Entre Darwin y Galileo
Análisis de 2009: Ciencia
31 diciembre, 2009 01:00Cráter de Marte. Nasa
2009 ha sido, fundamentalmente, el año de Darwin y de la Astronomía, cuyas celebraciones han gozado de gran popularidad. El académico y catedrático de Historia de la Ciencia José Manuel Sánchez Ron reflexiona sobre estos hitos y las corrientes que han marcado el año.
T ampoco puedo olvidar, los muchos miles de personas que bajaron este verano a los sótanos del Alcázar de Segovia para visitar una exposición sobre “Los reinos de la Astronomía: la herencia de Alfonso X”, en la que se mostraban, entre otras joyas, las primeras ediciones de dos libros sin los cuales la humanidad no sería lo que ahora es: De revolutionibus orbium coelestium (1543) de Nicolás Copérnico, y el Dialogo sopre i due massimi sistemi del mondo Tolemaico, e Copernicano (1632) de Galileo. Todo esto es historia, no ciencia viva y en desarrollo. De acuerdo, pero ayuda -especialmente en España- a que la ciencia prospere, a que se integre en la cultura, a que brote en los jóvenes el deseo de llegar a ser científicos. Es apropiado, por otra parte, que entre los hitos científicos de 2009 se encuentren algunos firmemente entroncados en los dominios que tanto deben a Darwin y a Galileo. El primero que quiero citar es el descubrimiento de uno de los “eslabones perdidos” que tanto ansiaba conocer Darwin para hacer más completa su teoría de la evolución: Ardipithecus ramidus, los restos fósiles del homínido más antiguo que se conoce; vivió en Etiopia hace 4,4 millones de años y parece ser el pariente más cercano al antepasado común de humanos y simios.
Posiblemente, el mayor de los logros de Galileo en 1609 fue distinguir cuatro satélites orbitando en torno a Júpiter; no habría soñado con que algún día se pudiesen identificar planetas en otros sistemas solares. En el año en que festejamos sus descubrimientos, ha continuado ampliándose el número de planetas de este tipo conocidos, hallazgos que nos animan a pesar que acaso algún día cumpliremos ese gran sueño que es descubrir vida organizada en otros sistemas astronómicos. Tarea ésta, por cierto, en la que ayudan, y mucho, instrumentos como el Gran Telescopio que el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) construyó en la isla de la Palma, y que ha comenzado a ser operativo este año. Es el primer ejemplo verdadero de Gran Ciencia española; claro que detrás de él hay algo raro en la política científica hispana: tiempo y estabilidad (el IAC se creó en 1975).
Y mientras llega -que llegará- el ansiado día en que tomemos plena conciencia de que la vida no es un fruto único surgido en la Tierra, bueno está alegrarse con novedades como las que se refieren a nuestro satélite, la Luna, en la que se ha detectado agua, o con las que llegan de nuestro vecino, Marte, en el que se han descubierto focos de emisión de metano, cuyo origen aún no está claro. ¿Serán de naturaleza biológica? La vida, siempre la vida, que se abre camino incluso en las peores condiciones, pero que todavía nos esconde muchos de sus misterios.