Cine

Gerardo Herrero y su adaptación de “la conquista del aire”, de Belén Gopegui

"Nuestro cine necesita m ás escritores"

19 abril, 2000 02:00

Gerardo Herrero sigue fiel a la literatura. Después de llevar al cine textos de Juan Madrid, Almudena Grandes y Arturo Pérez-Reverte (El acecho, Malena es un nombre de tango y Territorio Comanche), acaba de finalizar el rodaje de su adaptación de La conquista del aire, de Belén Gopegui. El director cuenta los pormenores del rodaje, mientras que la autora escribe sobre su participación en la película.

Hasta hace tres meses, este cineasta infatigable, productor y director, era también presidente de la asociación de productores FAPAE, donde ejerció uno de los cargos de mayor responsabilidad en el sector audiovisual español -lidiando con grupos de presión y poderes fácticos- durante casi dos años. Reconoce que ahora se siente "liberado" de esa responsabilidad, y al tiempo que desea toda la suerte del mundo a su sucesor, el productor Eduardo Campoy, se reafirma en su deseo de seguir produciendo desde su empresa Tornasol Films todo lo que caiga en sus manos "y tenga un mínimo de interés", además de confirmarse como uno de los directores más versátiles de los últimos años (Desvío al paraíso,Territorio comanche, Frontera Sur, etc.).

Gerardo Herrero finalizó la semana pasada el rodaje de su último filme, de nuevo basado en un texto literario. En este caso se trata de Las razones de mis amigos, extraño título para designar la adaptación cinematográfica de la novela La conquista del aire, de Belén Gopegui. Si el proceso de montaje sigue su curso, la película se estrenará en las salas en el otoño de este año.

-¿A qué se debe este título tan distinto de la novela?
-Cuando me reuní con Belén Gopegui para explicarle que estaba muy interesado en llevar su novela a la pantalla, ella se quedó un poco extrañada, porque no atisbaba la forma en que podía hacerse. De todos modos no le importó siempre que la película no se llamara igual que su novela. Yo me quedé sorprendido, porque me pidió justo lo contrario de lo que piden todos los escritores, que en los contratos suelen exigir el mismo título para ayudar a la venta del libro.

-Parece normal que la primera reacción de Gopegui fuera de extrañeza, porque la novela tiene una muy difícil adaptación en pantalla.
-Es cierto que el libro no tiene una adaptación clara en el sentido de que no hay una única trama con presentación, nudo y desenlace. Pero a mí me pareció que reflejaba muy bien a la generación que vino después de la transición a la democracia española, y era justo eso lo que yo quería contar.

-¿Cómo se las ingenió la guionista ángeles Gonález-Sinde para desarrollar el guión cuando usted se lo encargó?
-Lo primero que me dijo ángeles al leer el libro es que era completamente inadaptable, que no había por donde cogerlo, es decir, era literatura pura. Pero yo quería olvidarme de la novela, extraer el germen y convertir la historia en mi película, en otra cosa. La novela tiene mucho mundo interior que yo intento que esté presente en la conciencia de los personajes, pero que no se puede mostrar directamente en el cine. Por eso les pedí a los actores que no sólo leyeran el guión sino también la novela para estudiar a sus personajes. Le dije a ángeles que me daba igual que la novela fuera inadaptable, que había que rescatar la esencia y las ideas generales del libro.

-¿En este proceso intervino de algún modo la autora?
-Belén Gopegui ha participado de una forma muy tangencial, sin involucrarse directamente en el proyecto. Siguió paso a paso el proceso de escritura y emitía su opinión sobre todas las versiones, proponiendo secuencias e incluso escribiendo algunos diálogos. En el rodaje también estuvo presente de forma periódica. Pero su colaboración siempre ha sido más consultiva que vinculante.

El factor generacional

La trama de la película y el espíritu de la novela nos presentan un retrato del poder del dinero, capaz de desestabilizar grandes amistades y relaciones que aparentemente parecían eternas. Carlos (Sergi Calleja), un joven de 35 años, necesita hacer frente a sus enormes deudas. En la primera secuencia éste se reúne a comer, como hace todas las semanas, con sus dos mejores amigos desde los años universitarios, Santiago (Joel Joan) y Marta (Marta Belaustegui). La petición de un prestámo de varios millones de pesetas por parte de Carlos pone a prueba la relación de los tres, que durante el desarrollo de la película irá debilitándose. El dinero entonces aparece como el detonante y la causa de los cambios en el comportamiento de los personajes y las relaciones con sus respectivas parejas, para quienes el préstamo, más que una prueba de amistad, se ha convertido en algo casi imprescindible en el microcosmos que les atrapa.

