Stanislavblog por Liz Perales

La Historia como un thriller teatral

2 octubre, 2014 13:08

[caption id="attachment_633" width="560"] Escena de Liturgia de un asesinato.[/caption]

El creciente protagonismo del autor en el teatro ha traído consigo una escritura más variada y novedosa, una mayor abundancia de géneros dramáticos, algo que también ha acusado muy positivamente la televisión. Acabo de ver un ensayo de Liturgia de un asesinato, obra de Verónica Fernández (Soria, 1971) que ya estuvo a principios de año en La casa de la portera y que desde hoy se representa en el teatro Galileo. Es un ejemplo de cómo nuestro pasado más reciente está siendo abordado e interpretado en las tablas desde puntos de vista poco comunes, en este caso a la manera de un thriller.

Ambientada en el tardofranquismo, la obra nos presenta a un policía que está investigando el asesinato de un personaje importante, el Gobernador Civil de Guadalajara. Su cuerpo aparece colgado de una soga en el salón de su finca de campo, como si se tratara de un suicidio, pero en la finca se encontraban también sus tres hijos en el momento de su muerte, lo que los convierte en sospechosos. El caso se le encarga precisamente a un policía con vínculos con la familia.

El relato tiene un tema muy hamletiano: ¿Debemos descubrir la verdad a toda costa, aunque nos resulte humillante o vergonzosa? ¿Debemos airear los trapos sucios de nuestra familia, aunque suponga acabar con ella? ¿Debemos desenterrar los fantasmas del pasado para construir el futuro, aunque el precio sea un futuro peor?  La autora lo tiene claro cuando dice: “Conocer una verdad no implica que se inicie una acción, ni que lo que se hace sea más justo o más adecuado”. Quizá en la vida conocer una verdad no inicie una acción, pero en el teatro es fuente impepinable de ella y nuestra autora lo sabe muy bien.

Fernández ha sabido seleccionar los elementos de este thriller dramático para darle atractivo: está ambientado a finales de la década de los 60, un momento de decadencia e inicio del desmoronamiento del Régimen que le permite crear un clima de misterio y dar la idea de que “algo huele a podrido”. El carácter de los tres hijos del muerto simboliza de forma eficaz  las corrientes ideológicas que en aquel momento se enfrentaban: el hijo mayor encarna las fuerzas del Régimen, el hijo mediano a la izquierda en el exilio, mientras la hija menor, Alexia, aparece como una trastornada mental. Por último, la obra se estructura como un interrogatorio ágil, con flashbacks, a cargo del policía, un individuo que se debate entre el bien y el mal.

El responsable de la puesta en escena es Antonio Guijosa, un director de la órbita de Ernesto Caballero. La noche del ensayo el equipo ajustaba luces y el espacio, mucho más grande que las proporciones mínimas de La casa de la portera. Los cuatro hacen un buen trabajo: Mon Ceballos, como el policía; Rodrigo Sáenz de Heredia como el hijo débil y estúpido, heredero ideológico del padre; Fael García, como su opuesto, un tipo mercurial exiliado en París. Me gustó especialmente Marian Arahuetes, una joven actriz que no conocía aunque ha hecho varios trabajos teatrales y en series de televisión; aquí confiere dulzura y al mismo tiempo temperamento a su personaje de hija aquejada de un indecible trastorno mental y con una extraña relación con su padre.

La autora siente que con esta obra vuelve a su casa, el teatro. Ella es una autora curtida en el cine y la televisión, medios que acusan más esta variedad de géneros de los que hablaba al principio. Ha escrito películas como El Bola (Achero Mañas), Ismael (Marcelo Pyñeiro) o Marsella (Belén Macías), y ha trabajado en multitud de series de televisión (Hospital central, El comisario, El príncipe…), un medio que, según confiesa, le divierte bastante. Sus inicios, sin embargo, fueron en las tablas a las que ha vuelto en tres ocasiones: con Presas, que escribió mano a mano con Ignacio del Moral, con Serena Apocalipsis, una distopía futurista que estrenó en el Centro Dramático Nacional dentro del ciclo Escritos en la escena y, ahora, con Liturgia de un asesinato.  Todas ellas tienen un componente social importante porque, según dice, “necesitamos interpretar lo que ha pasado”. Ha creado compañía con Guijosa, Serena Producciones, que esperemos dé muchos más frutos.

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