'Blood & Truth', el inframundo londinense
La industria del videojuego sigue avanzando para convencer al público de las enormes posibilidades de la realidad virtual
Los juegos de realidad virtual se enfrentan a una problemática existencial de difícil solución. Los usuarios de los muchos dispositivos en el mercado son todavía una porción muy reducida comparado con el global de jugadores, por lo que los presupuestos que se pueden dedicar a estos proyectos hace que casi siempre sean experiencias más limitadas, con unas pocas ideas sobre la mesa y una complicación mínima. Aunque muchas de las propuestas más originales de los dos últimos años han estado asociadas a esta tecnología, sin lugar a dudas, el elevado coste de los dispositivos sigue siendo una barrera de gran envergadura para convencer a las grandes mayorías. Es una pescadilla que se muerde la cola. Como no hay muchos dispositivos de realidad virtual, no se pueden producir juegos con los mismos valores de producción que llevan los de las plataformas tradicionales; como no hay muchos juegos indispensables, la realidad virtual no termina de asentarse entre el público general. En este terreno, Sony está haciendo los mayores esfuerzos para poner contenido de calidad en sus gafas PSVR. Si el año pasado la gran estrella fue Astro Bot, este parece ser el de Blood & Truth, una obra totalmente diferente. ¿Pero pueden los creativos de London Studio aportar tanto como en su día hizo el Team Asobi desde una perspectiva occidental?
El nuevo buque insignia de la realidad virtual de Sony siente auténtica reverencia por el séptimo arte, de las sagas criminales de Guy Ritchie al cine de acción más artesanal que John Wick ha vuelto a popularizar. Ryan Marks es un agente de élite del ejército británico que vuelve a casa para enterrar a su padre, que había hecho fortuna con todo tipo de negocios ilícitos. Pero antes de que pueda consolar a su madre y sus hermanos la empresa familiar recibe una opa hostil de otro capo del crimen organizado, que aprovecha la defunción para expandir su imperio. Lo que empieza como una simple escaramuza para resolver un súbito vacío de poder rápidamente se transforma en una escalada donde se rompen todos los límites.
Lo más reseñable de la narrativa de Blood & Truth son las dinámicas entre los diferentes miembros de una familia que trata de compaginar los valores tradicionales con el turbio negocio que regentan. A pesar de su diferente grado de implicación, todos responden a una cuando las cosas se complican, y es de agradecer que el juego no pierde el tiempo con discursos moralistas de cartón piedra. Ni siquiera con la matriarca del clan, que como figura maternal podría haber ocupado ese papel con facilidad. El diálogo está plagado de modismos y de argot británico, y muchos de los actores se recrean en el uso del característico acento cockney para ilustrar el ascenso de sus personajes en las estructuras de poder de la capital del viejo imperio desde los barrios obreros de la periferia. Pero por mucho que las interacciones se sientan frescas y llenas de vida, el hilo narrativo central falla a la hora de mantener el interés en el tercer acto, con una serie de revelaciones que buscan elevar el suspense, pero resultan tan manidas que ni el propio juego, a pesar de dejar muy claro que es consciente del cliché, consigue salvar la situación. Hubiera funcionado mucho mejor como una historia sobre el hampa londinense autoconclusiva, sin ningún tipo de mitología superior diseñada para dejar camino a unas eventuales secuelas.
Las mecánicas hacen un buen trabajo a la hora de equilibrar las escenas de acción con puzles sencillos pero que usan bien las posibilidades de inmersión que ofrece la realidad virtual para hacer algo más original. Quizá el mayor problema, y el más firme recordatorio de que todavía le queda mucho por madurar a la tecnología, es el sistema de control. Ni siquiera los mandos Move (que detectan el movimiento físico de las manos) aportan la precisión deseable para este tipo de juegos. Mientras manejamos un objeto con una sola mano no hay mucho problema, pero en el momento en que intentamos usar las dos manos para un mismo objeto (como un fusil o cualquier otra arma larga) y tratamos de apuntar con mayor precisión es cuando todo salta por los aires. Es una experiencia tan frustrante que es mejor obviarla.
El ritmo de la campaña está muy bien llevado, alternando las escenas de acción más intensas con fases de infiltración o momentos de conversación más dramáticos. Los valores de producción son los suficientemente altos como para que todo esté bien resuelto, pero merece una mención especial un nivel en concreto que conlleva una visita a una instalación museística. Profundizar demasiado en él sería arruinar la sorpresa, pero baste decir que los diseñadores de London Studio han encontrado varias maneras de manipular la perspectiva y la iluminación para ofrecer unas presentaciones estéticas muy estimulantes.
Blood & Truth no llega al nivel de excelencia que el año pasado sorprendió a todos con Astro Bot, pero es una propuesta que sigue avanzando en la tarea que la realidad virtual tiene por delante para convencer a un público reticente de las enormes posibilidades que esconde. Con la proximidad de la siguiente generación de consolas, que ya se puede otear en el horizonte en vísperas del E3 (la mayor feria de videojuegos del mundo), es importante recalcar que los principales problemas técnicos se irán solucionando de manera natural, y que aquí lo importante son las lecciones que los diseñadores y los jugadores están aprendiendo sobre cómo se difuminan los límites de la pantalla, la frontera entre el mundo de ficción y la realidad tangible.