
El facsímil creado por Factum arte (izquierda) y el kabuto original carbonizado (derecha). Foto: Vsmphotoevents
El casco samurái regalado a Felipe II que ha acabado dentro de un videojuego
La Galería de las Colecciones Reales expone el kabuto que trajo a España la Compañía de Jesús en el siglo XVI como parte de un proyecto con el videojuego 'Assassin's Creed Shadows'.
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La semana pasada tuvo lugar un evento en Galería de las Colecciones Reales de Madrid al que fui invitado por Ubisoft y Patrimonio Nacional. El acto formaba parte de la gira de promoción de Assassin’s Creed Shadows, la última entrega de la archiconocida saga histórica que se estrenará la semana que viene, más concretamente el 20 de marzo.
Sin embargo, el evento tuvo un cariz mucho más institucional porque venía a resaltar una fructífera colaboración entre la compañía francesa y Patrimonio Nacional que se concretó en la presentación de una fiel reconstrucción física de un kabuto o casco de guerra japonés, una reliquia única en el mundo, que había quedado dañada casi en su totalidad durante el incendio que sufrió la Real Armería el 10 de julio de 1884. Shinji Minami, Ministro de la Embajada del Japón en España, y la Sra. Hiroko Ikeda, asesora especial de Cultura, apoyaron con su presencia la iniciativa.
El kabuto es el elemento más importante de una armadura, el más distintivo y el que recibía mayor atención por parte de los artesanos. La pieza objeto del proyecto llegó a España por vías diplomáticas mediante la embajada Tenshō en 1584, una delegación que constituyó el primer contacto directo con Japón en suelo europeo.
Tenía como objetivo mostrar la labor misionera de la Compañía de Jesús con unos emisarios bien seleccionados, capaces de cautivar al rey Felipe II, al Papa y a los príncipes cristianos para obtener recursos y consolidar el poder y prestigio de la orden. Fue organizada por Alessandro Valignano, visitador general jesuita de las misiones de las Indias orientales, uno de los personajes históricos que se pueden encontrar en Assassin’s Creed Shadows, como prueba del éxito de las misiones de los jesuitas en Japón y como instrumento para fomentar las relaciones mutuas con Europa.
El kabuto original forma parte de una de las colecciones de armaduras japonesas más antiguas de Europa y se conserva en la Real Armería de Madrid. Gracias a la reconstrucción liderada por la empresa española Factum Arte, especializada en facsímiles y reconstrucciones utilizadas como props de cine o de producciones teatrales, ahora es posible descubrir qué aspecto tenía antes del incendio.
La reconstrucción podrá ser apreciada por todos aquellos que visiten la Galería de las Colecciones Reales de Madrid hasta el próximo 6 de abril. Más tarde, la réplica del kabuto pasará a formar parte de la colección de la Real Armería de Madrid, inmersa ahora en un proceso de rehabilitación.
Como parte de la colaboración, Ubisoft ha incluido el kabuto en el Códice de Assassin’s Creed Shadows, un apartado que ofrece a los jugadores entradas enciclopédicas cuidadosamente seleccionadas sobre la historia, el arte y la cultura del periodo Azuchi-Momoyama en el que se desarrollan las aventuras de Yasuke y Naoe.

Entrada del códice en el que aparece el kabuto en 'Assassin's Creed Shadows'
Este apartado con información de la historia del Japón medieval está cuidadosamente redactado por historiadores de reconocido prestigio académico e integrado en el juego principal con imágenes de artefactos de museos y galerías privadas de todo el mundo. A medida que el jugador visita cientos de lugares en este Japón del siglo XVI virtual, va desbloqueando elementos sobre la economía, los castillos, los asuntos militares, la vida cotidiana, la religión, el gobierno, el arte y la música, o personajes y acontecimientos históricos, entre los que se encontrará este kabuto propiedad de la Real Armería de Patrimonio Nacional.
Para Álvaro Soler del Campo, Jefe del Departamento de la Real Armería del Palacio Real de Madrid, perteneciente a Patrimonio Nacional, “trabajar con Ubisoft no solo nos ha permitido recuperar el aspecto original de una reliquia única, y conservarla en el mundo digital; también nos va a permitir acercarla a personas de todo el mundo y captar la atención de audiencias más jóvenes, valiéndonos de Assassin’s Creed Shadows como plataforma para ponerla en contexto y para dar a conocer su historia”.
Por su parte, Stéphanie-Anne Ruatta, directora histórica y de mundo del título de Ubisoft, apuntó que “es todo un privilegio poder contar con una institución como la Real Armería de Patrimonio Nacional, que contribuye a nutrir el juego en términos de autenticidad cultural y realismo, valores inherentes a la saga, sin olvidar su principal propósito de entretener”.
Muchas veces las instituciones culturales de este país se inmiscuyen en el sector de los videojuegos con mucho voluntarismo y poca cabeza. Abundan las iniciativas ramplonas, los guiñapos hechos con prisas o de cualquier manera, simplemente para que el comisionista de turno o el espabilado que ronda por la órbita de los órganos directivos pueda hacer algo de negocio.

Álvaro Soler del Campo, Jefe del Departamento de la Real Armería del Palacio Real de Madrid, durante la presentación. Foto: vsmphotoevents
Suelen ser propuestas de brocha gorda, con dotaciones presupuestarias ínfimas y que suelen demostrar la manifiesta incompetencia de las personas al mando, que solo ansían cuatro palabras clave (interactividad, gamificación, tecnología, jóvenes) con las que poder salpicar presentaciones ante patronatos o juntas que justifiquen sus puestos de trabajo. Suelen ser proyectos totalmente contraproducentes, instigados por gente que no entiende de videojuegos ni quiere entender, pero que busca apropiarse del medio para vender una relevancia impostada. No suelen llegar a nada y en ocasiones consiguen incluso ir en detrimento de la propia institución.
Lo que ha hecho Patrimonio Nacional, las Galerías de las Colecciones Reales y la Real Armería en este caso es justamente lo contrario. Esta colaboración es precisamente el modelo a seguir en el futuro. Muchas veces, las instituciones públicas desconfían profundamente del sector privado, sobre todo cuando se trata de compañías de entretenimiento extranjeras.
No me quiero ni imaginar las reuniones que tuvieron que tener para avenirse a colaborar con Ubisoft, ni los miramientos que probablemente tuvieron cuando fueron conscientes de la violencia del título (aunque no se recrea especialmente en ello, las decapitaciones y las desmembraciones son una constante en los combates, como se supone que tiene que ser un juego ambientado en el Japón feudal dirigido a mayores de 18 años).
Y, sin embargo, los responsables últimos tuvieron la sensibilidad y la visión necesarias para no poner trabas en el camino, confiar en el buen hacer de profesionales destacados del sector y poner a la institución en un escaparate mundial. Millones de jugadores alrededor del mundo descubrirán el kabuto que la embajada Tenshō presentó al rey Felipe II hace ya 450 años, una voluminosa campaña de promoción que se escapa por completo a los canales que Patrimonio Nacional está acostumbrada a transitar.
Es muy posible que los resultados últimos de esta colaboración sean intangibles. Es casi imposible de cuantificar y las métricas no serían muy fiables. Pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente relevante es que una institución del calibre de Patrimonio Nacional sea receptiva a establecer sinergias fuera de su zona de confort, lejos de los cenáculos con aroma a naftalina y formol y abriéndose a un mundo que todavía muchos en el sector cultural miran con suspicacia, muchas veces exigiendo con una soberbia recalcitrante una versión de él completamente aséptica, sanitizada e infantiloide a la que consiguen robarle todo el atractivo que tiene en su estado original.