A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

En Tazacorte

20 junio, 2018 09:42
Tazacorte

Tazacorte

Estoy por unos días en Tazacorte, Isla de La Palma, Canarias, España. Es un lugar extraordinario, de lo más canario que haya en el mundo, y vivo en La Hacienda de Abajo, un lugar extraordinario en un lugar extraordinario. Dos veces extraordinario. La Hacienda de Abajo es un hotel que no parece hotel, sino una casa de familia: una familia de alemanes, ingleses, canarios españoles y españoles no canarios que vienen aquí a refugiarse de las locuras del mundo, a descansar, leer y reflexionar. A eso he venido: a escribir, descansar y pensar, mientras el sol de Tazacorte, el municipio de España que más horas de sol tiene al año, me llena de energía. La Hacienda de Abajo fue en su día una hacienda azucarera, pero hoy está rodeada por fincas de plataneras que me hacen recordar mi niñez y primeros años de adolescencia en El huerto de las Flores, el jardín botánico que "creó" e "viento" mi abuela Frasco en Agaete, en el noroeste de Gran Canaria. En el centro de esa finca de plataneras está la construcción de la Hacienda, con jardines llenos de veredas que se bifurcan en cuyos márgenes docenas y docenas de lagartos toman el sol tranquilamente a lo largo del día, mientras los pájaros de estirpe tropical cantan sus trinos arbitrarios llenos de color y melodía. Ahí, en ese paraíso regido por Enrique Luis Larroque, hijo de Enrique Larroque, fundador en la trancisión del Partido Liberal, estoy ahora hay no me querría ir nunca.

Tazacorte, como toda la gente de La Palma, ha sido siempre rebelde y sin embargo racional. A principios del siglo XX dependía del municipio de Los Llanos de Aridane, pero querían ser ellos mismos, asunto que legalmente consiguieron con el rango de ciudad, tras un edito real de Alfonso XIII, con 2.500 habitantes. El jolgorio quedó roto por otro edicto del gobierno de España a los pocos días. Afirmaba tal edicto que había un error en el primero: no era para Tazacorte, sino para Tacoronte, en la Isla de Tenerife. Finalmente, triunfó la tesis de ciudad para Tazacorte. La gente de Tazacorte, noble y valerosa ciudad, quiso en 1925, en un rapto de locura colectiva, independizarse. Pero esta vez quiso ser independiente no sólo de La Palma, sino de España. Y proclamó su independencia cantando por las calles y plazas la cuarteta que reproduzco aquí: "Con bicheros, palos y cañas,/ gritemos con voz de calibre/ ¡Viva Tazacorte libre e independiente de España". Tres días duró la fiesta: llegó a sus costas orientales un buque de guerra español que lanzó un obús sobre Argual, "tierra extranjera" que lindaba con la frontera de la independiente Tazacorte, y la gente de Tazacorte, temiendo por la destrucción de su pueblo, se rindió al gobierno español. Guerra y paz en un segundo.

Digo que este lugar extraordinario también lo es para pensar en la soledad deseada y la brisa del mar moviendo las hojas inmensas de las plataneras y palmeras de la Hacienda. Y ahí me ha dado por recordar a mi profesor de Lengua Griega Francisco Rodríguez Adrados que, en la tarde en que ganó un premio importante de literatura periodística, explicó a un público atómico y ante tres ministros de entonces en el mejor hotel de Madrid la diferencia de "minister", de donde viene el español ministro, y "magister", de donde viene el español "maestro". Sin duda, viendo lo visto en todos estos años, es preferible ser "magister" que "minister", que viene del "minus" latino y es superlativo absoluto: Minus, claro, es menor: el ministro es el menor, en el sentido estricto del término, etimológicamente hablando.

"Magister" viene de "magis" y es, también, superlativo absoluto: el mayor, al que hay que respetar más que a nadie. Pero el mundo de las etimologías y las humanidades está olvidado, el maestro no es tenido en cuenta y el ministro es una ambición a la que aspiran las tres cuartas partes de los burócratas y hombres y mujeres vacíos del mundo entero. Así es la vaina en mi reflexión en Tazacorte.

Ayer llegaron aquí, desde el Astrofísico de Canarias, en el Roque de los Muchachos, Vargas Llosa y su mujer, Isabel Preysler, después de descubrir la inmensidad de este cielo de La Palma, mágico, cósmico y único en todo el mundo. Una gran epifanía. Aquí almorzamos las viandas de la tierra, con Rafael Rebolo y Juan Carlos Pérez Arencibia, director y administrador del Astrofísico de Canarias, los escritores Anelio Rodríguez Concepción y Elsa López, Manuel Concepción, "el hombre que todo lo ve y lo sabe de esta tierra", Enrique Luis Larroque y mi mujer y yo. Una teñida amistosa que dijo mucho de la gastronomía extraordinaria de esta zona y de la acogida noble y veraz de la gente de esta tierra. Bendita tierra La Palma. Una pena tener que abandonarla dentro de unos días, pero así es la vida, la vaina y el mundo.

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