Stanislavblog por Liz Perales

Cuando los vivos no dialogan con los muertos

9 enero, 2014 13:11

Hace unas semanas el autor y director Rodrigo García, con motivo de su nombramiento como director del Centro Dramático Nacional de Montpellier-Languedoc-Rosellón, hacía estas declaraciones en una entrevista publicada en El País: “La ciudad no necesita del repertorio clásico, precisa la urgencia de los artistas de hoy en día”. No me extrañaron sus palabras e, incluso, las encontré adecuadas para un escenario como Montpellier, pues están en línea con la defensa cerrada de “la cultura moderna” que se ha venido practicando en Francia desde los años 80. Pero me hicieron reflexionar sobre si una ciudad no necesita de su pasado artístico y si un director de un teatro público debe hacer la guerra a los autores clásicos  y a los mitos que gustan a todos los públicos. Días después constaté que esta vieja querella entre lo moderno con lo antiguo continuaba, pero ahora manifestándose desde el frente contrario. Tuve noticia de la desaparición del Festival Escena Contemporánea (EC) que venía sufragando la Comunidad de Madrid. La Comunidad no ha explicado oficialmente las razones, pero a mis preguntas, ésta es la respuesta: “Vamos a sustituirlo por un gran festival, mucho más ambicioso, que se celebrará en el primer semestre del año, en el que participarán muchos más espacios y que estará dotado de mayor presupuesto, dedicado a la creación contemporánea”. No precisan cuándo, ni cómo se llamará, quién lo dirigirá ni lo que invertirán en él. En el ámbito escénico, los festivales de teatro contemporáneo han sido las primeras víctimas de la crisis, de forma que el único que hoy subsiste es Escena Abierta de Burgos, que celebra este año su XV edición, entre el 11 y el 19 de enero, con un programa de siete espectáculos.  Tanto uno como otro Festival fueron iniciativas capitaneadas en su origen por teatreros independientes que lograron el apoyo de las instituciones. Escena Contemporánea (EC) es la derivación de La Alternativa, un Festival que organizaba la sala madrileña Triángulo con la idea de reunir las producciones de compañías que se movían en el circuito “off”. Al principio había reticencias por parte de otras salas alternativas a participar, pero cuando el Festival fue bendecido con subvenciones de la Comunidad de Madrid, el ánimo cambió y muchas se cobijaron a su sombra. Por su parte, Escena Abierta de Burgos fue una idea de tres aficionados, dos profesores (Carlos Lozano y Juan Luis Sáenz) y de Ignacio de Miguel, hoy técnico de Cultura en la corporación municipal, y contó con el apoyo del Ayuntamiento.  

Llamamos arte contemporáneo a aquellas producciones artísticas que pretenden ser signo de nuestro tiempo. En ocasiones, para referirnos a él se emplea el término 'moderno 'ultramoderno', también 'vanguardista', por oposición al arte 'antiguo'. No sé claramente qué sentido anima esta distinción en las artes,  pero lo que sí he comprobado es que en nuestro país el teatro llamado 'de creación contemporánea' no suele tener de aliado a los espectadores y que en otros campos artísticos como la Música o la Danza corre parecida suerte. Y es que bajo el paraguas de  'contemporáneo' se cobija una variedad infinita de géneros teatrales,  quizá porque como digo el término a solas no dice mucho. Desde la fundación  del Centro Dramático Nacional (y luego con el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas), y más tarde en  los 90, se puso de moda el teatro 'contemporáneo' entre las élites culturales. Los poderes públicos se propusieron apoyar la dramaturgia contemporánea y a los directores y compañías de vanguardia, surgieron festivales y centros de exhibición dedicados al género… aunque apenas se preocuparon en aclarar a qué se referían exactamente con 'contemporáneo'. Como ya digo, creo que el adjetivo sólo aporta un dato cronológico. Visto los limitados resultados de estas políticas, creo que las administraciones han actuado guiadas por la moda y por su mala conciencia -“debemos proteger a nuestros artistas modernos como sea”- , generando un teatro 'contemporáneo' oficial y poco exigente artísticamente, aislado de otras formas de teatro más convencionales y populares, pero tan contemporáneas o si cabe más que aquel. Un teatro que se programa puntualmente una vez al año y ya ni eso, pues sólo satisface a los profesionales y críticos. En realidad, creo que todo esto es fruto de la falta de convicción en nuestros artistas y  en la sabiduría del espectador. Convicción en que, a veces, aparecen artistas cuya modernidad radica en hacer del presente un momento eterno, capaces de rejuvenecer la tradición artística; artistas que suele detectar una minoría pero cuyo talento bien merece un lugar en los teatros oficiales al lado de aquellos grandes nombres del repertorio tradicional. Me gusta de los clásicos precisamente su antigüedad,  me permiten conocer cómo pensaban, sentían y vivían mis antepasados y así los quiero, sin inyecciones de modernidad. Pero lo que me hace disfrutar es que los vivos dialoguen con los muertos.

Un artista de cartel

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