Empieza a ser tradición que antes de que llegue la calma informativa de agosto, la SGAE obsequie a los medios con cierto revuelo mediático.  En 2013, por estas fechas, los miembros de su Junta Directiva retiraron el apoyo a su entonces presidente, Anton Reixa. En este año,  su actual presidente José Luis Acosta acaba de anunciar la conveniencia de convocar  elecciones “una vez resuelto el problema de la reformulación de las cuentas”, elecciones a las que probablemente él volverá a concurrir si se celebran y para las que todavía tendría bastante tiempo de maniobra al frente de la entidad.

¿A qué se refiere Acosta con el “problema de la reformulación de cuentas"? Como es público, la Asamblea de socios de la SGAE, reunida el pasado 26 de junio, no aprobó ni el informe de gestión ni las cuentas de 2013 presentadas por el Consejo de Dirección. Por extraño que parezca, y en lo que se refiere al informe de gestión, la entidad se encontró en una situación nunca antes vivida. El asunto se ha dejado en manos del Departamento Jurídico de la entidad para que lo descifre, ya que ni siquiera está prevista una situación igual en los estatutos de la entidad ni en la Ley de Asociaciones y tampoco hay jurisprudencia al respecto.

Así pues, Acosta ha enviado una carta a los socios informando de que, primero, hay que resolver este problema y, después, decidir con la Junta Directiva si se convocan elecciones. Además, el próximo otoño tendrá lugar la tramitación parlamentaria de la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual que se augura como el gran caballo de batalla para el actual sector dirigente de la Sociedad, ya que se opone profundamente a ella. Según fuentes del  Consejo de Dirección, de haber elecciones, el escenario más probable sería ya iniciado el próximo año.

A nadie se le escapa que este nuevo capítulo no solo revela las dificultades de gobernar la SGAE una vez abandonado el sistema de ordeno y mando al que estuvo sometida durante la época de Teddy Bautista, también la mala imagen pública que proyecta.  En la Sociedad convergen intereses dispares _músicos y editores discográficos, coreógrafos y autores de teatro,  guionistas y directores de cine y de televisión­ y, recientemente, editores musicales de televisión-.  Todo ello exige un equilibrio de alianzas que no es fácil de mantener.

Hay mucho dinero en juego, concretamente, la recaudación de los derechos de propiedad intelectual que generan sus 106.000 socios. Ingresos que casi en un 50% proceden en la actualidad de los derechos que pagan las televisiones. De esta manera las editoras de televisión han desterrado a las editoras discográficas del primer puesto recaudatorio dentro de la SGAE. Es ahí donde está el juego de equilibrios de la Sociedad, o en otras palabras, la lucha por el poder.

Uno de los asuntos que mantiene enfrentados a los 39 miembros de la Junta Directiva es el grupo de músicos conocido en el argot de la Sociedad como La Rueda, que copan la programación de las principales cadenas televisivas y que controlarían el mercado laboral a cambio de ceder a las editoras de TV un porcentaje de sus derechos muy superior a lo habitualmente pactado. De esta manera, acusan algunos miembros del Consejo de Dirección de la SGAE, mucho del dinero que se recauda de las televisiones vuelve a ellas, ya que estas editoras han sido creadas por las propias cadenas.  La SGAE abrió una investigación a once músicos por estas prácticas pero los afectados defienden que sus prácticas son legales.

Este asunto tiene dividida a la Junta Directiva: algunos editores/músicos  de TV están agrupados en la  asociación Anaem que representa Jesús  Gluck y están enfrentados con los dramaturgos, guionistas y directores de cine y televisión, unidos en la asociación Aunir que comanda Fermín Cabal y Acosta. Por su parte, los editores de las discográficas nacionales y multinacionales comprueban cómo sus representados  (los músicos más célebres) pierden recaudación frente a estos músicos que representan los editores de TV. José Miguel Fernández-Sastrón, líder del Colegio de Pequeño Derecho (músicos) actúa más bien como la oposición del equipo directivo. Sin embargo, no hay que olvidar que la actual Junta Directiva de la SGAE es un organismo mutable y las alianzas de hoy pueden convertirse en enemistades mañana.

El Consejo de Dirección presidido por Acosta ha recibido una herencia complicada y llena de deudas, además de que las recaudaciones han bajado notoriamente, lo que ha sido un obstáculo para ofrecer unas cuentas saneadas. Pero puede que en los cinco millones de pérdidas que se han contabilizado en 2013 algo tenga que ver el escandaloso despido de 500.000 euros de Pablo Hernández, jefe del Departamento Jurídico. La pensión de jubilación de 26.000 euros mensuales que Teddy Bautista ganó en los tribunales y que la SGAE decidió no recurrir.  O el extraordinario reparto entre los socios de 19 millones de euros, que exigieron tanto editores discográficos como de televisión, procedente del “pendiente de identificación” y que ha dejado a la SGAE sin cash.