Stanislavblog por Liz Perales

Un caballero con mucho oficio

13 febrero, 2014 10:18

[caption id="attachment_344" width="150"] Carmen Machi en un momento de El caballero de Olmedo[/caption]

La noche del estreno de El Caballero de Olmedo (Teatro Pavón de Madrid) fue una sorpresa ver a Carmen Machi recibiendo al público desde el escenario. Originariamente, no estaba previsto que la actriz madrileña participara en esta producción dirigida por Lluís Pasqual, pero una inesperada indisposición de Rosa Maria Sardá dos semanas antes del estreno llevó al director a buscar una sustituta. Esas dos semanas le bastaron a Machi para preparar el personaje de Fabia, aunque ha tenido que alternar estos ensayos con los de la nueva producción de Andrés Lima en la que ya estaba embarcada. A veces toca trabajar así en el teatro, especialmente las “monstruas” como ella .

Fabia, o sea Machi, es la celestina de los amores entre Don Alonso y doña Inés, los protagonistas de esta obra. Pero también es la maestra de ceremonias de este precioso y desnudo montaje, al que Pasqual, no sé si animado por la juventud de sus actores, ha conseguido darle un aire muy popular y en el que ha destilado su saber teatral de años en el oficio. El resultado es un montaje que nos guía por la poesía extraordinaria de Lope, a la vez que nos muestra cómo los actores se “cocinan” este divertimento. Hay que señalar que él ya hizo una megaproducción de este título para Aviñón, en 1992. Aquí una breve descripción de lo visto:

1.- El espectáculo rompe con la cuarta pared de la mano de una Fabia que desde la escena 1 introduce al público sobre lo que va a ver: al fondo del escenario, en una esquina, el elenco canta a coro (muy bien, por cierto) la canción que parece inspiró esta obra a Lope: Que de noche le mataron/ al Caballero,/la gala de Medina,/la flor de Olmedo. Así comienza la obra y así Fabia saldrá y entrará de la escena, según le toque, para anunciar el fin del primero, segundo o tercer acto.

2.- Sin apenas escenografía, el escenario está poblado por un buen número de sillas de enea en las que van tomando asiento los actores de acuerdo a sus intervenciones. Los que están sentados miran, y a veces no se sabe muy bien si como actores o como personajes de la obra, a los colegas que en ese momento están actuando. Es como si actores y público asistieran a un ensayo. El vestuario, muy sencillo e intemporal, acentúa esta sensación de ensayo: las actrices llevan faldas largas, muy pegadas al cuerpo, que estilizan sus figuras, mientras ellos visten de calle y sólo emplean algunos elementos para informar de determinadas escenas (los zahones para la corrida de toros, la túnica que viste Tello cuando se hace pasar por cura…). La excelente iluminación decide planos y cambia escenas.

3.- La música es otro de los puntales en el que se apoya este caleidoscópico montaje. No es un espectáculo flamenco, porque el verso de Lope manda, pero la música y los arreglos de Pepe Motos elevan el nivel poético del espectáculo y le dan un sello de identidad. Lo hermoso, además, es que la música flamenca convive con sorprendente naturalidad con cancioncillas populares que los actores cantan a coro y, sorpresa, ¡hasta con un tango!

[caption id="attachment_345" width="450"] Pelea de espadas durante la representación de El caballero de Olmedo[/caption]

4.- Los actores. Aquí se han unido actores de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico con otros de La Kompanya, la nueva formación que ha creado Pasqual en el Lliure con idéntico propósito que la primera: establecer un elenco más o menos estable de actores jóvenes, una cantera de intérpretes que alimente de savia nueva la profesión y que sirva también para atraer al teatro a generaciones de jóvenes. Si exceptuamos a los músicos y a Machi (que la última semana será sustituida por Sardá), en total son diez actores entregados y muy animados a esta fiesta, que recitan (asesorados por Vicente Fuentes), cantan e incluso tienen ocasión, al menos cuatro de ellos, de marcarse dos espectaculares peleas a espada y florete. Al igual que ocurre con la música, Pasqual se permite integrar juegos interpretativos, como la escena en la que Fabia y Tello aleccionan a Doña Inés en las leyes de Dios delante de su padre y que los actores interpretan como clowns. La licencia de Pasqual de finalizar con Tello llorando la muerte de Don Alonso y eliminar el final que Lope deja en boca de Fabia mejora la obra.

Tras ver este Caballero de Olmedo surgió una discusión entre algunos que compartimos la velada aquella noche: ¿Son celos o es pura envidia lo que empuja al antagonista Don Fernando a matar al protagonista Don Alonso? ¿O es intolerancia hacia el vecino del pueblo de al lado, como decía Pasqual en una entrevista? En El caballero… Don Fernando desea poseer el amor de Doña Inés y casarse con ella, amor que ha ganado Don Alonso por méritos propios; y también sufre Don Fernando por la fama, la valentía y los honores que distinguen a su oponente. Siente celos, un sentimiento primario, que implica privación de lo que se desea porque otro lo está disfrutando. El celoso cree que puede hacerse con la posesión si se la quita al que la disfruta; el envidioso, por el contrario, no aspira a recuperarla. Es improbable que tras su crimen Don Fernando obtuviera lo que desea. Pero eso a Lope no le interesó contarlo.

Image: José Manuel Ballester

José Manuel Ballester

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