Ted Demme
Antes de rodar Blow estudié al detalle 'Uno de los nuestros'
13 junio, 2001 02:00Basada en la ascensión y decadencia del capo George Jung, la película Blow llega el viernes a nuestras salas precedida de un gran éxito en Estados Unidos. El cineasta Ted Demme (Beautiful Girls) ha reunido en un elenco sorprendente a Johnny Depp con Penélope Cruz, Paul Reubens y Jordi Mollá, en un filme que, según reconoce el director a EL CULTURAL, se debe a obras de cineastas como Martin Scorsese, Brian de Palma y P. T. Anderson.
Ted Demme y Denis Leary fueron el pasado mes de marzo a la penitenciaría de Nueva York donde George Jung cumple condena hasta el año 2016 para enseñarle una película que finaliza con una voz en off que muy líricamente dice: "Mi ambición superó mi talento. Ya no hay blancos caballos ni bellas mujeres a mi puerta…". Demme asevera que a Jung "le impresionó sobre todo el trabajo de Johnny Depp, sintió que el actor había atrapado su alma. Cuando acabó la proyección se volvió hacia mí y me dijo: «No tienes ni idea de lo que has logrado. Ha sido un poco como morir, ir al cielo y ver toda mi vida desfilar frente a mis ojos». Y nos dio un firmísimo apretón de manos".
Contra el fracaso
-¿De dónde sale, quién fue y es ahora Boston George Jung?
-Fue un chaval de una familia de clase media baja de Nueva Inglaterra, Massachussetts, de ahí su apodo Boston George. Quiso evitar los desastres económicos que amargaron a su padre por el horrible descontento que el fracaso causó en su madre, convirtiendo su vida en un infierno. Con un compañero de colegio, se marchó a California donde inició una vida fácil vendiendo marihuana en las playas. Una estancia en prisión le permitió conocer a un intermediario por el que llegaría al capo del narcotráfico Pablo Escobar, se ganó su confianza y se convirtió en el introductor de la cocaína en Norteamérica. Prácticamente, cada nariz empolvada en Estados Unidos en los años 70 y 80 lo era a través de coca importada por Jung. Se casó con una mujer colombiana e hizo una fortuna inmensa. Pero lo perdió todo, incluso el contacto con su hija Kristine Sunshine, quizá su posesión más preciada, y estará en prisión hasta dentro de quince años.
-¿Cuál fue su primera impresión al leer el libro de Bruce Porter?
-Lo primero fue una impresión de haber leído un completo diccionario de la A a la Z de cómo un chaval de clase B llega a convertirse en la mano derecha del gran emperador del narcotráfico Pablo Escobar, amasa una fortuna de 100 millones de dólares de los de entonces y lo pierde absolutamente todo. Al acabar el libro me dije, quiero saber más, mucho más. Y me pareció que una película podría constituir un territorio de exploración de este hombre. El gran reto era narrar la vida de este hombre sin juzgarle a él ni sus acciones e intentar que le cayera bien al público... incluso de lograr que sintiera pena por él.
-¿Sigue siendo el encantador de serpientes que dicen que fue?
-Del todo, pregúntele a Johnny Depp que tenía serias dudas de retratar a un traficante de drogas hasta que fue al penal de Otisville a conocerle. También le ocurrió a Nick Cassavetes, el guionista. Ambos salieron de prisión encantados. Tanto a ellos como a Denis y a mí nos pasó lo mismo: el descubrimiento de que eres no lo que acumulas sino lo que pierdes, o lo poco que conservas. George tuvo palacios, cochazos, aviones privados, dinero a montañas… y ahora es sólo un padre que no ve a su hija. A George Jung le define no el imperio y riqueza que administró, sino lo que perdió.
Cuestión de genes
A sus 36 años, Ted Demme recuerda exactamente el día hace once años en que se sintió violentamente atraído por el cine. Ocurrió en un plató en el que su tío Jonathan Demme (El silencio de los corderos, Filadelfia) dirigía el thriller La conexión del Niágara (1979). Para él, un adolescente impresionado por el impacto de Tiburón, ver al actor Roy Scheider en el plató de su pariente le hizo desear imitar la profesión de su tío. "Pensé que algo en mis genes me ayudaría", ríe. Desde entonces, se dedicó a devorar todo el cine que caía ante sus ojos.
