El sector del videojuego en España ante la crisis del coronavirus
Resulta incomprensible que el Gobierno, a pesar de sus gestos, siga titubeando a la hora de apostar decididamente por el videojuego como industria tecnológica y cultural de futuro
El Consejo de Ministros aprobó este martes un Real Decreto-Ley que incluye medidas destinadas a apoyar al sector cultural, muy impactado por la actual crisis sanitaria. La dotación presupuestaria del Ministerio de Cultura y Deporte asciende a 76,4 millones de euros repartidos de la siguiente manera: 38,2 millones de euros para al sector de las artes escénicas (danza, teatro, circo y música), 20 millones de euros en Crea SGR (una sociedad sin ánimo de lucro dedicada a avalar a empresas del sector cultural), 13,25 millones de euros, para apoyar a la exhibición cinematográfica en las salas de cine, 4 millones de euros para las librerías independientes y 1 millón de euros para la promoción del arte contemporáneo.
Las ayudas destinadas al programa Crea SGR, así como las partidas dispuestas para la creación de contenidos digitales y para el desarrollo de la inteligencia artificial, sí que parece que están pensadas para apoyar la industria del videojuego en España. En palabras de Alberto Garzón, Ministro de Consumo, “el sector es una de las industrias clave del plan de reconstrucción económico y social como respuesta a la crisis del COVID-19, por su carácter innovador y creativo, por el uso intensivo de las nuevas tecnologías y el fomento del empleo”. No está clara la cantidad exacta, pero es de suponer que buena parte de los 15 millones para la oferta de contenidos digitales sí que vayan directamente a la industria del videojuego. Algo que supera con mucho las anteriores ayudas del Ministerio de Cultura, que en su momento máximo llegaron a los 5 millones de euros.
Desde la Asociación Española de Videojuegos, su director, José María Moreno, en declaraciones a El Cultural, ve con buenos ojos y agradece las medidas aprobadas. “No obstante, sí hemos echado en falta alguna iniciativa concreta de apoyo al desarrollo local de videojuegos en el paquete de medidas culturales”, comenta. También critica que se deje fuera al videojuego del régimen de incentivos fiscales que sí disfrutan, por ejemplo, los rodajes, con un 30% de deducción al primer millón de euros y 25% el importe restante. “Creemos que es un mecanismo con más recorrido que las ayudas directas. Concretamente lo hemos solicitado vía modificación del artículo 36 de la Ley del Impuesto sobre sociedades. Se trata de un marco fiscal que ya está establecido en varios países de nuestro entorno como Francia o Reino Unido, lo cual nos permitiría competir en igualdad de condiciones con la industria de estos países”.
En España la mayoría de los estudios de videojuegos son microempresas sin apenas reservas ni capital suficiente para subsistir en condiciones adversas. Excepto un par de estudios patrios asentados y un puñado de filiales de multinacionales, el panorama es muy desalentador. Los problemas del desarrollo español son estructurales y obedecen a una problemática compleja, pero buena parte de ellos empiezan con el largo historial de terca renuencia de las autoridades competentes a atraer el capital internacional como sí lo han sabido hacer en Canadá, Reino Unido o Suecia. El agravio comparativo que existe a la hora de analizar el trato que se dispensa a las grandes productoras de cine y televisión internacionales, todas las facilidades que se les ponen encima de la mesa, y el que se ofrece a las editoras de videojuegos como única vía resulta descorazonador. Poco a poco, quizá por el renombre cultural que está adquiriendo el medio, quizá por el cambio generacional en los políticos que gestionan, se está empezando a vislumbrar al videojuego como un sector estratégico y de futuro. Pero los 15 años de ventaja que nos llevan otros países no pueden obviarse.
Mientras tanto, la Madrid Games Week acaba de anunciar las fechas de la celebración de la edición de este año 2020, del 9 al 12 de octubre en IFEMA. Llama poderosamente la atención que lo hayan hecho a cinco meses vista, en la misma semana en que terminaban de dar el alta a los últimos pacientes que han estado superando la enfermedad en el hospital de campaña levantado en sus pabellones. Ante el panorama de incertidumbre, la premisa general parece ser seguir el calendario marcado con anterioridad confiando en que las cosas no se tuerzan y se pueda celebrar algo, de alguna manera. Hay que tener en cuenta que la feria no es solo una mera bacanal promocional enfocada a captar la atención de los más jóvenes, sino que funciona como un foro de encuentro para hacer acercamientos entre desarrolladores e inversores. En el panorama internacional, tanto el E3 como la Gamescom alemana ya han anunciado sus respectivas cancelaciones. En el caso de la feria de Colonia se va a sustituir por un evento digital, y aunque eso puede servir para seguir con la agenda promocional de las grandes empresas, poco hace para el gran sustrato de pequeños estudios de desarrollo.
La nueva normalidad que ha causado la pandemia de la COVID-19 ha aumentado de gran manera la prevalencia de los videojuegos en los hogares, a la vez que ha obligado a los estudios a trabajar de manera remota. El cambio ha supuesto ciertas trabas, pero por lo general la gran mayoría de los estudios se ha conseguido adaptar con eficacia. Resulta incomprensible que el Gobierno, a pesar de sus gestos, siga titubeando a la hora de apostar decididamente por el videojuego como industria tecnológica y cultural de futuro, facilitando la llegada de capital extranjero que pueda fortalecer el incipiente tejido industrial de nuestro país. La crisis que se avecina va a exigir coraje y creatividad para hacerle frente, y una nueva forma de hacer las cosas.