[caption id="attachment_920" width="560"] Eva Rufo es Nadia Stalin. Foto: Blanca Serrano[/caption]

El Frinje de Madrid cruza ya su ecuador. Me he dejado caer por él, en las Naves del Matadero, con ánimo de ver varios espectáculos como quien va a los toros. El primero de los que he visto -Dévoration- fue un flojo de origen francés que pedía a gritos una faena de aliño, sin que ésta llegara para aburrimiento del respetable. Pero en el segundo me topé con La mujer del monstruo, pieza inspirada en las esposas o amantes de cinco dictadores de la Europa del siglo XX, escrita en apenas tres días de este mes de julio por cinco autores desconocidos y montada por Salvador Bolta en dos semanas, con la colaboración de otras cinco actrices estupendas. Aunque la pieza todavía muestra sus hilvanes, apunta que tendrá un recorrido más largo.

La mujer del monstruo nace de un taller de dramaturgia impartido en el Frinje por Alberto Conejero, que ha propuesto a sus alumnos investigar sobre la estrecha relación que existe entre el horror y el amor a partir de cinco mujeres cercanas a otros tantos dictadores europeos. Los autores han seleccionado a Nadia Stalin (escrito por Paula Iwasaki), la mujer del dirigente ruso;  la periodista Margheritta Sarfatti, amante de un joven Mussolini (por Nieves Rodríguez); Carmen Polo de Franco (Sergio Martínez Vila);  Magda Goebbels (Carlos González Otero) y Elena Ceaucescu (Xabier López Askasibar).

En contra de lo que pueda pensarse, se trata de un espectáculo que combina momentos trágicos con otros de humor y que si algo revela es lo atractivo que resultan las vidas de estas mujeres como material dramatúrgico. La pieza se estructura en cinco monólogos, uno por cada autor, en el que cada actriz va presentando su personaje. El tono más trágico de la obra es al comienzo, con el conmovedor testimonio de Nadia, a quien da vida la actriz Eva Rufo. Cuenta cómo conoció a Koba (cuando ella tenía dos o tres años) y cómo terminó suicidándose, un hecho que  fue transformado públicamente en muerte natural, de acuerdo a una de las modalidades más elocuentes que tenía Stalin para destruir la verdad. Es evidente que el final de Nadia es una acusación política y personal contra él.

La segunda en aparecer es la amante de Mussolini, que interpreta la actriz Amparo Vega-León; se presenta desnuda, recordando que, siendo de origen judío, se salvó de la suerte de morir en Austwicht, como le ocurrió a su hermana. ¡Ah, paradojas de la vida! Resulta que la periodista y erudita Sarfatti fue una de los grandes apoyos culturales de Mussolini a principios de siglo XX, cuando este todavía no había alcanzado el poder. Fue impulsora de los movimientos de vanguardia pero, finalmente, tuvo que escapar del fascismo que tanto había contribuido a apoyar y a engrandecer.  Por eso es patente su rebeldía contra el dictador.

[caption id="attachment_922" width="560"] Ana Wagener caracterizada como Carmen Polo. Foto: Blanca Serrano[/caption]

El tono de la obra deviene en parodia cuando entra Ana Wagener caracterizada como Carmen Polo, una mujer beata, clasista, esperpéntica… con un texto chistoso por sus ideas tan antidemocráticas pero también porque el público identifica rápidamente muchas de las referencias políticas que da. La Carmen Polo de Wagener es neorrealista y “azconita” y le ha cogido muy bien ese tono al personaje.

Por su parte, Isabel Stoffel da vida a una mujer más inquietante, la esposa de Goebbels que también fue amante de Hitler; su relación se mueve más en el terreno ideológico que sexual. Y es patente que su comunión con el dictador tiene que ver con su ambición política y su fanatismo ideológico: someter al mundo. Como música ambiente se escucha Tristán e Isolda, de Wagner, el compositor antisemita que tanto influyó en los nazis.  Y, por último, volvemos a la parodia y a la farsa con Elena Ceaucescu, interpretada por Natalie Pinot. Si algo comparte con Carmen y la Goebbels es su egoísmo y su idea de que ella es una especie de madre de la nación rumana.

La escena final, en la que Sergio Martínez Vila muestra su talento para confeccionar diálogos originales y humorísticos es un fin de fiesta en el que confluyen todos los personajes en una especie de “moridero”. Durante este encuentro de cinco muertas después de la vida,  éstas ajustan cuentas y hablan sobre su grado de complicidad en las atrocidades de sus parejas sentimentales. ¿Sabían o no sabían lo que estaba ocurriendo?, es la cuestión. ¿Prefieren escudarse en que “yo no conocía las actividades ilegales de mi marido”?

[caption id="attachment_921" width="560"] Isabel Stoffel interpreta a la esposa de Goebbels. Foto: Blanca Serrano[/caption]

Antes de terminar vuelvo a Devoration, pues me dijeron que había inaugurado el Festival de Almada (Portugal) y, me pregunto qué vieron los lusos y los programadores del Frinje en este espectáculo del Théatre du Balèti. A mí me pareció un insufrible montaje en la senda del teatro posdramático que concentra todos los tópicos que uno cabe imaginarse de esta estética y que, dicho sea de paso, me resulta déja vu: taquicardia de los actores que se tiran al suelo como si sufrieran un ataque nervioso durante los diez primeros minutos de la obra, pianista mona que se desnuda a la primera de cambio para tocar el piano, mujer besuqueada en el suelo por cuatro hombres que le tocan sus extremidades (y no otras partes más sensibles), ese persistente abrigo de pelo sintético que cubre a la actriz semidesnuda mientras recita frases existencialistas, la pistolita para el momento de regresión a la infancia y recuerdo de una madre castradora, huevos tirados al suelo… En fin, una ensalada de argumentos fragmentados, sin orden ni concierto, de una pretenciosidad estomagante. 

Pero un espectáculo de lenta digestión no debe ser un obstáculo para que vayan al Frinje. Se respira un animoso y creativo ambiente, especialmente con las actividades localizadas en torno a los laboratorios. En medio de una variopinta programación, estos talleres de práctica escénica están dando frutos sabrosos, inspirados en una filosofía simple: escribir y construir espectáculos durante el Festival y exhibirlos ahí también. Se organizan en torno a un dramaturgo o a varios, que actúan como coordinadores: Ignacio García May y Marc Montserrat han impartido uno sobre redes sociales dirigido a intérpretes; el argentino Alejandro Tantanian lo ha orientado a los actores; José Gabriel López Antuñano hacia la crítica teatral y Fernando Soto ha levantado una obra a partir de otro taller sobre el tema de los inmigrantes. Invernadero es la última creación, nacida del taller de  José Manuel Mora, y que podrá verse del 23 al 25 de julio.