[caption id="attachment_766" width="510"] Amparó Baró en un momento de la obra 'Agosto'[/caption]

Amparo Baró se ha ido y sé que los más jóvenes la recordarán como actriz de comedia por la célebre 7 vidas. Yo, sin embargo, guardo en mi memoria las dos únicas veces que la vi en el teatro, dos momentos que dan testimonio de una actriz que también hizo papeles dramáticos y por los que mereció salir por la puerta grande. Me refiero a cuando estrenó Agosto, de Tracy Letts, en el Centro Dramático Nacional, y cuando pisó por primera vez al teatro romano de Mérida para recoger el Premio Ceres.

La escena final de Agosto la tengo grabada en mi memora. Amparo es Violet subiendo por las escaleras de la extraordinaria casa que diseñó el escenógrafo Max Glaenzel para esa producción. Violet no encuentra a nadie, toda su familia la ha ido abandonando, sus tres hijas hartas de su carácter autoritario, de su egoísmo malintencionado, de sus reproches crueles, de su dependencia de las drogas…del infierno en que ha convertido la vida en aquella casa. Y vemos a Violet/Baró, después de tres horas de función, subiendo los peldaños con el aliento entrecortado y gritando el nombre de Johna, la criada india a la que nunca prestó atención. Hasta que alcanza el último piso, entra en la estancia de Johna y muere en los brazos de esa extraña. Desolador.

La obra duraba algo más de tres horas pero creo que me podría haber tragado otras tres más sin problema. Era un melodrama en la tradición del teatro americano de Tennesse Williams y O’Neill, pero con personajes actuales y un elenco en estado de gracia. Me cuenta el director de la obra, Gerardo Vera, que nunca había trabajado con Amparo, pero lo primero que hizo cuando fue nombrado director del CDN fue llamarla para ofrecerle Divinas Palabras: “Ella, que era muy lista, debió suponer que la llenaría de barro y, claro, lo rechazó. Luego la volví a llamar en otras ocasiones, pero no fue hasta que le envié Agosto que me devolvió inmediatamente la llamada para decirme que sí”.

Baró, nacida en Barcelona en 1937, procedía del TEU y se curtió en las tablas con directores como Marsillach y José María Morera. Pertenecía a la generación de actrices que poblaron los escenarios en los 60 y 70 como Amparo Soler Leal, las hermanas Gutiérrez Caba, María Asquerino, Julieta Serrano o Mayrata O’Wisiedo.  Actrices muy rigurosas y disciplinadas, cuya escuela fue la práctica y que en el caso de Baró tuvieron compañía propia (con Luis Prendes y Manuel Galiana). Hizo a  Mihura y otros títulos como Frankie y la boda, de Carson McCullers o Casa de muñecas, uno de sus grandes éxitos. A Marsillach le unía una gran amistad y un gran cariño, trabajó con él en varias ocasiones, tanto en teatro como en televisión. Colaboró también mucho con Jaime de Armiñán (Diálogo de carmelitas, Los buenos días perdidos).

El otro gran momento en el que vi a Baró fue en el teatro romano de Mérida, hace dos veranos, cuando recogió una noche de agosto el premio Ceres a la mejor interpretación femenina 2013. Es habitual que los actores se emocionen cuando pisan las milenarias piedras del teatro, el lugar es hermoso y muchos creen que concentra los espíritus de los actores que les han precedido. En el imponente escenario presidido por la diosa Ceres vi a Amparo chiquitita y frágil: “Me tiemblan las piernas de la emoción por estar aquí”, vino a decir lacónicamente. Los del Jurado sabíamos que ella no recogía premios, que siempre se negaba a ir a recibirlos, pero en esta ocasión había cambiado de opinión, también había dicho que sí a Jesús Cimarro, el director del Festival.

A la mañana siguiente, recuerdo que me la encontré en el hall del hotel, le dije que me había emocionado viéndola en el teatro romano y que su trabajo en Agosto era sensacional. Y le pregunté si iba a seguir haciendo teatro. Me dijo que claro, que había vuelto para quedarse. Hoy Vera me cuenta que tenía previsto estrenar este año María Kowalska, una pieza sobre una monja católica polaca.

Estas son las dos escenas que me llevo de Amparo. Vera me cuenta que después de tanto cómo ha compartido con ella en su memoria quedará grabada la escena de ayer, cuando acudió al hospital a despedir a su amiga, junto con Carmen Machi. “La vi peleando hasta el último minuto, la muerte rondando y ella luchando por estar con nosotros, se le iluminaban los ojos cuando miraba a Carmen. Ellas se hicieron muy amigas durante las representaciones de Agosto, muy cómplices. Para mí Amparo era de mi familia, siento un vacío enorme”.