En esta temporada he visto en los escenarios cómo naufragaban textos por el empeño de sus autores en ocuparse también de la puesta en escena. El último ejemplo es Los guapos, de David Trueba, en el Teatro María Guerrero. Es una idea chocante creer que el autor de una obra no siempre es el más adecuado para escenificarla, puesto que se supone que antes la imaginó en su cabeza, pero una mirada externa y con oficio elimina sobrante y puede descubrir aspectos de la obra que ni siquiera él había pensado.

He visto un mismo título en dos producciones teatrales distintas, una dirigida por su autor y otra por un director, y he comprobado cómo crecía en rumbo la dirigida por este último y la enriquecía con sus aportaciones escénicas. También se da lo contrario, cuando el director malinterpreta el texto, y encontramos igualmente figuras en nuestro teatro que asumen con éxito las dos labores, escribir y dirigir y hasta actuar; son casos que en su mayoría han trabajado en algún momento de su vida con una compañía de actores más o menos estable, asumiendo distintos roles.

Es el caso de Alfredo Sanzol, autor y director él, y responsable máximo del Centro Dramático Nacional (CDN). Ha dado la oportunidad al escritor y director de cine David Trueba de estrenarse en el teatro. Después de ver el desacierto de Los guapos, me pregunto si no hay nadie en el CDN que supervise, ayude o asesore a los artistas que contrata, especialmente cuando se trata de Trueba, un escritor con prestigio literario que debuta en el teatro. Sé que es un tema delicado inmiscuirse en el proceso de creación del artista, pero una todavía cree que el teatro es cosa colectiva, en el que hay que remar todos juntos en la consecución del mejor resultado. Y esto de Trueba tenía mejor arreglo.

Después de ver el desacierto de 'Los guapos', me pregunto si no hay nadie en el CDN que supervise, ayude o asesore a los artistas que contrata

Los guapos es una historia sencilla y sin pretensiones escrita con buena prosa. Un relato realista bien dialogado, con algunos golpes ingeniosos, que se sigue bien y que hacia el desenlace crea intriga dejando el final abierto. El texto, sin embargo, peca en exceso de narrativo y, aunque el director recurre a los “apartes” para distinguir el pensamiento íntimo de los personajes de la acción, fórmula que le permitiría ganar cierto vuelo teatral para contrarrestar la falta de tensión del diálogo, su manejo escénico es bisoño.

Trueba es un autor realista, también se ha desenvuelto bien en el cine, donde la imagen impone un lenguaje denotativo. Pero el teatro es el ámbito de la metáfora, de la connotación, de la cosa sugerida o evocada, ahí radica su fuerza. Lo que un experimentado director de escena hubiera sabido resolver teatralmente, aquí se sortea de una manera prosaica.

Un momento de 'Los guapos', de David Trueba, en el Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional). Foto: Luz Soria

La estructura, en tres actos, sigue el patrón de salidas de los actores con fundido a negro. Tampoco ayuda la escenografia de Beatriz San Juan, pobre estéticamente, se supone que estamos en un bar de barrio, pero esto se parece más a un aséptico, desangelado y funcional bar de facultad o de polígono industrial, de una frialdad únicamente corregida por una máquina recreativa y un muro de cajas de vino de colores apiladas. Es un problema también de escala, hay demasiado vacío en el escenario del María Guerrero.

Trueba nos habla de la suerte que han corrido dos amigos que lo fueron de adolescentes y algo más, y que se reencuentran mucho años después. Los protagonistas nos remiten con sus recuerdos a un ambiente urbano, de barrio madrileño ochentero que terminará estragado por las drogas y que, en el caso de ella, derivará en una historia de yonqui tan sórdida como suelen ser casi todas las historias de yonquis. Sin embargo, él es un caso de éxito profesional, salió del barrio justo a tiempo. Pero, ¿y ahora?, ¿queda algo que les una?, ¿de qué sirve este encuentro?, ¿es solo un ejercicio de nostalgia? No, claro que no.

Anna Alarcón y Vito Sanz interpretan a sus personajes correctamente. Lo tiene más fácil Vito Sanz, con su abogado que no logró llegar a ser un Felipe González de la política, pero sí ganar pleitos en Estrasburgo que le han procurado fama y posición social. Alarcón tiene un terrible hándicap, la falta de capacidad de su personaje para generar empatía. Es una exyonqui que cae en un victimismo soporífero y reiterativo. Aun coincidiendo con el autor en que en la vida hay dos vías para circular —una por la que van los ricos y otra, los pobres—, logra difícilmente despertar un sentimiento de conmiseración.

Los guapos

Hasta el 9 de junio en el Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional)

Texto y dirección

David Trueba

Reparto

Anna Alarcón y Vito Sanz

Escenografía y vestuario

Beatriz San Juan

Iluminación

Pedro Yagüe

Música y espacio sonoro

Iñaki Estrada

Asesoría de movimiento

Carla Tovias

Producción

Centro Dramático Nacional y Bitò Producciones