San Sebastián abre los ojos
Imagen de El fotógrafo del pánico, de Michael Powell
El 19 de septiembre por la noche se inaugura la 50 edición del Festival de Cine de San Sebastián con la proyección del último trabajo de Neil Jordan, El buen ladrón. Medio siglo de historia en el que el certamen cinematográfico más prestigioso de España, y uno de los más importantes del mundo -junto a los de Berlín, Cannes y Venecia-, ha demostrado su empeño por ofrecer un cine de primera calidad. En su prometedora sección oficial, que El Cultural desentraña en estas páginas, el festival se ha propuesto recorrer los cinco continentes para ofrecer una valiosa selección del cine mundial -con los nuevos filmes de Paul Schrader y Chen Kaige-, sin olvidar la rigurosa selección de cine español, en la que se estrenarán, entre otros, los nuevos trabajos de Fernando León y Basilio Martín Patino, con quienes publicamos sendas entrevistas. Asimismo, la sección Zabaltegui será un año más el escaparate perfecto para evaluar el cine que se avecina, con trabajos del palestino Elie Suleiman -quien ha hablado con El Cultural-, Michael Winterbottom o Roman Polanski, entre muchos otros. En el apartado de retrospectivas, el certamen rescata las figuras de Michael Powell y Volker Schlündorff, y ha preparado una interesante antología sobre el cine de los cincuenta.
Jordan y Nolte
Un total de dieciocho películas compiten por la codiciada Concha de Oro. Y la carrera hacia el máximo galardón del certamen empieza por todo lo alto: la emprende Neil Jordan y le secunda el siempre seguro y fiable Nick Nolte, director y protagonista, respectivamente, de El buen ladrón, un esperado remake de Bob le Flambeur, el polar clásico realizado por Jean-Pierre Melville en 1955. Es una apertura de lujo, una baza de impacto para que la sesión inaugural del festival, que tendrá lugar esta noche, abra la competición con buenas vibraciones.
Y esto es, precisamente, lo que anuncia -al menos sobre el papel- una selección de títulos en la que abundan las obras firmadas por autores de prestigio. El mismísimo Paul Schrader, por ejemplo, llegará a Donosti con una película (Auto Focus) que reconstruye la vida real del cómico americano Bob Crane, utilizada por el cineasta para trazar una dura crónica de la identidad sexual masculina en la América de los años sesenta y setenta. ésta será la única producción norteamericana a concurso, pero está claro que llega avalada por un autor de fuerte, irreductible personalidad.
La representación latinoamericana llega también con sus mejores galas. En principio la lidera, con toda evidencia, Adolfo Aristarain, ganador de la Concha de Oro con Un lugar en el mundo y realizador, este año, de Lugares comunes, donde el imprescindible Federico Luppi y la siempre solvente Mercedes Sampietro protagonizan su particular disección de la situación actual en Argentina. Y de este mismo país llega también Historias mínimas, un tríptico de relatos que se entrecruzan sobre los paisajes de la Patagonia, con el que Carlos Sorin ha dirigido uno de los títulos que se anuncian como el posible sleeper del festival, esa joyita escondida que sorprende a todos y que permite descubrir, en algunas ocasiones, el hallazgo más novedoso.
Con mucho ruido detrás, gracias a la propaganda gratis que le han hecho los sectores más ultramontanos de la derecha clerical mexicana (incluida la jerarquía eclesiástica de aquel país, que ha denunciado al filme por "blasfemo") aparece El crimen del padre Amaro, una película de Carlos Carrera basada en la novela de Eça de Queiroz y protagonizada por Gael García Bernal y Sancho Gracia. La historia de las relaciones entre un joven sacerdote y una deseable feligresa ha dado lugar, en México, una fuerte polémica y ha convertido al filme en motivo de escándalo, lo que ha potenciado, a su vez, su notable repercusión pública. Y todavía queda una producción chilena (la primera de su país que se realiza en vídeo digital) para completar la amplia y variada oferta latinoamericana: El Leyton, de Gonzalo Justiniano. Basado en el cuento La red, de Luis Alberto Acuña, es la historia de dos amigos enfrentados entre sí cuando uno de ellos acaba por violar a la esposa del otro.
