A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Achúcarro increíble

27 junio, 2018 09:27
Joaquín Achúcarro

Joaquín Achúcarro

Vi tocar el piano al genio español en un teatro de Tokio. De eso hace cuatro años, según me recordó Emma Achúcarro cuando nos vimos la semana pasada en el "mirador" de la Hacienda de Abajo, en Tazacorte, en la isla de La Palma, siempre llena de momentos y sorpresas mágicas. En Tokio, el público se volcó con Joaquín Achúcarro y lo obligó a extender su exhibición musical más allá del tiempo reglamentario. La fuerza de ese pianista hizo el resto: pieza tras pieza, regalada por el Maestro al final del juego espléndido de sus dedos, era respondida por un aplauso del público puesto en pie. Santiago Herrero, hoy en Madrid y entonces agregado cultural de España en nuestra embajada en Tokio, es testigo de aquella velada inolvidable.

Sabía que los Achúcarro llegarían a La Palma un día antes de regresar nosotros, Saso Blanco y yo, a Madrid. Lo que no sabía es que íbamos a coincidir por sincronicidades de la vida en el mismo lugar y a la misma hora: la Hacienda de Abajo en Tazacorte. Manuel Concepción, Saso y yo estábamos ya viendo los previos del partido de televisión España-Irán y, en ese mismo instante, algunos minutos antes de las ocho de la tarde, con el sol cayendo ya sobre el horizonte en una puesta excepcional de ver, apareció el Maestro en el "mirador": venían, Emma y él, dispuestos a ver también el partido. Nos reconocimos, nos abrazamos y pedimos unas bebidas para entretener la garganta durante el partido. El Maestro me contó entonces que una vez le hicieron una entrevista en Madrid, en una emisora de radio de alcance nacional, y que el conductor del programa le advirtió que fuera conciso y sencillo porque "en la radio el tiempo es oro". El Maestro lo miró con cierta sorna, siempre sin perder el respeto y le espetó como pregunta ejemplar: "¿Y si hablamos de fútbol el tiempo corre a la misma velocidad que si hablamos de música?". Nosotros, en el "mirador" de la Hacienda de Abajo, durante la velada a la que me refiero, hablamos de fútbol, de música, de literatura, de la vida, de España, del tiempo que pasa y no vuelve. Con un sabio tan increíble como Achúcarro se puede hablar de cualquier cosa y en todas esas cosas y en las demás aprende uno en cada palabra del Maestro. Fue una velada inolvidable, una suerte de epifanía repetida: hablamos mucho de Tokio, en comparación con Nueva York; hablamos de sus hija y de su yerno, física y astrofísico, respectivamente; hablamos de atreverse, después del concierto que haría en el Circo de Marte de Santa Cruz de La Palma, a subir hasta el Observatorio y ver aquel Machu Pichu del futuro colgado del cielo, entre la tierra y el universo tan cercano allá arriba.

Al día siguiente tuvimos la suerte de desayunar con los Achúcarro durante una hora y luego el maestro se fue a "currar". Llevaba unas partituras en las manos y decidí no perderme aquel recital de suerte que se brindaba desde la mañana en la que regresaba a Madrid. Lo seguí hasta la capilla laica de la Hacienda de Abajo y me senté al final, en una silla, para verlo ensayar en un piano que, de todas maneras, no estaba nada mal. Fue un regalo matutino inolvidable en el que pude constatar la juventud inmensa de ese sabio de 86 años que parece un hombre muy joven y lleno de fuerza en cuanto se pone al piano.

Me enviaron un vídeo del concierto increíble que Joaquín Achúcarro tuvo en el Circo de Marte y me quedé asombrado de la esencia de vida que el Maestro invierte en cada nota, al tocar cada tecla y darle vida a cada una de las piezas musicales que cae en sus manos y en sus dedos. La gente que acudió al concierto quedó deslumbrada por la delicadeza del Maestro y por el descubrimiento de la música que sale de sus dedos mágicos, magia musical sobre magia exacta y matemática. También me enviaron un vídeo de la conversación que tuvieron, cara al público, el escritor Anelio Rodríguez Concepción y el Maestro Achúcarro, otra delicia regalada para la gente que asistió a verlos y oírles hablar. Lean la crónica de Sebastián León, experto musical que asiste todos los años al Festival de Música de Santa Cruz de La Palma, dirigido hasta ahora por Jorge Perdigón, y que conoce al dedillo la música sagrada de Joaquín Achúcarro.

Al día siguiente, y como si no estuviera cansado de trabajar, la curiosidad intelectual le pudo a Joaquín Achúcarro, que arrastró a Emma, su mujer, espléndida y soberana señora, a subir al Astrofísico de La Palma para ver la maravilla que ahí allá arriba, al borde mismo del cielo. Juan Carlos Pérez Arencibia los acercó hasta el firmamento. Y yo me alegré mucho, pero me quedó una "magua" enorme de ver al increíble Maestro Achúcarro tocando las estrellas con sus dedos: como si fueran ellas de su piano, con música del cielo y luz interminable.

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