El tiempo ha revelado que gran parte de este documental mudo realizado en 1922, pionero en su género, está escenificado, y que ni siquiera la familia del esquimal Nanook era su verdadera familia. Pero también sabemos que el siempre sonriente Nanook murió congelado y hambriento a los dos años de la filmación de la película, con lo que la lucha diaria contra el entorno hostil que nos muestra Nanook el esquimal, la crónica de la supervivencia humana que representa este filme, adquiere aún mayor relevancia. No nos importa cualquier impostura porque la sorpresa del inuik cuando escucha un gramófono por primera vez sólo puede ser auténtica, como la peligrosa caza de focas, la pesca en el hielo, la increíble construcción de iglús (¡con ventana!), todo aquel mundo distante y entrañable pero tan antropológicamente reconocible que Flaherty, tras un año de filmación en el Canadá ártico, mostró al mundo occidental. La edición de este enorme clásico documental, ahora que el género va adquiriendo mayor relevancia, resulta muy pertinente, si bien se echa en falta algún contenido adicional, como las fotos de rodaje y la entrevista con la viuda de Flaherty que sí incluye la edición norteamericana. La imagen, con rótulos en castellano, ha sido cuidadosamente restaurada, aunque hubiera sido un acierto añadir el score de Timothy Block compuesto en 1998 como música opcional a la anticuada partitura de Stanley Silverman.