-¿Cree que el espectador puede percibir en esta historia una denuncia soterrada a la cultura del materialismo?
-Yo creo que el punto de vista principal de la historia es el factor generacional y el cambio de actitud de los personajes, o por lo menos eso es lo que me atrapó en la lectura de la novela. En realidad yo no quería mezclar muchos temas para no desviar la atención del espectador, aunque lógicamente hay muchas otras cuestiones implícitas en la trama.

-¿Por ejemplo?
-Me empeñé mucho en situar a los personajes en el año 1995, justo antes de que los populares ganaran las elecciones, como representantes de la generación inmediatamente posterior a la transición española. Quería reflejar la generación de treintañeros de hace cinco años. La mayoría de ellos habían sido simpatizantes del comunismo o tenían pensamientos del lado más radical de la izquierda ideológica durante sus años universitarios, pero al alcanzar los treinta y estar necesitados de un estatus, una casa, una forma de vida, se empezaron a aburguesar, porque necesitaban pasar a otro estadio de vida.

-Se investiga, por tanto, el momento de maduración de esos personajes.
-Por supuesto. Es un proceso de maduración que se ha ido retrasando de generación en generación, porque la juventud anterior a ellos maduró mucho antes, prácticamente con veinte años de edad.

-¿Dice esto como una crítica o como un mensaje?
-Mi intención nunca es la de lanzar mensajes, sino la de contar una historia y reflexionar sobre la eterna pregunta: por qué actúa la gente como actúa. Sólo eso.

-¿Y ha encontrado alguna respuesta?
-Al final creo que todas las incógnitas desembocan en la misma conclusión, es decir, que todo el mundo tiene sus propias razones para hacer lo que hace. Los dos amigos de Carlos tienen sus razones, tanto negativas como positivas, para prestar el dinero a su amigo, y las parejas de los prestamistas también tienen sus razones paro verlo de una forma completamente distinta.

-Con este nuevo filme da la sensación de que vuelve a las corrientes del cine intimista, como hizo en Malena es un nombre de tango, pero sin olvidar las connotaciones sociales y políticas que ha desarrollado en otras películas como Territorio comanche. ¿Cree que ha encontrado la fórmula para fundir ambas posturas?

-En mi carrera como director me interesan tanto las películas intimistas como las que hablan de comportamientos sociales más importantes desde el punto de vista ideológico. Me he propuesto hacer una película al año, aunque como productor esté embarcado en muchos proyectos simultáneos, y me gusta tocar temas muy distintos para no hacer siempre la misma película, como ocurre con otros cineastas.

-¿Cree de todas formas que el cine social es todavía una asignatura pendienta en las producciones españolas?
-Desde luego que en España se necesita hacer más cine de contenido social y político. Desde mi productora me comprometo a ello, y como sabe he participado en muchos filmes políticos, como en la producción del thriller Sé quien eres que se acaba de estrenar, dirigido por Patricia Ferreira. Ahora hay unas condiciones de producción que permiten hablar más libremente de ciertos temas. De todas formas yo no me planteo ser un cineasta social. Me gusta cambiar de género constantemente, porque hacer una película requiere mucho tiempo y si siempre hiciera lo mismo sería aburridísimo.

Compromiso con el cine


-De todos modos, las adaptaciones literarias se han convertido en su especialidad.
-Siempre he defendido la adaptación de novelas. Las estadísticas dicen que sólo el 18% de las películas españolas están basadas en novelas. Creo que debería haber una mayor relación entre los literatos y el cine. Por ejemplo, Belén Gopegui podría trabajar perfectamente como guionista, y de hecho estamos hablando para que se incorpore como guionista en mi productora. Arturo Pérez-Reverte y Elvira Lindo son claros ejemplos de escritores que están comprometidos con el cine, y creo que debería haber más, sobre todo si tenemos en cuenta el déficit de buenos guionistas que tiene ahora el cine español. Estamos necesitados de más guionistas, y creo que los escritores podrían solucionar este problema.

-Los guionistas profesionales seguramente no estén muy de acuerdo con esto.
-Pero la mayoría de ellos quieren dirigir, y a veces los directores quieren firmar los guiones, cuando en muchos casos no tiene que ser así. Las últimas cinco películas de Steven Spielberg han sido adaptaciones, y con Francis Ford Coppola pasa algo parecido. Por algo será, ¿no cree?