Stanislavblog por Liz Perales

La peripecia de Sánchez Cabezudo

22 febrero, 2013 01:00

En 2011 fui a ver la sala Kubik Fabrik que Fernando Sánchez Cabezudo había abierto en Usera, al sur de Madrid, con otros dos socios. Tardé casi una hora en llegar desde el centro. Recuerdo que era una mañana soleada como sólo Madrid las tiene en invierno, y que el barrio, denso y de calles estrechas, estaba muy animado gracias a la intensa actividad del pequeño comercio, espacialmente de los “chinos”. Cuando di con la sala, frente a un parque que acogía a la vez un edificio de la Policía Nacional, un centro de salud y una biblioteca, me pareció un oasis. Habían transformado un antiguo almacén de cartón en un espacio funcional, en el que pequeños detalles delataban el buen gusto de sus nuevos inquilinos.

Imaginé que Fernando era de Usera para haber montado la sala allí. “Pues no”, me dijo, “me gustó el sitio y creo, que como ocurre en otras ciudades como París o Berlín, hay que descentralizar los espacios culturales, abrir teatros donde no los hay, en los barrios periféricos. Es la manera de que también surja un teatro periférico”. Y por otro lado, añadió, “somos la única sala del barrio de Usera y, claro, queremos abrirnos a los vecinos, encontrar a nuestro público aquí”.

Sánchez Cabezudo había concebido Kubik no sólo como un lugar de exhibición, quería que fuera un espacio donde las compañías probaran sus espectáculos: “Somos una compañía que dirige una sala y la vamos a gestionar desde el punto de vista de las necesidades de los creadores, vamos a ayudarles a cerrar sus trabajos”. Y así ha sido durante el tiempo que ha permanecido abierta. Algunos de los espectáculos que luego se han exhibido en los teatros del centro de la ciudad (Incrementum, Comedia sin título...) los han disfrutado antes los vecinos de este barrio. Y otros también se han ensayado aquí.

Pero hace cuatro meses el Ayuntamiento de Madrid precintó la Kubik, no cumplía los requisitos que se exigen para tener licencia de apertura. El director y sus socios han hecho todo lo posible para adaptar la sala a la normativa municipal, pero como ocurre a menudo que uno se enfrenta a instancias administrativas, se han visto metidos en una espiral absurda que ni los mismos dirigentes locales entienden. Y así se da la paradoja que mientras el Área de las Artes ha venido apoyando la apertura de la sala, los vigilantes de la normativa municipal han ido extremando el celo y exigiendo a los promotores de Kubik nuevos requerimientos que entraban en contradicción con los anteriores. Qué decir el tiempo y el dinero que Sánchez Cabezudo lleva dedicado a tramitar la pertinente licencia.

El asunto ahora se encuentra en este estado: Los técnicos que se venían negando a considerar la sala Kubik en una categoría del tipo 1, en la que solo inscriben a ciertos bares, van a consentirlo finalmente. La batalla de Sánchez-Cabezudo ha sido la de convencerles de que su sala es un local para “desarrollar actividades sin equipos de reproducción o amplificación sonora y aforos inferiores a 100 personas, con niveles previsibles de hasta 80 decibelios” (tipo 1). O sea, que él se compromete a garantizar que sus vecinos dormirán tranquilos y sin ruidos.

Antes de este acuerdo, me explica, la Agencia de Licencias del Ayuntamiento (AGLA) sostenía “que las salas de teatro como la nuestra son como las salas de conciertos o discotecas y por ello nos exigían insonorizarla, algo que por el momento no podemos asumir económicamente”. Si Kubik es calificada de tipo 1, supondrá un precedente al que podrán agarrarse otras salas de la ciudad.

La peripecia de Sánchez Cabezudo es bastante habitual , cuántas veces el ciudadano se enfrenta a decisiones administrativas que considera injustas. Y no todo el mundo tiene medios ni tiempo para iniciar contenciosos que los resuelva un juez. Fernando se ha movilizado y, afortunadamente, ha conseguido el apoyo de muchos de sus colegas de profesión y de políticos de la corporación local que han ejercido presión en el gobierno municipal.

Vean, por ejemplo, este video en el que algunos artistas amigos y vecinos de Usera hablan cómo en apenas dos años Kubik ya tiene sus seguidores:



Pero su negocio se ha resentido, él ha perdido bastante tiempo y dinero, y todavía no sabe realmente cuál será el desenlace. Agradece, desde luego, que Natalio Grueso, director de los teatros municipales, le haya ofrecido el Matadero para presentar en el mes de marzo lo que él hubiera programado en su sala de estar abierta.

Este asunto me hace pensar también en lo díficil que es Madrid para abrir salas de teatro y no digamos ya, salas de conciertos. El caso Madrid Arena ha venido a endurecer la situación. No creo que sea una impresión falsa decir que en los últimos 25 años se han reducido notablemente los espacios para conciertos de mediano formato. Y encima, uno de los espacios que prometía ser la salvación para los aficionados al género, el Teatro de la Música, va camino de convertirse en un centro comercial.

Decía Fernando Villalonga, Delegado del Área de las Artes, que con el tiempo los espacios cambian su uso y que no hay que ser romántico y creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Tengo entendido que la Fundación Caja Madrid compró el edificio no hace mucho tiempo, en 2008, y que en 2009 inició una reforma para transformarlo en un auditorio de 1500 butacas que está muy avanzada. Me pregunto si en vez de venderlo no sería mejor buscar un arrendatario privado que quiera dedicarlo al mismo fin y que saque partido a la inversión realizada. De esta manera, ni siquiera habría que modificar el uso cultural del edificio, tal como está catalogado actualmente, para darle un uso urbanístico que permita convertirlo en centro comercial. ¿Exigirá este trámite administrativo tanto tiempo y paciencia como la invertida por Sánchez Cabezudo?

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