Image: Entre Darwin y Galileo

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Ciencia

Entre Darwin y Galileo

Análisis de 2009: Ciencia

31 diciembre, 2009 01:00

Cráter de Marte. Nasa

Sumario: Lo mejor del año 2009

2009 ha sido, fundamentalmente, el año de Darwin y de la Astronomía, cuyas celebraciones han gozado de gran popularidad. El académico y catedrático de Historia de la Ciencia José Manuel Sánchez Ron reflexiona sobre estos hitos y las corrientes que han marcado el año.

Un año más se nos escapa de las manos, de esas manos que a veces son como un cedazo invisible que sólo puede retener lo esencial, los grumos de lo que ya pasó. Al recordar lo que nos ha dejado en el universo de la ciencia 2009, dos acontecimientos destacan en mi memoria (tal vez habría sido diferente si el Gran Colisionador de Hadrones del CERN hubiese estado funcionando). No se trata de descubrimientos, de novedades científicas que imprimen su marca condicionando desarrollos futuros, sino de dos celebraciones: la del 200 aniversario del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de la publicación de su opus magnum, El origen de las especies, y los cuatrocientos de las primeras observaciones que Galileo Galilei realizó con su pequeño telescopio. Porque si algo ha caracterizado en mi opinión 2009, es que ha sido el hogar de los Años Darwin y de la Astronomía. Cómo, se preguntará más de uno, destacar actividades de este tipo cuando se trata de seleccionar lo mejor de la ciencia de un año; ¿es que lo importante en ciencia no es lo nuevo? Sí, claro, la ciencia es esto, pero también es una actividad que necesita del calor y favor social, del apoyo y ánimo que nace cuando el alma de una sociedad se ve conmovida por algo que tiene que ver con el conocimiento científico. Y esto lo han logrado, y con creces, los Años Darwin y de la Astronomía. Espero que nunca se borren de mi memoria recuerdos como la multitud que abarrotó la Residencia de Estudiantes de Madrid para asistir a un acto en principio humilde: la presentación de un número del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza dedicado a Darwin, o los cientos de personas que siguieron durante tres días un ciclo de conferencias sobre el autor de El origen en Pozoblanco.

T ampoco puedo olvidar, los muchos miles de personas que bajaron este verano a los sótanos del Alcázar de Segovia para visitar una exposición sobre “Los reinos de la Astronomía: la herencia de Alfonso X”, en la que se mostraban, entre otras joyas, las primeras ediciones de dos libros sin los cuales la humanidad no sería lo que ahora es: De revolutionibus orbium coelestium (1543) de Nicolás Copérnico, y el Dialogo sopre i due massimi sistemi del mondo Tolemaico, e Copernicano (1632) de Galileo. Todo esto es historia, no ciencia viva y en desarrollo. De acuerdo, pero ayuda -especialmente en España- a que la ciencia prospere, a que se integre en la cultura, a que brote en los jóvenes el deseo de llegar a ser científicos. Es apropiado, por otra parte, que entre los hitos científicos de 2009 se encuentren algunos firmemente entroncados en los dominios que tanto deben a Darwin y a Galileo. El primero que quiero citar es el descubrimiento de uno de los “eslabones perdidos” que tanto ansiaba conocer Darwin para hacer más completa su teoría de la evolución: Ardipithecus ramidus, los restos fósiles del homínido más antiguo que se conoce; vivió en Etiopia hace 4,4 millones de años y parece ser el pariente más cercano al antepasado común de humanos y simios.

Posiblemente, el mayor de los logros de Galileo en 1609 fue distinguir cuatro satélites orbitando en torno a Júpiter; no habría soñado con que algún día se pudiesen identificar planetas en otros sistemas solares. En el año en que festejamos sus descubrimientos, ha continuado ampliándose el número de planetas de este tipo conocidos, hallazgos que nos animan a pesar que acaso algún día cumpliremos ese gran sueño que es descubrir vida organizada en otros sistemas astronómicos. Tarea ésta, por cierto, en la que ayudan, y mucho, instrumentos como el Gran Telescopio que el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) construyó en la isla de la Palma, y que ha comenzado a ser operativo este año. Es el primer ejemplo verdadero de Gran Ciencia española; claro que detrás de él hay algo raro en la política científica hispana: tiempo y estabilidad (el IAC se creó en 1975).

Y mientras llega -que llegará- el ansiado día en que tomemos plena conciencia de que la vida no es un fruto único surgido en la Tierra, bueno está alegrarse con novedades como las que se refieren a nuestro satélite, la Luna, en la que se ha detectado agua, o con las que llegan de nuestro vecino, Marte, en el que se han descubierto focos de emisión de metano, cuyo origen aún no está claro. ¿Serán de naturaleza biológica? La vida, siempre la vida, que se abre camino incluso en las peores condiciones, pero que todavía nos esconde muchos de sus misterios.