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A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Algún día acabarán estas guerras

27 febrero, 2019 09:15

Algún día acabarán estas guerras, pero vendrán otras. Las genética guerrera no hay quien la cure. El ser humano lleva dentro una bomba de espoleta retardada que salta a las primeras de cambio, olvida el tiempo en el que vive, y estalla en irascible fuerza hasta acabar con el enemigo. El ser humano procede de caníbales (es decir, procedemos), no me cansaré nunca de repetirlo hasta aprendérmelo de memoria: nunca deja de guerrear hasta que vence. La guerra, las guerras, eso es lo normal: lo anormal es ese espacio de paz sorprendente entre guerra y guerra. Y cuando es capaz de reprimir sus iras y sus ganas de muerte, el ser humano sigue la guerra por distintos medios: la política, por ejemplo. O eso sostienen los teóricos de todos los bandos.

Si se fijan los señores de la guerra, los generales de las bombas, son dobles brutos de Hannibal Lecter, una composición literaria que amalgama episodios y hazañas de caníbales reales trasladados a la ficción. Pero esa ficción, u otras parecidas, no nos hace cambiar, ni saltar a otro mundo de progreso que impida las atrocidades que todos los días nos venden las imágenes televisivas de paces que parecen guerras. Atentados, crímenes, asaltos pandilleros, muertes extrañas, asesinatos de toda laya y condición. Sí, algún día acabarán estas guerras de ahora, acabará la guerra en Venezuela, un país asombroso que en veinte años ha pasado de una vida a otra tan distinta que ningún caníbal destructor lo habría hecho mejor.

Sí, algún día acabarán las guerras de Siria, el Yemen, Arabía Saudí, el Congo, el ISIS, los generales criminales... Pero vendrán otros Hannibal Lecter a alterar esos extraños espacios de paz que nos regalamos para descansar. Esta es la Historia de la Humanidad: construir, destruir, reconstruir, destruir, reconstruir, destruir sin parar. Todo para alimentar esa genética troglodita y caníbal que no hemos logrado eliminar ni con la religión (al contrario), ni con la fe en el ser humano, ni con la esperanza de que somos seres conscientes del bien y del mal.

Algún día acabará esta guerra, dice el capitán Willard en el principio de Apocalypse Now. Todavía no sabe que tiene que descender el río tan temido y encontrar allí la muerte de manos del "criminal" al que ha ido a buscar al fondo de la cueva primitiva en la que vive. Sí, el coronel vive absolutamente en la barbarie: respira barbarie, sabe que la vida es barbarie, y sabe que si está en el infierno es porque los dioses de las armas lo han condenado a parapetarse en la locura de matar hasta acabar muriendo. A Kurtz lo vienen a buscar porque "se ha vuelto loco" y ha hecho saltar por los aire todos los mecanismos del corazón de las tinieblas. Sí, la novela de Conrad, o el reportaje verbal que hace de una guerra interminable y abusadora como todas, es una gran metáfora del caníbal incansable que somos desde el principio de nuestro camino en la tierra. Una metáfora de la guerra, del Hannibal Lecter que hay en Kurtz, sometido a las bajas pasiones de la muerte y del gobierno. Ahí estamos, gobernados en plena guerra por locos que se han apoderado del mundo, se han puesto un nuevo uniforme, impoluto, limpio y adecuado para seguir haciendo las guerras en las que no pintamos nada.

Y esta otra guerra de España, la guerra de Franco: ahí está, viva, respirando, quejándose y asustando a unos y a otros, y a otros y a unos. Los jóvenes se ríen de la momia de Franco, pero aquí está su mala sombra ocultándonos el sol de los días sin guerras, y sin recuerdos malos de las guerras nuestras. Ahí está Franco presidiendo esa vuelta atrás de la historia en la que las dos Españas se enfrentan ahora en los medios informativos, lance va, lance viene, y esos frívolos "profesionales", ellas y ellos, jugando con el fuego, poniendo falsos motes a unos y a otros, mientras sube la espuma de la rabia a un lado y a otro de las "anomalías". Bueno, piénselo bien, no jueguen con los muertos, pero tampoco con los vivos. Algún día, digo yo como el capitán norteamericano de Apocalypse now, acabará esta guerra y todos estaremos libres del fantasma caníbal que llevamos dentro. No, no, contra lo que dicen los optimistas: no son una minoría. No se lleva al poder por generación espontánea. Los caníbales con corbata y traje, esos Hannibal Lecter que acudan aparentemente sumisos al trabajo cotidiano; esos caras de buenos que vemos todos los días paseando a nuestro lado. Dentro hay, seguro, un delincuente, un asesino, un ser animal dispuesto a que nunca jamás se acaban las guerra. Ni siquiera algún día lejano en el que ya, al fin, no sigamos matándonos ni odiándonos hasta la muerte y más allá de ella.

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