Ciencia

"La cirugía es el motor de la investigación"

Enrique Moreno González

17 octubre, 1999 02:00

El cirujano Enrique Moreno González y el neurobiólogo Ricardo Miledi reciben esta semana el Premio Príncipe de Asturias. Moreno González, que considera que la cirugía española vive momentos de esplendor, está considerado como una auténtica autoridad en trasplantes de hígado. Por su parte, Ricardo Miledi es calificado como un clásico en la investigación de los mecanismos neuromusculares.

Iba para estomatólogo pero la cirugía general lo cautivó. Interesado por la patología del hígado, Enrique Moreno González realizó su tesis sobre trasplantes hepáticos en 1972, pero tuvo que esperar hasta 1986 para llevar a cabo el primero en el Hospital Doce de Octubre de Madrid. Desde entonces su equipo ha realizado 700 trasplantes y está considerado como uno de los cinco grupos europeos con mayor índice de éxito. Satisfecho con la concesión del Premio Príncipe de Asturias, Enrique Moreno González dedica este galardón a la cirugía española y a todos sus profesionales, a los que califica de excelentes investigadores, y asegura que nada de lo que ha hecho hubiera sido posible sin una sanidad pública como la que España posee.

-¿Cuando decidió dedicarse a la cirugía y por qué se interesó por el hígado en concreto?
-Mi padre era médico odontólogo y yo estudié estomatología. Al realizar las prácticas internas en el área de cirugía en un principio pensé dedicarme a la cirugía maxilofacial, pero finalmente me ganó la cirugía general. En 1963 se realizó el primer trasplante hepático en Estados Unidos y, en 1965, después de haber leído toda la documentación que se publicó sobre ello, decidí hacer mi tesis doctoral sobre trasplante hepático.
Tuve la gran suerte de que elegí como director de tesis al doctor Carrato, que por aquel entonces era presidente del CSIC y director del Instituto Cajal. En este centro de investigación trabajé como responsable de Ciencia Experimental durante seis años. Pero muy pronto me di cuenta de la dificultad que entrañaba el tema de mi tesis y en 1969 viajé a Estados Unidos para finalizarla allí. Volví en 1972, leí mi tesis y comprendí que mi estancia me había servido para aprender inglés, utilizar la metodología estadounidense, estudiar mucho, practicar ciencia experimental y técnicas quirúrgicas, pero no mucho más porque en España era imposible aplicar el trasplante hepático.

Prejuicios sociales

-¿En España no se podían hacer trasplantes por falta de medios o por prejuicios sociales?
-Por todo en general. Existía un vacío legal sobre trasplantes y hubo que esperar a 1976 para que aprobase un Decreto que establecía la utilización de órganos procedentes de cadáver, aceptando el concepto de muerte cerebral. Además, la sociedad no estaba preparada para recibir estas técnicas de trasplante, y no lo estuvo hasta los años 1982-1986. Así pues decidí seguir trabajando en cirugía experimental y de cáncer y esperar. Durante todo ese tiempo viajé en varias ocasiones a Estados Unidos para ampliar mis estudios, y tuve la oportunidad de trabajar con el profesor Roy Calne. Allí confirmé que en España aún no se aceptarían estas técnicas quirúrgicas. En aquellos momentos sólo se utilizaban cadáveres de personas que habían fallecido de asistolia, de parada cardiaca. Los resultados eran francamente malos y yo no podía comenzar aquí de esta forma. España es muy crítica, a Dios gracias, y yo era consciente de que si fracasaba nunca más se me permitiría volver a intentarlo. Además, no podíamos reproducir el modelo estadounidense a nuestro país.

-¿Por qué? ¿Existe tanta diferencia entre la sociedad estadounidense y la nuestra?
-Sí, nosotros somos mucho más respetuosos con la sociedad y tenemos una sanidad pública fuerte donde el protagonismo individual no existe, quizá porque los profesionales de la medicina rehusamos a tenerlo, afortunadamente. Aquí nadie haría un trasplante hepático utilizando hígado de una especie animal distinta a la humana. En Estados Unidos se han utilizado órganos de animales para trasplantes de corazón, de riñón y de hígado. En 1970 asistí a una intervención de este tipo en Denver, y cuando a los 21 días el paciente falleció, reafirmé mi opinión de que yo nunca lo habría hecho sin al menos la certeza de contar con un 80% de probabilidades de éxito. También tengo que reconocer que si yo pude realizar trasplantes en España fue gracias a lo mucho que aprendí en Estados Unidos, sobre todo con el profesor Starzl.

