Image: El cielo gira (Documental)

Image: El cielo gira (Documental)

Cine

El cielo gira (Documental)

Directora: Mercedes Álvarez

12 mayo, 2005 02:00

Imagen de El cielo gira, de Mercedes Álvarez

Intérpretes: Peio Azketa. Fotografía: Alberto Rodríguez. Guionista: Mercedes Álvarez y Arturo Redín. Estreno: 13 mayo. 115 minutos

Según decía André Bazin, "hay cineastas que creen en la imagen y cineastas que creen en la realidad", pero la ópera prima de Mercedes álvarez nos muestra a una cineasta que cree tanto en la realidad como en la imagen, lo que -por extraño que pueda parecer- resulta verdaderamente raro hoy en día. Digámoslo de otra forma. La innegable fascinación que desprende el discurrir de El cielo gira procede tanto de la actitud adoptada por su creadora ante los seres y las cosas que filma (su confianza en que, si se sabe esperar, la realidad acabará por desvelar el sentido interno de sus apariencias), como de su talento para convertir esas apariencias en imágenes expresivas, capaces de inyectar sentido a la realidad observada.

La relación de las imágenes con la realidad ha estado en el centro-motor de una tradición fílmica (de Flaherty a Kiarostami pasando por Rossellini) sobre la que ahora se asienta, con silenciosa humildad, esta estimulante película que, bajo una engañosa apariencia documental, viene a proponer una sensible y libre aproximación subjetiva a una realidad amenazada por el olvido. Recordando quizás que el cine echaba a andar en sus inicios para "dar cuenta de las cosas" (las imágenes documentales de los pioneros fundadores), Mercedes álvarez bucea con paciencia en los hechos cotidianos para dar cuenta, sin artificio impositivo alguno, de un proceso histórico de cambios.

En medio de una época saturada de imágenes, ahora que las formas del espectáculo cinematográfico hegemónico (sepultadas bajo un alud de efectos visuales) se alimentan mayoritariamente de sí mismas, algunos cineastas se despojan del oropel y vuelven sus ojos hacia la realidad que les circunda para intentar capturar el sentido oculto de ésta, para tratar de entender lo que la puesta en escena de esa realidad nos puede revelar. Es el cine de Abbas Kiarostami, el de Eric Rohmer en El árbol, el alcalde y la mediateca, el de Nanni Moretti en Caro Diario, el de Wim Wenders en Lisbon Story, el de Víctor Erice en El sol del membrillo, el de José Luis Guerín cuando rueda En construcción...

El hallazgo consiste en descubrir que El cielo gira pertenece a esta estirpe de cine que es heredera confesa de las dos últimas películas citadas y, como tal, fruto de una atenta y paciente observación de aquello que filma: el transcurso del tiempo y de la vida en una minúscula aldea casi despoblada de Soria (Aldealseñor) entre el otoño de 2002 y junio de 2003. Pero sus imágenes no son el resultado de un mero reportaje televisivo, sino producto de una mirada heredera de esa visión primigenia que, como dice ángel Quintana, "cree en la individualidad y la originalidad de las cosas observadas", de "una actitud de búsqueda decidida de lo verdadero que nace de un cuestionamiento previo del porqué de las apariencias". Bajo el discurrir de la película palpita el eco de una sucesión de civilizaciones cuya huella visible recogen sus imágenes. La edad prehistórica de los dinosaurios, los castros celtíberos, las ruinas romanas, la torre árabe, la existencia contemporánea y el atisbo del futuro conviven en un mismo espacio que la cámara de Mercedes álvarez captura y sublima, fundamentalmente, porque sabe esperar y mirar: "Hice un retrato de este lugar y, durante los siguientes días, esperé...", dice el relato en off de la directora al hablar de su propio trabajo. "Quise retratar a esa mujer desde lejos antes de visitar su casa...", nos informa en otro momento. Todo es respeto, distancia y mirada dentro de un film capaz de fusionar las huellas resonantes del pretérito y las transformaciones del presente al mismo tiempo que comenta su propio proceso de creación.

La indagación personal de Mercedes álvarez en la memoria sensorial y autobiográfica de su infancia consigue sacar de la niebla las raíces y el sentido de la vida en un pueblo que está a punto de desaparecer. Pero resulta que las cosas aparecen, el invierno se clava en los ojos, las ciudades sumergidas emergen a la luz, la primavera es leve y grave a la vez, mientras el cielo gira alrededor de nuestros atónitos ojos dentro de un poema visual que trasciende muy pronto la mera dimensión documental y que logra conjugar -desde una sensibilidad no exhibicionista, con una nitidez conquistada a base de rigor y de autoexigencia- el eco resonante del tiempo de los orígenes y del tiempo histórico, la expresión lírica de la memoria biográfica y de la memoria colectiva. Un lujo para el cine español.