Image: Laurent Tirard

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Cine

Laurent Tirard

“He querido retratar a Molière como un personaje absolutamente moderno”

15 noviembre, 2007 01:00

Mañana se estrena Las aventuras amorosas del joven Moliére, una comedia con formato de vodevil que logra esa deliciosa combinación entre diversión y calidad. Su director, Laurent Tirard, explicó a El Cultural las claves de una producción que rescata al famoso dramaturgo.

La comedia es un género peligroso, ningún otro se presta tan fácilmente a lo chusco. Es lógico que muchas personas exigentes siempre tengan un atisbo de desconfianza. Las aventuras amorosas del joven Molière no es, desde luego, la mejor película del año, ni la más profunda ni la más "importante". Pero sí es un producto realizado con mimo, con buen gusto y con talento que logra de sobras su principal cometido: entretener al respetable sin insultar su inteligencia. "He querido retratar a Molière como un personaje absolutamente moderno - explica el director -. Creo que a mucha gente le sucede lo mismo que a mí, que lo leí en el instituto a los 17 años y por aquel entonces no me gustó mucho. Después, a una edad adulta, lo recuperé y el placer del redescubrimiento fue inmenso. He querido transmitir esa misma sensación de alegría en la pantalla que yo experimenté al profundizar en su obra. Cuando acabas dedicándote al cine, te das cuenta de hasta qué punto Molière era un excelente guionista".

El dramaturgo "resucita" en la piel de Romain Duris, un actor no demasiado conocido en España pero que en Francia es una gran estrella. Una posición que merece, de Una casa de locos pasando por De latir mi corazón se ha parado a esta misma Molière, Duris se está convirtiendo en uno de los mejores actores de Europa. Su Moliére es seductor, divertido, algo catastrófico, vanidoso y autoparódico. La trama de la película trata de desentrañar un episodio misterioso de su vida, cuando a los 22 años (corría 1644) el escritor y actor desapareció durante unos meses, sin que ningún biógrafo haya podido dilucidar aún qué fue de él. Una ocasión excelente para que Tirard tire de imaginación: "Las obras de Molière son inmortales porque tratan temas y personajes de plena actualidad. Cuando comencé a barajar la idea de hacer una película sobre él, lo primero que me vino a la cabeza fue pensar qué vivencias le inspiraron sus más famosas obras. A la hora de hacer un homenaje, se trataba de recuperar esa figura fascinante del artista genial y atrabiliario y, al mismo tiempo, reflejar su trabajo". De esta manera, el argumento pone a Molière al servicio de un aristócrata (magnífico Fabrice Luchini) que lo saca de la cárcel (adonde el dramaturgo ha ido a parar por deudas) a cambio de que le haga de profesor de interpretación ya que el rico señor quiere conquistar a una joven dama. A partir de aquí, Molière se oculta bajo la figura de un religioso, interpretando él mismo su famoso personaje de Tartufo, ese hipócrita santurrón eterno. No sólo esa obra, también resuenan ecos de El burgués gentilhombre o El misántropo. Uno de los motivos jocosos es el complejo de Moliére por destacar como comediante: "A mí me pasa lo mismo - dice Tirard -. Tengo una tendencia na-tural a la comedia y me da rabia porque para que los críticos te valoren tienes que hacer drama. No voy a cambiar, lo mío son las comedias con personajes y un trasfondo profundo".