A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Mirando hacia atrás con ira

23 enero, 2019 10:00

[caption id="attachment_727" width="560"] Tony Richardson llevó al cine en el año 1958 la obra de teatro de John Osborne titulada Look Back in Anger[/caption]

Lo sabios dicen que los jóvenes tienen en su alma una irascibilidad imponente porque buscan, desde que tienen instinto, su lugar en el mundo. En mis tiempos juveniles había tres tipos básicos de jóvenes: los politizados hasta la ira, los bailongos (que iban como colibríes de flor en flor rompiendo corazones con su juego bailongo) y los que no se metían en nada y miraban el horizonte con una extraña fijeza, una atención enorme e inerme, atentos sólo a su jugada inminente.

Tony Richardson llevó al cine en el año 1958 la obra de teatro de John Osborne titulada Look Back in Anger, traducido al español con un título perfecto hasta la mejor eufonía en nuestra lengua, a pesar del gerundio: "Mirando hacia atrás con ira". Jimmy Porter, encarnado en la extraordinaria figura del actor inglés Richard Burton (y que tiene como partenaire a la actriz Claire Bloom, ex-mujer del novelista norteamericano Philip Roth), busca su lugar en el mundo, un mundo que no le hace caso alguno, que no cuenta con él para nada. La obra de Osborne narra la trayectoria airada de Jimmy Porter, un joven naturalmente bueno, que termina por desarrollar en su temperamento una indignación capaz de levantar el mundo por sus cuatro esquinas redondas. La obra tuvo un gran éxito y acuñó en la sociedad, como resultado de fortuna, el elemento fundamental que crecía sin parar en aquella sociedad inglesa y europea: los jóvenes airados. Yo mismo, en mi tierra, fui siempre considerado en aquellos tiempos de los 60 como un joven airado que, además, tenía la manía de jugar al fútbol creyéndose un profesional de la pelota que llegaba al estadio con libros (así me llamaban, "el estudiante") y a las aulas de mi universidad lagunera y después Complutense con las borceguíes para entrenar y jugar al fútbol (razón por la que me llamaban, en esas mismas universidades, "el futbolista”). Aquella juventud mía, en la tribu de los que mirábamos de lado y escogíamos sin saber bien por qué el desasosiego constante de la ira y la irritabilidad, se integró en la democracia española años después y los restos de la ira todavía se gastan en la esquina de algún bar por los que creen que James Dean sigue tan vivo y alcohólico como ellos han llegado a ser.

Y, parafraseando al poeta, ¿dónde están los jóvenes airados de ahora? Bueno, ahí los tienen ustedes, ahí están los gallos en el centro de la escena, con sus espolones inteligentes desarrollando la estrategia de la ira, el uno contra el otro, el otro contra el uno. "Desde que se compró el casoplón, Pablo Iglesias está acabado", dicen algunos. "Errejón tiene toda la razón, aguantando y explicando pacientemente cuál es el mejor proyecto para su partido", dicen otros: para el partido de los que hoy podemos considerar los jóvenes airados, que no sólo buscan su lugar en el mundo sino cambiar el mundo de la manera que ellos mismos han concebido en sus sueños, asaltando el cielo.

Alfonso Guerra, joven airado entonces, a quien la coleta le llagaba al final de la espalda, aquel Guerra delgado y doctrinario, fiscalizador de todo y de todos, dueño absoluto de los archivos de la izquierda y del PSOE, es hoy un viejo casi sabio que llama a los jóvenes airados con un 'título' inolvidable: niños malcriados.

Hay por ahí, rodando por las redes sociales, una foto de Stalin en los tiempos en que dedicaba a liquidar a todos sus compañeros de Buró. Uno a uno se los fue quitando de encima hasta que se quedó solo. Mutatis mutandis, hay por ahí una foto de los fundadores de Podemos, jóvenes airados paridos por la justa indignación del 15M, en la que ya no queda sino él: Pablo Iglesias, a veces lloroso, como ahora, hablando bajo para dar al público la idea de su contención y de su humildad, a veces tenso, con la dentadura a salírsele en cada sílaba, en cada palabra, de una boca que no deja de reclamar su lugar en el mundo: el liderazgo de una izquierda "nueva" que él cree que acaba de descubrir y fundar...

Estos jóvenes airados miran hacia atrás con ira buscando lo mismo de siempre: acomodarse en la sociedad, dejarse al fin y al cabo abrazar por el sistema, jugar su baza de fortaleza juvenil para hacerse con el barrio ideológico en el que más creen. Están en su derecho. Y están también en su derecho de fracasar, de perder el sentido con su ambición, de creerse sacerdotes del futuro cuando no son sino niños malcriados que se sienten protagonistas de la gloria, saltimbanquis del cielo al fin y al cabo. Saltimbanquis airados. Puede que me equivoque y que mi natural tendencia a la literatura me lleve a escribir palabra a palabra una historia que no es tal como yo la cuento, retorcidamente retórico, sino gloriosa y llena de victorias que, por momento, no se ven por ningún lado.

Image: Róterdam, la incesante búsqueda

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