace pocos días, un escritor chileno muy venido a menos, con motivo de la publicación de mi artículo sobre Juan Goytisolo, se ha atrevido en su liviandad estética, mis amigos, a llamarme por su propio nombre, por el que todo el mundo lo conoce, porque por su vida lo conocemos todos: colgado de la brocha de las instituciones estatales, comiendo del erario público español e impartiendo, como tantos mediocres, doctrina ética. Pero, hombre de Dios, ¿no sabes que dónde no hay ética no hay estética, y "vicervesa", como escribía y decía el hoy ladeado Bryce Echenique. Sit transit gloria mundi.

Regresó a Galdós, de donde nunca he salido. Ya se está en los preparativos del centenario de la muerte del gran novelista. Espero que Canarias y Madrid no se peleen por el prócer; que Madrid no olvide que Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria; que Canarias, y Gran Canaria en particular, no olvide que, por razones múltiples y todas buenas, Galdós tuvo que marcharse de Canarias para ser él mismo y "fundar" un Madrid suyo y literario que todavía puede tocarse y recorrerse. Haya paz, pues, memoria, talento, lealtad y un poco de seriedad. Será en 2020, hará frío en Madrid, en enero, y hará un tiempo fantástico en Las Palmas de Gran Canaria. Bien: estaremos al pie del cañón, a la intemperie, en la Orden Internacional de Galdós. Ser galdosiano y haberlo leído y seguido significa todas esas cosas, todo muy lejos de ese pobre vividor que es el chileno al que me referido más arriba. Dejo aquí el divertido enigma, adivinen, pues, a quien estoy citando sin nombrarlo. Eso también es literatura, y es vida y es, en fin, diversión.

Ahora estoy en La Laguna, en la gloria. Ayer subí al Astrofísico del Teide: vi anochecer, vi La Palma entre nubes desde el Izaña, y por la noche, con telescopio y todo, Alfred Rosenberg, un científico como la copa de un pino, mi hizo ver por primera vez en mi vida al Señor del Anillo en el infinito: Saturno, una epifanía. ¡Galdós, la literatura, Catalina Park, la lealtad, a uno mismo y a los demás! Un gran privilegio. Y el miserable del chileno quiere amargarme... Como diría Pascual Calabuig en sus buenos tiempos, ¡no faltaba más!