Arriesgado cine español
La selección de cine español ofrece, a su vez, una apuesta tan rigurosa como arriesgada, que demuestra la voluntad del equipo rector del festival por buscar los trabajos más serios y más personales dentro de la producción nacional. Frente a las presiones que son habituales en cualquier festival (puesto que son muchas las películas interesadas en alcanzar la formidable plataforma publicitaria que constituye el certamen), y frente a la tentación de refugiarse en los nombres de mayor repercusión pública, con el "plus" de glamour que algunas de esas producciones pudieran aportar, la independencia de criterio y la búsqueda de un sincero y exigente cine de autor se han impuesto con nitidez y sin concesiones.
Las nuevas películas de Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol), Agustín Villaronga (Aro Tolbukhin, en la mente del asesino) y Basilio Martín Patino, que regresa al cine de ficción para la pantalla grande con Octavia, prometen otras tantas ficciones adultas, respetuosas con el espectador y deseosas de plantear a la audiencia motivos de reflexión y de cauces para el conocimiento. Y esto, aunque casi nadie comprenda muy bien por qué Basilio Martín Patino (a quien la Seminci vallisoletana tributará en octubre una amplia retrospectiva, con la publicación de un exhaustivo libro sobre su obra) ha decidido traer al festival donostiarra su nueva y esperada propuesta.
La existencia cotidiana de los obreros despedidos por un astillero naval (en la película de León de Aranoa), la recreación -a medio camino entre la ficción y el falso documental- de la vida real de un extraño personaje, acusado de quemar vivas a siete personas en una misión católica de Guatemala (en la original propuesta de Agustín Villaronga) y la indagación lírico-reflexiva en las encrucijadas morales y culturales que tiene planteadas el mundo actual, a través del retorno a Salamanca de un antiguo joven contestatario (en el filme de Patino) componen el atractivo menú español a degustar en Donosti.
Actores como Javier Bardem y Luis Tosar (Los lunes al sol), Daniel Giménez Cacho (Aro Tolbukhin) y Miguel ángel Solá, acompañado por Margarita Lozano y Antonia Sanjuan (Octavia) se encargan de dar vida y entidad a los protagonistas de unas ficciones que integran, a priori, la selección española más ambiciosa y más atractiva que ha presentado el certamen desde hace muchos años. Ahora sólo falta que los resultados justifiquen las expectativas.
Otro de los grandes creadores del cine moderno, nada menos que Chen Kaige, presencia cotizada y habitual del festival de Cannes, presentará aquí este año el estreno mundial de Together, historia de un niño virtuoso del violín y de los esfuerzos de su padre para que aquél triunfe, con la que su director vuelve a los paisajes sociales y emocionales de China después de su extraviada aventura americana. Su película encabeza, en principio, la delegación oriental, que resulta, junto con la española y la latinoamericana, la tercera fuerza geográfica más llamativa dentro de la sección oficial.
Una producción japonesa construida sobre un guión que el maestro Akira Kurosawa no pudo llegar a rodar personalmente (The Sea Watches, dirigida por Kei Kumai) es otro de los títulos más esperados. Su argumento cuenta una historia de amor ambientada en los primeros años del siglo XIX, en un barrio de prostitutas de lujo de Tokio. El paisaje del cine que llega desde los confines de Asia se completa con un cuento iraní (Winter Song), dirigido por el mismo realizador que sorprendió aquí mismo hace ya algunos años con su sensible Aviones de papel. Su nueva película cuenta la historia de una maestra que llega a una aldea perdida en las montañas dispuesta a enseñar y a aprender al mismo tiempo, y se adentra en un mundo donde la nieve, las montañas y el cielo son los elementos fundamentales de la vida.
