A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

La tumba de Grisélidis

8 noviembre, 2017 09:51
Grisélidis Réal

Grisélidis Réal

Todos los días hay gente que hace su peregrinaje a la tumba de Grisélidis Réal. Tal vez, delante de esa tumba en el Cementerio de los Reyes, en el centro de la ciudad de Ginebra, dejan un ramo de flores, un pincel, un tubo de pintura, plumas, bolígrafos, exvotos sagrados con rango de eternidad con los que los devotos de la "furcia revolucionaria" quieren mantener su recuerdo en lo más alto. Grisélidis Réal fue aventurera, pintora, escritora (de cartas, poemas y novelas), vividora a fondo de la vida y, sobre todo, prostituta profesional y rebelde. Fue cofundadora de ASPASIA, una asociación internacional de ayuda y en defensa de los derechos de las prostitutas del mundo entero. Fue muy famosa en una ciudad hipócrita, llena de formas, silencios y falsa educación, pero una ciudad bellísima, para vivir y morir. Influyó mucho en la vida de esa ciudad, fue hermosa, amada y odiada, y terminó por ser enterrada, por los mismos ginebrinos, en nada menos que el Cementerio de los Reyes, donde no entierran más que a los ciudadanos que han hecho grande Ginebra. Por ahí habrá, en este mismo momento en el que escribo, o en otro cualquiera, algún depredador de historias que esté escribiendo la novela de la vida de Grisélidis Réal. Ya lo hizo ella, no en una sino en dos novelas, que seguramente serán el punto de partida de ese relato sobre la "furcia revolucionaria"

Hay muchas sincronicidades, yungianas y curiosas, entre la tumba de Grisélidis Réal. O, según se mire, entre las tumbas de esa gran mujer y las tumbas de sus dos sobresalientes vecinos de eternidad y silencio. Por las razones o sinrazones que sean, el cuerpo de Grisélidis fue enterrado con todos los honores junto a la tumba de Jorge Luis Borges, argentino hasta más allá de la muerte que, según leyenda, se fue a vivir y a morir a Ginebra para hacerlo lejos de Argentina, su tierra de amor-odio, excavaciones literarias y amores secretos. Es leyenda también que Borges detestaba el coito y que el sexo le provocaba un rechazo parecido al asco. En el fondo, el gran escritor tenía razón: hoy se sabe que el sexo está muy sobrevalorado y es una cosa más o menos falsa, muy propia de clase media baja. Ni yo mismo encuentro hoy ninguna razón mayor para haber perdido tanto tiempo en el juego sexual, cuando lo verdaderamente importante de todo ese territorio, y lo más intelectual y literario, es la seducción. En fin: las tumbas de Borges y la Réal juntas en el Cementerio de los Reyes. Sus cuerpos a dos metros el uno del otro para toda la eternidad. ¡No puede ser una casualidad, ni mucho menos! Tal vez sea el castigo eterno para Borges o, al revés, lo sea para Grisélidis Réal. El caso es que la tumba de la mujer está siempre llena de objetos de amor, mientras que la de Borges anda ahí, majestuosa en la piedra en lengua islandesa que señala el lugar del escritor argentino más importante del siglo XX.

No quedan ahí las sincronicidades extrañas que se dan en torno a la tumba de Grisélides. A siete u ocho metros de donde se encuentra su cuerpo yacen los restos de nada menos de Jean Calvino, el hombre que impuso con mano de hierro la hipocresía educada de la ciudad de Ginebra y esparció sus doctrinas, el calvinismo, por el resto del mundo. Es asombroso contemplar las tres tumbas en ese Cementerio, como si fuera una epifanía fabricada por las manos de un destino secreto, un arquitecto que fabrica geografías eternas y proximidades simbólicas (o no tanto).

Estuve dos veces en el Cementerio de los Reyes, durante dos viajes que hice a Ginebra para dar unas charlas literarias en colegios universitarios. Esa visita al Cementerio ilustrísimo de Ginebra fue para mí todo un descubrimiento: por la proximidad de las tres tumbas de las que vengo en escribir hoy y por el plácido silencio que recorre el ámbito del camposanto. Les recomiendo ese viaje a la imaginación: para que piensen, delante de esas tumbas, las razones por las que los cuerpos de esos tres personajes se han encontrado, ante el mundo, en la tierra y para siempre como si en la vida hubieran sido del mismo barrio, de la misma casta y del mismo proceder en la conducta. He pensado en esa sensación, la que sentí ante esas tres tumbas, en muchas ocasiones y he regresado, una vez tras otra, al libro de las cartas de Grisélides Réal: El polvo imaginario en español (Ediciones Bellaterra). Y siempre que reflexiono sobre esas sincronicidades tan extrañas trato de traducir el significado secreto que deben esconder estas tumbas, las conexiones invisibles que las unen y las atan, las realidades de tres personajes tan diferentes entre sí, que nada tenían que ver a primera vista y ni siquiera investigando sus vidas. Cualquiera sabe qué oculta escritura anda invisible en el aire del recuerdo de Grisélidis Réal y sus compañeros de viaje hasta la eternidad.

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