Amores y mentiras
Lo mejor del año: Cine / Análisis
30 diciembre, 2004 01:00Es curioso repasar la lista de las mejores películas de este 2004 que toca a su fin porque, en efecto, algunas de ellas reflejan, de un modo u otro, el estado de las cosas de la ficción contemporánea, dos tendencias opuestas que acaban por confluir en un mismo punto. Por un lado, tenemos la ficción autoreflexiva, que intenta -y logra- llegar al corazón de la emoción desmembrando los fragmentos de su naturaleza referencial (Kill Bill) o alineal (2046, de Wong Kar-wai; Olvídate de mí, de Michel Gondry) sin hacer perder los estribos al espectador, implicándole en la construcción de un universo subjetivo que es el del propio cine pensándose a sí mismo. Por otro, tenemos la ficción desnuda y realista, que, despojada de todo artificio -o disfrazándolo con un ropaje transparente-, pone de manifiesto una cierta vuelta a los orígenes, una suerte de depuración estilística que deja expuesta a la narración en manos de los actores, de la historia, de la vida misma. Es el caso de Nubes de verano, de la extraordinaria Antes del atardecer (otra película de filiación rohmeriana, por cierto), de Héctor, de Astronautas o de Whisky, sin duda el film revelación del 2004.
Entre estos dos paréntesis cabe una visita al esperpento en lugares tan dispares -otra vez la noche y el día- como unos grandes almacenes (Crimen ferpecto) y un remoto pueblo coreano (Crónica de un asesino en serie). álex de la Iglesia recurre al Buñuel de Ensayo de un crimen para contar la historia de un iluso y una feísima ‘mantis religiosa' estirando sus siluetas hasta llegar a la caricatura de un corto de Tex Avery. Bong Joon-ho retrata la estupidez de los métodos policiales en la Corea rural urdiendo un psycho-thriller cuyo humor negro se hace cada vez más negro para convertirse al final en un misterio lluvioso e insondable. Ambas películas son algo desencantadas, como si su ironía tuviera que ver con un escepticismo incurable que inunda la vision del mundo de dos directores que desconfían de él. Son, en definitiva, dos películas que observan tristemente otro autoengaño, el que encubre con piedad la miseria o la torpeza que no nos atrevemos a reconocer.