El abanico de la competición incluye una nueva entrega del "Dogma" danés (Open Hearts, dirigida por Susanne Bier), una realización de la neozelandesa Niki Caro, centrada en las tradiciones indígenas de su país (Whale Rider), una producción francesa interpretada por Isabelle Huppert (La vie promise, de Olivier Dahan), una película que llega de Islandia (The Sea), una producción alemana (Pigs Will Fly, de Eoin Moore) y otra que procede de Rusia (The Lover, de Valery Todorovsky), con lo que se completa un programa de altura en el que estas últimas podrían jugar (a salvo de inevitables sorpresas) la función de complemento dentro de una reñida competición.
Pases especiales
Fuera de concurso se proyectarán una esperada producción tailandesa (La leyenda de Suyriyotai), apadrinada por Francis Ford Coppola y dirigida por el príncipe Chatri Chalerm Yukol, a su vez componente de un jurado internacional que preside Wim Wenders y que cuenta también con la participación del director Mariano Barroso, la actriz francesa Ariane Ascaride (mujer de Robert Guediguian y protagonista de todas sus películas), el director de fotografía Renato Berta, la actriz cubana Mirtha Ibarra y la relizadora británica Angela Pope.
Una proyección especial de Lola Montes, la obra maestra de Max Ophöls, con una copia restaurada que devuelve a esta suntuosa película todo su esplendor, y un pequeño documental (Encadenados) dedicado a recordar la historia del festival, dirigido por Carlos Rodríguez (el mejor documentalista surgido de la cantera televisiva de este país en los últimos años) completan la oferta. La clausura del festival correrá a cargo de la producción francesa Décalage horaire, dirigida por Danièle Thompson y protagonizada por Juliette Binoche, Jean Reno y Sergi López. La sesión promete una comedia romántica y sentimental, llena de enredos y al estilo de las comedias americanas de los años treinta.
Retrato del medio siglo
El festival celebra su cincuenta aniversario volviendo los ojos hacia los años cincuenta, es decir, hacia la época de su propio nacimiento, para buscar en aquella fructífera etapa del cine la memoria viva de un arte que había alcanzado ya por entonces toda su madurez y que iniciaba, en aquellas lejanas fechas, nuevos caminos hacia un futuro muy diferente.
La propuesta ha permitido configurar una retrospectiva de grandes "totems" del séptimo arte, una radiografía de la década compuesta por un ramillete de títulos-clave, verdadero catálogo de obras de referencia inexcusable. Desde Joseph Leo Mankiewic (Eva al desnudo) hasta King Vidor (La pradera sin ley), desde Hitchcock (Vértigo) hasta Cassavetes (Shadows), desde Luis García Berlanga (Bienvenido, míster Marshall) hasta Juan Antonio Bardem (Muerte de un ciclista), desde Ingmar Bergman (Fresas salvajes) hasta Robert Bresson (Un condenado a muerte se ha escapado) desde Orson Welles (Sed de mal) hasta Luis Buñuel (Los olvidados)..., y así sucesivamente.
Cincuenta títulos con los que se pasa revista al paisaje plural de una década que, contemplada desde esta perspectiva, parece no tener nada que envidiarle a ninguna otra. Cineastas como Josef Von Sternberg, Howard Hawks, Nicholas Ray, Federico Fellini o Manoel de Oliveira, entre otros muchos, enriquecen también una selección que, a pesar de todo, no deja de plantear (como resulta inevitable en cualquier antológica), algunos llamativos interrogantes. Por ejemplo: ¿por qué hay dos películas de Minnelli y no hay ninguna de John Ford? ¿por qué han entrado realizadores tan discutibles como Fred Zinneman (además con dos películas), George Stevens y Román Chalbaud cuando han quedado fuera creadores de la talla de Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi o Jean Renoir, éstos sí verdaderamente insustituibles...?