-En los créditos finales de Blow expresa su agradecimiento a Martin Scorsese y Paul Thomas Anderson y, desde luego, las conexiones con Uno de los nuestros y Boogie Nights son inevitables.
-Bueno, el personaje de George Jung no es el maléfico de Al Pacino en El precio del poder, sino más bien el pobre chico bueno al estilo Dirk Diggler de Boogie Nights. Y ambos se ven abducidos por su propio don y el ambiente en el que lo desarrollan. Luego, el estudio fotograma a fotograma de Uno de los nuestros fue el primer mandamiento que me planteé antes de comenzar Blow. Es sencillamente una película perfecta: la forma exacta de combinar la voz en off, la música y las imágenes, sobre todo en el segundo tercio final. También repasé Casino por las mismas razones, y El enemigo público número uno y El precio del poder… y muchas otras…
-¿Por ejemplo?
-Cuando comienzan las traiciones que Jung no vio venir, quise buscar la mejor ilustración de la paranoia y la encontré en El último testigo, de Alan J. Pakula. Hubo otros estados de ánimo muy precisos que busqué en otras películas como la soledad y la desesperanza de Jung en Cowboy de medianoche, y en términos de analizar el montaje más complicado y retador del último cine, los 2.000 planos de JFK.
-La película abarca 40 años, de 1950 hasta 1990, de las playas de California a la prisión neoyorquina. ¿Por qué quiso a Ellen Kuras en la dirección de fotografía?
-Su trabajo es muy extremo, experimenta hasta el límite y quise que ella trajera su estética a mi película, en la que quería experimentar algunas ideas. Me han impresionado sus trabajos para Swoon, Yo disparé a Andy Warhol y, sobre todo, Summer of Sam. Quería que Kuras mezclara tonos, lentes y densidades, para identificar momentos del tiempo muy diferentes. Están los años de Massachussets y California, muy luminosos, la locura de los 60 en California, después los imperios mexicanos y colombianos de las drogas de los 70 y, finalmente, los encarcelamientos de las dos últimas décadas. ¡Y todo ello en más de 60 localizaciones!
De la luz a la oscuridad
-La moda de cada época juega también un importante papel…
-Para ello investigamos los shows de televisión y revistas de moda de cada momento. Sin olvidar el maquillaje, porque queríamos la radiante juventud de los protagonistas, con rostros suaves y limpios. Que después se van oscureciendo hasta tener al final el tono mortecino aunque tenuemente iluminado del alabastro.
-Ray Liotta realiza uno de sus mejores trabajos después de mucho tiempo, incluida Hannibal.
-(Risas) Ray tiene uno de esos físicos que pagan. En la memoria colectiva está su violento loco de Algo salvaje y, por supuesto, el aspirante a mafioso Henry Hill de Uno de los nuestros. Es hasta cierto punto lógico que sea el padre de George Jung, un tipo tan duro puede ir al otro extremo de ser tan sólo un padre cuyo mayor dolor es haber fracasado, y por tanto humillado, frente a su hijo.
-Los pómulos de Johnny Depp justifican la pervivencia del cine.
-¡No puedo estar más de acuerdo! Pero le crean unas abismales ojeras, pregúntele a Ellen Kuras que se las iluminaba específicamente (Risas). Johnny es ese actor que define al profesional que quiere asumir todos los riesgos. Trabajar con él es como conducir un Rolls Royce, la maquinaria más perfecta a punto y preparada. Todos los actores firmaron el contrato sólo por poder trabajar con él.
-Penélope Cruz es Mirtha Jung, un rol que le permite mostrarse todo lo verdaderamente sensual que es por primera vez en una producción norteamericana.
-Su marido la definió así: Mirtha disfrutaba de las fiestas como un hombre y amaba como una mujer. No me cabía en la cabeza nadie más que Penélope para el papel. Creo que ella y Johnny ilustran a la perfección la relación caliente, turbulenta, lírica, loca y volátil que unió a Mirtha y Johnny.
-La hija real de ambos, Kristine Sunshine Jung, realiza un cameo. Sin embargo, todavía no ha visitado a su padre en prisión.
-Ella fue la mayor víctima de los excesos de sus padres y por eso se convirtió en el alma de la película. Es una fabulosa chica de 21 años que está luchando por llevar una vida normal y superar las altas cotas de autodestrucción que sus padres pusieron dentro de su familia. No es un camino fácil, pero está en ello.