Giorgio Faletti, el fútbol y algo más
Giorgio Faletti, nombre con reminiscencias musicales y futbolísticas (Giacinto Facchetti, gran jugador del Inter). El caso es que nuestro novelista fue antes cantante (y actor) y que Tres actos y dos partes (Anagrama) gravita en torno al mundo del fútbol. Si bien su alcance es mayor, la novela se suma a la creciente bibliografía –muy nutrida por británicos y latinoamericanos- de relatos sobre el fútbol.
Faletti se había acreditado entre sus lectores, según me informo, manejando la intriga y el suspense y vuelve a emplear –entiendo que de otra manera- estos ingredientes en Tres actos y dos partes.
El narrador, en primera persona, es un hombre mayor, utilero de un club de fútbol de segunda división y de provincias, que está a punto de jugar el partido de su vida, el que le llevará de nuevo –caso de victoria- al Olimpo de la primera división.
¿Qué sucederá? Es uno de los elementos que levanta expectativas en la trama, aunque tal vez no sea el principal. El utilero –treinta años en el mismo modesto oficio- pasó en su día por la cárcel debido a una corruptela en sus juveniles y poco gloriosos tiempos de boxeador. Es un hombre cansado, poco optimista, que lleva encima sin aspavientos la pesadez de la derrota, la culpa y la viudedad, pero pronto sabremos que un amor aún incipiente puede tirar de él hacia arriba y que en su hijo futbolista –de su propio equipo- deposita vicariamente esperanzas de que se cumplan sueños que él no pudo satisfacer. Pero hay amenazas, amenazas acordes con estos momentos de corrupción en el fútbol y en casi todo. De manera que la novela se las apaña para ofrecer al menos tres líneas de incertidumbre –el partido, el romance y el hijo- que captarán la atención del lector.
De todos modos, los méritos de Faletti se concentran en la escritura, en una prosa de frases cortas que, mientras describe la hipotensa vida provinciana, fijando la psicología del protagonista y construyendo personajes, encuentra hueco para desgranar reflexiones breves sobre muchas cosas, generalmente pesimistas, a veces de ácido y amargo humor.
Se puede apreciar en Tres actos y dos partes, retrato de una realidad y de una época, una conexión con los realistas italianos del cine y de la literatura de posguerra, aunque Faletti resulte menos contundente y más ligero que aquellos.
Me voy, como otras veces, a una veta que no es necesariamente la central, pero que tiene gran importancia en la novela: el amor, las relaciones sentimentales.
El narrador anota: “Me pregunté si el fin de la pasión se convertiría en ternura o en ganas de escapar”. No necesita glosa esta observación. Tampoco otra que el mismo narrador brinda unas líneas más arriba: “Lo más difícil del mundo es encontrar a alguien que nos acepte como somos”.
Digamos, no obstante, en reflexión colateral, que, generalmente, la insistencia del otro –ese alguien que hemos encontrado- por cambiarnos es, como poco, directamente proporcional a nuestra resistencia a cambiar. O viceversa.