-¿Cuando llegó el momento en el que pensó que sería posible realizar un trasplante de hígado?
-En 1986, aunque el primer trasplante de hígado ya lo había llevado a cabo el doctor Margaride en Barcelona un año antes. Decidimos seguir adelante una vez que ya habíamos finalizado todos los estudios teóricos, cuando ya se había formado un grupo de médicos en trasplante y cuando pensamos que estábamos en disposición de hacerlo con éxito, como verdaderamente así fue. De hecho aún viven muchos de los primeros enfermos trasplantados.

-¿Cuándo se considera que a un paciente se le debe someter a un trasplante de hígado?
-La sustitución de cualquier órgano está indicada cuando éste deja de funcionar bruscamente o como consecuencia de una larga enfermedad. En el caso de un enfermo renal, puede vivir durante años gracias a la diálisis, pero cuando un hígado deja de funcionar el paciente fallece. Sabemos el tiempo, con un régimen de error muy bajo, de cuánto va a vivir el enfermo, que entra en lista de espera de trasplante cuando le queda entre seis y doce meses de vida. Nosotros, en este Hospital, en la actualidad tenemos una lista de espera formada por una cuarentena de pacientes. Desgraciadamente algunos de ellos no reciben a tiempo un órgano.

Plena seguridad

-Después de trece años realizando trasplantes, ¿qué siente cuando triunfa y qué cuando fracasa?
-El triunfo del médico es la curación y el fracaso la no curación, el retrasplante o la muerte del enfermo. La última es poco frecuente porque todo está suficientemente bien estudiado. En el acto operatorio es muy raro que un paciente fallezca, al igual que en el postoperatorio. Pero cuando ocurre es algo inolvidable. Aunque las familias no lo crean sentimos la pena más grande, la tristeza más profunda, como si algo nos impidiera continuar. Pero el cirujano está, por disciplina, acostumbrado a levantarse y seguir trabajando. Por eso mismo, siempre entramos en una nueva operación con la idea de que sea algo de que tengamos probabilidad de que salga bien, si no al 100%, al menos en un 80%. La metodología, la investigación, repitiendo el experimento cientos de veces, acercándonos a través de la cirugía clínica a esa misma técnica. Tanto es así que el primer trasplante que realizamos estaba todo tan medido y ajustado que salió perfecto.

Trabajar intensamente


Cuando todo sale bien: uno podría decir de la forma más tierna que la alegría más tremenda, sin embargo creo que la primera sensación es de descanso, con el orgullo, quizá no desmedido, de comprobar que lo pensamos bien, lo estudiamos bien y trabajamos intensamente para conseguirlo.

-El Jurado del Premio Príncipe de Asturias, al hacer público el fallo lo calificó de auténtico innovador de técnicas quirúrgicas aplicadas a trasplantes. ¿Cuáles son?
-Todos los cirujanos han incorporado determinadas mejoras a los procedimientos. He de decir que nuestro grupo es el que más ha trabajado para reducir la morbilidad del trasplante y en la no utilización de la circulación extracorpórea. Cuando se lleva a cabo un trasplante hay que quitar el hígado y para ello hay que detener la sangre que fluye por la vena cava y la sangre de los riñones. También hay que detener la sangre que viene de la vena porta y que es la que procede de los intestinos, del bazo y que representa las 2/3 partes del flujo que recibe la aurícula derecha del corazón. A veces ocurre que el organismo no lo tolera. Entonces se hace salir la sangre a través de una serie de tubos que pasan por una centrífuga. La sangre que extraemos de la vena porta con un tubo y de la vena cava a través de la vena femoral pasa a un circuito extracorpóreo y vuelve a reintroducirse a través de la vena axilar o la yugular. De esta forma el corazón recibe la misma cantidad de sangre que manda a través del ventrículo con lo cual hemodinámicamente el corazón no tiene ninguna repercusión. Sin embargo, la circulación extracorpórea provoca problemas respiratorios, insuficiencia renal, cambios importantes de la temperatura corporal y alteraciones en la coagulación que poco a poco nos indujo a cambiar ese sistema y a no utilizarlo.
También hemos aplicado técnicas de anastómosis de la vena porta o de suturas vasculares sobre la arteria. Hemos utilizado arterias de bajo flujo, más pequeñas, de ahí que trombosis o alteraciones de las uniones vasculares en nuestro equipo sean verdaderamente excepcionales. No en vano, de los 62 grupos de trasplante que trabajan en toda Europa, ocupamos el noveno puesto y nos encontramos dentro de los cinco con más éxito.

