'Cien años de soledad', una serie sin alma
- La vi por curiosidad intelectual y con los prejuicios que ya tenía (y temía) desde que se anunció la serie. Y las conclusiones que he sacado no son buenas.
- Más información: 'Cien años de soledad' y el universo de Macondo, por primera vez en la pantalla: "Es como atreverse con la Biblia"
Desde el principio tenía muchas reservas con el proyecto y el resultado de la serie de Netflix de Cien años de soledad, como escribí aquí el miércoles de la semana pasada. Vi los ocho capítulos de la primera parte de la serie de un tirón a lo largo de la noche de ese mismo miércoles, desde las diez de la noche hasta más allá de las seis de la madrugada. Créanme, la vi por curiosidad intelectual y con los prejuicios que ya tenía (y temía) desde que se anunció la serie. Y las conclusiones que he sacado no son buenas.
Fílmicamente está llena de trucos poéticos que no parecen del todo mal, no me imaginaba así Macondo, la música de esos capítulos me resultaba fuera de lugar, la música colombiana por excelencia brillaba por su ausencia. Además la interpretación, por mucho que los buenos actores se esforzaran en darle dramatismo y amor a las diferentes historias que relatan Cien años…, no alcanzaban ni al tacón del zapato a los personajes del texto narrativa. Además he sido siempre contrario a la voz en off en cine, que trata de explicar a los espectadores lo que está pasando (como si fuéramos tontos), en este caso en cada una de las acciones fílmicas. La fotografía era buena, pero para un proyecto publicitario, no para una película de ocho horas.
No sobra que a estas alturas diga que la diferencia de calidad del texto de García Márquez con respecto a la de la serie fabricada a partir de la novela es sideral, por lo que llevo visto, aunque el relato literario se disfraza de secuencias fílmicas para seguir en la serie casi al pie de la letra el texto exacto de la novela, siempre con la voz en off sobrante del narrador dando la vara de cuando en cuando. Como no me había hecho ilusiones, no me llevé ninguna decepción. Y si no la hubiera visto ya, estoy seguro de que la vería una noche de estas de otoño, que son más largas y solitarias.
Dije que las comparaciones son ociosas y odiosas y aquí, en la serie y la novela, lo son. No podía ser de otra manera: a la novela le sobra alma, a la serie le falta alma del todo. El experimento ha valido la pena para demostrar que el alma de las grandes novelas es inalcanzable y que esa obra maestra de la novela latinoamericana es la menos alcanzable de todas. No sé tampoco lo que el autor de la novela hubiera querido hacer con ella, qué tipo de cine, qué clase de serie. Ni tampoco sé cómo le había caído a García Márquez la visión de la serie de su mejor novela.
Sí sé que no le gustaron mucho las otras incursiones de sus novelas maestras en el cine, Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera, y que le producía pavor cuando le venían a pedir la venta de sus derechos para hacer películas con sus textos literarios. Dicho lo cual, diré que me entretuve viéndola, haciendo como que no había leído las novelas unas tres veces en diferentes tiempos, y que no me pareció un bodrio fílmico ni una chapuza cinematográfica.
El experimento ha valido la pena para demostrar que el alma de las grandes novelas es inalcanzable
Por lo que sé, más de doscientas millones de personas en todo el mundo han visto la serie durante esta semana, lo que no representa precisamente un fracaso comercial ni popular. En las redes sociales han comenzado las guerras entre liberales y conservadores: unos van a misa de cinco y otros a misa de siete, pero todos van a misa y escriben a favor y en contra de la serie trasluciendo sus propios prejuicios.
¿Se debería haber evitado entonces este proyecto artístico antes de empezarlo? ¿Se deberían haber evitado los rigores épicos y los detalles delicados que la producción inventó para la serie? Si así hubiera sido, no tendríamos noticia del proyecto. De modo que, en este caso, no me voy a columpiar ni un minuto más. Uno de los destinos de la novela Cien años de soledad era caer en una serie como esta, lo más apegada a la novela que se pudiera, con la dignidad y la brillantez que tenía la novela. No fue difícil, sino que resultó imposible, porque en esas cosas de las que hablamos está la palabra del texto, en toda la novela, y la palabra en este caso tiene alma donde no la tiene partenaire en el cine.
Tengo para mí que los que hemos leído y vivido con pasión la novela no podemos aplaudir la serie, mientras que quienes no la han leído les habrá parecido una muy buena película de aventuras en una tierra lejana llamada Maconco. Mi esperanza es que los que vieron la serie antes de leer la novela ahora la lean con el mismo ahínco con el que nosotros hemos visto la serie. Como prometí que leería otra vez e inmediatamente Cien años de soledad, ya estoy metido de lleno en esa harina que me despierta sensaciones, pasiones, imaginaciones mágicas y todo lo demás que, en fin, no encontré en la serie.