Cine

VIda y color

Director: Santiago Tabernero

5 enero, 2006 01:00

Fotograma de vida y color, un atractivo caleidoscopio generacional

Intérpretes: Junio Valverde, Silvia Abascal, Joan Dalmau / Guión: Santiago Tabernero. Estreno: 5 de enero. 106 min.

Bajo la encrucijada que la historia reciente de España dibuja en torno a la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, no sólo confluyen las tensiones políticas más o menos subterráneas que amenazan el presente de aquellos días y las luces de futuro que por entonces empiezan a vislumbrarse. En el subsuelo de una sociedad atemorizada y esperanzada a partes iguales, parecen decirnos las imágenes de Vida y color, subsisten y se agitan inquietantes malformaciones que permanecen agazapadas en lo más hondo de la España profunda.

La opera prima de Santiago Tabernero como director (había firmado antes los guiones de títulos como Desvío al paraíso, de Gerardo Herrero; Taxi, de Carlos Saura, y Asfalto, de Daniel Calparsoro) puede "leerse", igualmente, como un cuento de iniciación infantil, como una fábula con evidente vocación metafórica, que aspira a convertir el siempre problemático acceso a la adolescencia de un niño de trece años en caja de resonancia -individual y biográfica- de los anhelos que expresa una sociedad también necesitada de romper amarras con un pretérito de forzada infantilización, dispuesta a conquistar nuevas parcelas de libertad y autonomía.

Esa puede ser la lectura más obvia de la película, pero precisamente por ello es también la más simplificadora y, por las propias debilidades del guión, por ciertos mecanicismos de la puesta en escena, es a la vez la más ingenua y la más superficial. Más interesante resulta el sustrato negro y esperpéntico, el inquietante "humus" subterráneo que subyace bajo el escenario suburbial elegido para ubicar la historia y que se apodera intermitentemente de los fotogramas.

En esas profundidades, bajo el retorcido tronco del árbol muerto, en las cavernas donde sobreviven los miedos más atroces de un pasado deforme y amenazador, pero también en el esqueleto ruinoso de un edificio abandonado, en la casa lóbrega y oscurantista donde conviven Leo y Ramona (más propia de un aquelarre que de una chabola en versión social-realista), palpitan los ecos más perturbadores y las sugerencias más productivas de las imágenes.

Rodeados por las sombras ominosas de ogros (pasados y presentes) que amenazan a las princesas del cuento, envueltos en una atmósfera que rehuye los contornos más fáciles o tópicos del costumbrismo, los protagonistas de esta fábula negra -instalada en ambientes que rezuman una "bondadosa" crueldad- componen un atractivo caleidoscopio generacional en el que conviven las nuevas generaciones que buscan un poco de luz entre tinieblas tan espesas y la memoria de un pasado trágico cuyas heridas todavía supuran.

A medio camino entre los ecos de la Historia presente y las cadenas de una Historia pretérita que amenazan con impedir el despegue, Vida y color contradice abiertamente su propio título para dibujar una España periférica y marginal, cercada por ecos mortuorios y penumbras tenebristas. Es una operación de alto riesgo, que no sólo resulta insólita en la filmografía española que se ocupa de aquellas fechas, sino que ofrece -con ese valiente y heterodoxo mestizaje de registros- los perfiles más estimulantes de una obra cuya sinceridad (para retratar a sus criaturas, para filmar la ternura no sentimental) hace de su propuesta un trabajo personal y a contracorriente de notable interés.