Características especiales

-Además de continuar con la realización de trasplantes, ¿en qué trabajan a nivel experimental?
-En todos los procedimientos relacionados con la utilización de donantes vivos, en el aprovechamiento de órganos parciales, de segmentos hepáticos. En este último campo ya tenemos una relativa experiencia puesto que hemos llevado a cabo 57 trasplantes con hígados reducidos, utilizando la mayor parte para un adulto y la menor para un adulto. Esto no siempre es posible porque el hígado donante ha de poseer unas características especiales: tener un gran tamaño, ser microscópicamente normal, que proceda de un donante joven, lo cual, gracias a Dios cada vez es menos frecuente porque nuestros jóvenes son cada día más prudentes a la hora de conducir. Esta posibilidad aumenta el número de trasplantes pero no en la medida suficiente. Por esto las perspectivas, aunque no con una aplicación clínica a corto plazo, son la búsqueda de animales que, genéticamente manipulados nos permitan obtener hígados aptos para humanos.

-¿De entre todos los animales domésticos, el cerdo parece ser el mejor candidato para donar hígados que puedan trasplantarse a humanos?
-Es muy triste decirlo pero el cerdo es muy parecido al hombre y presenta una serie de ventajas: su hígado funciona bien, resiste muy bien todos los procedimientos de aislamiento así como a la isquemia y a los fármacos, y además posee una serie de características inmunológicas que permite que sus órganos sean bien tolerados por bastantes especies animales. El único inconveniente, y de ahí la necesidad de que estos animales deberían ser transgénicos, sería aproximar las funciones de su hígado al del hombre. Por ejemplo, el hígado del cerdo tiene un metabolismo del ácido úrico y del cobre diferentes al humano. Estamos hablando de un órgano del que se conocen muy pocas de sus funciones. De las 1.500 funciones que se supone realiza, tan sólo conocemos unas cuarenta.

-Usted conocía su candidatura al Premio Príncipe de Asturias, y también que competía con auténticas autoridades científicas no sólo españolas sino del resto del mundo. ¿Cuál fue su primera reacción cuando supo que finalmente había sido elegido junto con el Profesor Miledi?
-Sorpresa porque pensé que no me elegirían a mí, pero al fin y al cabo es el resultado de una postulación. El Colegio Oficial de Médicos presentó mi candidatura, apoyada por personas y organismos de otros países. El Jurado, compuesto por presidentes de Academias, catedráticos, Rectores de Universidades, indudablemente con un peso específico que yo no tengo, decidieron concederlo al profesor Miledi y a mí. Al principio uno no se lo cree puesto que hay personas con muchos más méritos para conseguir este premio. Seguramente yo podría encontrar diez compañeros tan merecedores de este galardón como yo.

Investigación día a día


En el terreno profesional sentí una gran alegría porque por fin se premia a la cirugía. Por fin se reconoce que los cirujanos investigamos día a día porque reproducimos, en cierto sentido, ejemplos en el laboratorio que sirven para la experimentación. Por fin se acuerdan de los cirujanos en la personalidad de uno. Porque en nuestro país hay cirujanos excepcionales. A través de este premio, la sociedad puede comprender que tenemos una cirugía excelente y una red hospitalaria muy buena. Pero además, en lo que refiere a trasplantes, nuestro país se merece una matrícula de honor, cómo la Organización Nacional de Trasplantes lleva a cabo su trabajo y cómo los medios de comunicación han sabido informar.

-¿En qué medida cree que este Premio puede alterar su vida normal?
-Yo siempre me he preguntado cómo las personas públicas pueden vivir saliendo en los periódicos.Yo siempre he tratado de abstraerme en mi trabajo. El premio Príncipe de Asturias es muy importante pero no altera para nada mi vida. El día 22 estaré en Oviedo pero el 21 o el 23 seguramente estaré trabajando. Cuando los premios aparecen de una forma lógica, a los 60 años, ya uno ha tenido que hacer catorce oposiciones, entre ellas a la cátedra de Patología Quirúrgica, y una de las cosas más importantes de mi vida, ingresar en la Real Academia de Medicina. Allí, personas mayores que yo me han dado su ejemplo de humildad. Mi cuerpo está acostumbrado a un tipo de lluvia y, aunque arrecie, no me mojo del todo por dentro.