Image: David Attenborough

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Ciencia

David Attenborough

“Es obligación de los divulgadores científicos ayudar a que la gente tenga criterio”

23 octubre, 2009 02:00

David Attenborogh en el documental La vida a sangre fría

El naturalista David Attenborough recibe hoy el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales por "sus estudios de la Tierra y de los seres vivos". El Cultural habla con el divulgador sobre su obra.

Ni Humboldt, ni Lamark ni Wallace ni un naturalista total llamado Charles Darwin llegaron a sospechar de las posibilidades de un medio como la televisión para acercar al gran público el mundo que nos rodea. David Attenborough (Londres, 1926) es, lo sepa o no, heredero de todos ellos en su obsesión por difundir las claves que rigen el orden de la naturaleza y los factores de la biodiversidad.
-¿Cree que los naturalistas son una especie en peligro de extinción?
-No me preocupa si están o no en peligro de extinción porque tengo la seguridad de que, pase lo que pase, siempre habrá gente concienciada y comprometida con la naturaleza.

-¿Le preocupa el cambio climático, cuál cree que serán sus efectos?
-Los efectos del cambio climático serán catastróficos y a escala mundial, sin que nadie pueda escapar a su alcance. Es por eso urgente y prioritario reaccionar con todo lo que esté en nuestras manos para minimizar unos efectos que ya han empezado a notarse en algunas zonas.

-¿Cree que su labor ha conseguido sensibilizar al gran público sobre la problemática que vive el medio ambiente?
-Según datos de Naciones Unidas, más de la mitad de la población del planeta vive en zonas urbanas. Lo que significa que la mayoría de los seres humanos que pueblan hoy el mundo está desconectada, en mayor o menor medida, de la naturaleza. Algunos incluso se pasan semanas sin ver con sus propios ojos algún animal salvaje que no sea una paloma o una rata. Y ocurre, paradójicamente, que nuestra conciencia de la naturaleza y del medio ambiente es hoy mucho más activa que nunca antes en la historia. La televisión misma ha servido de enlace entre esos dos mundos tan alejados. Espero, al menos, que los programas que he realizado en estos años hayan contribuido a tal causa.

-Sin embargo, algunos de los postulados de Darwin siguen sin calar en algunos sectores de nuestra sociedad. ¿Cómo se explica esto?
-Para ciertas personas, algunas de las conclusiones de Darwin sobre el origen de la vida entran en conflicto con sus creencias religiosas. No es la opinión que yo tengo al respecto, desde luego. La realidad sobre la evolución orgánica de las especies es un proceso que se explica en base a hechos científicos, empíricos. El pensamiento religioso se rige por otro tipo de cuestiones. El problema adquiere contundencia cuando esta misma gente no acepta dichas teorías científicas en tanto que contradicen la Creación tal cual fue escrita en el libro de Génesis hace más de dos mil años. Los propios líderes de la Iglesia católica, y me refiero tanto a los que están en Roma como en Canterbury, han aceptado que el relato bíblico no puede ser interpretado siempre de manera literal y que por lo tanto no hay motivo para el conflicto entre ambos puntos de vista. Ocurre, pese a todo esto, que hay gente empeñada en no cuestionar nada que tenga que ver con sus creencias religiosas y a aceptar, a pies juntillas, el relato de la creación tal cual viene escrito en las Sagradas Escrituras.

El evolucionismo de Darwin está siendo uno de los temas estrella de este año en el que se cumplen 200 años de su nacimiento. Como un homenaje al científico inglés, Attenborough se aferra al hecho científico: "Las preguntas son la base de la ciencia. Lo importante es que las preguntas científicas han de ser respondidas con hechos".

-¿De qué forma se considera heredero de Darwin?
-De ninguna manera. No soy un investigador, sino un divulgador. Condición que, debido al papel protagonista de la televisión en los medios de comunicación actuales, a veces se ve desvirtuada. Entiendo la confusión, pues para alguna gente soy la única persona que conocen que les habla de los animales y las plantas en términos científicos. Para cualquiera que se dedique a estos menesteres en el siglo XXI habrá de hacerlo necesariamente desde la historia de la vida en sentido evolutivo que enunció Darwin hace 150 años. Lo que no nos convierte en herederos directos de él, sino en productos de nuestro tiempo.

Los sonidos de la Tierra
La divulgación ha sido su vida. A los 80 años se "regaló" un viaje a las islas Galápagos para filmar las míticas tortugas gigantes. "Ha sacado los documentales de historia natural del páramos de la oscuridad para llevarlos a las más altas cumbres de la conciencia global", ha señalado Tim Kelly, presidente de National Geographic global Media. Estos días el canal Odisea emite títulos como La vida a sangre fría, Charles Darwin y el árbol de la vida, Los sonidos de la Tierra y El pájaro jardinero.
-De su larga experiencia en la divulgación científica, ¿cuál considera su gran aportación?
-Mi único mérito ha sido el de contribuir a dar una visión global de la historia natural del mundo en términos extrapolables e inteligibles para todas las personas. Un punto de vista fundamental para entender nuestra relación con el planeta.
-¿Qué papel debe jugar, pues, un divulgador?
-Piense que la ciencia domina nuestras vidas. Tenemos que ser capaces de entender ciertos principios científicos pues la tecnología ha ocupado un lugar importante en lo cotidiano. Es obligación de los divulgadores ayudar a que la gente pueda tener una opinión que les permita decidir sobre cuestiones de salud que les atañen directamente o influir en las decisiones de sus gobiernos sobre problemas de índole internacional. La ciencia está a la orden del día y la gente necesita tener criterio.
Un criterio que le sirve a nuestro divulgador para destacar entre los acontecimientos científicos de los últimos años "las técnicas de comunicación electrónica y la comprensión de los entramados de la genética".
-¿Qué le ha supuesto el Premio Príncipe de Asturias?
-Es, por supuesto, un honor recibir un premio de esta categoría. En tanto que estoy a punto de cumplir 84 años, no me atrevería a decir que vaya a cambiar mucho mi futuro como científico. Pero qué duda cabe que contribuirá a difundir en mayor grado un trabajo al que he dedicado mucho tiempo, y que ha tenido como objeto de forma esencial la comprensión del medio ambiente.