A documental abierto
José Luis López Linares y Javier Corcuera apadrinan a cuatro directores que debutan en la sección oficial de Documenta Madrid
1 mayo, 2008 02:00Foto: Sergio Enríquez
Arranca la quinta edición de Documenta. Más de 300 películas (105 en la sección oficial) celebran un lustro de un género que se ha ganado a pulso su hueco en la cartelera. El llamado cine de "no ficción", que vivió a principios de esta década un espectacular boom, afronta un nuevo período de madurez. Con este motivo, El Cultural ha reunido a seis directores. Por una parte, José Luis López Linares, que acaba de presentar El primer siglo del Prado, "apadrinó" a Gabriela Gutiérrez Sawer y su hermana Sally, codirectoras de Topologo. Por la otra, Javier Corcuera, autor de La espalda del mundo, hizo lo propio con Rubén Pardiñas (Fronteiras) y Oscar Vega (El sexo de los dinosaurios). Vega, Pardiñas y las hermanas Gutiérrez se medirán con una nueva generación de documentalistas que muestran las grandes posibilidades del formato. En la mesa, un acalorado debate, una mirada a corazón abierto, sobre las fronteras y los desafíos del nuevo cine del siglo XXI.
Para el gran público, el boom tiene una fecha muy concreta, principios de 2003, cuando Bowling for Columbine se convertía en un inmenso éxito (casi medio millón de espectadores) haciendo de su realizador, Michael Moore, una celebridad. Seguiría su Palma de Oro en Cannes por Fahrenheit 9/11 en 2004, siendo la primera vez en la historia que el honor recaía en la no ficción. En el cine nacional, el estreno en 1996 de Asaltar los cielos, de José Luis López Linares y Javier Rioyo, marcó un hito. Tras años de ostracismo, la investigación sobre el asesinato de Trotsky obtuvo una gran notoriedad. En 2001, José Luis Guerín obtenía otro clamoroso éxito con En construcción (160.000 espectadores), y al año siguente Carles Bosch y Josep Maria Doménech eran nominados al Oscar por Balseros. Ya en el simbólico 2003, Julio Medem conseguía con La pelota vasca el mayor resultado de taquilla en la historia del documentalismo español. Fueron casi 400.000 espectadores y el escándalo alcanzó proporciones mayúsculas. Al año siguiente, nacía Documenta.
El documental ganó con el boom un lugar bajo el sol. Se ha creado una escuela de jóvenes cineastas que reflejan la realidad con sus cámaras digitales. Empieza una etapa de madurez idónea para reflexionar a fondo sobre el documental y su futuro. Con este objetivo, El Cultural reunió a perfiles muy distintos. Para empezar, los veteranos, Javier Corcuera (Lima, 1967) y José Luis López Linares (Madrid, 1955). El primero ha triunfado con La espalda del mundo (2000) o Invierno en Bagdad (2005), muy ligadas a los problemas del Tercer Mundo. El segundo, operador de cineastas como Carlos Saura o Fernando Trueba, tiene en su haber documentales como el citado Asaltar los cielos o los recientes El pollo, el pez y el cangrejo real, además de El primer siglo del Prado, presentado la semana pasada. Apadrinaron a las hermanas Gutiérrez Sawer, que retratan en Topologo la lucha de unas mujeres sudafricanas contra el sida y la miseria; a Rubén Pardiñas (Vigo, 1977), quien reflexiona en Fronteiras sobre la identidad a partir de las provincias limítrofes con Galicia, además de óscar Vega (Madrid, 1957), quien recurre a un montaje dinámico y "americanizado" para hablar sobre las turbulentas relaciones afectivas en el siglo XXI en El sexo de los dinosaurios.
Fronteras de un formato
¿Dónde termina el reportaje televisivo y dónde empieza el documental cinematográfico? Para los consultados, la frontera es siempre difusa, aunque se sugieren elementos para separar el grano de la paja. Por ejemplo, aunque José Luis López Linares señala que "a veces, la diferencia es ninguna, los géneros son complejos" sí diferencia entre lo que es cine y no lo es. Para ello, utiliza la expresión de películas de "no ficción" ya que considera que es la más clara. Una particularidad clave sería "el tiempo que dedicas, que en cine es muy superior". Oscar Vega opina algo parecido tras haber forjado la mayor parte de su carrera como productor televisivo. Linares introduce nuevos matices: "El montaje y la utilización del lenguaje cinematográfico son decisivos. Además, hay filmes de ficción que son tan malos que no son cine". Surge la cuestión del esfuerzo. Mientras las hermanas Gabriela y Sally Gutiérrez creen que el documental "exige un mayor esfuerzo por parte del espectador". López Linares rebate que "el esfuerzo debe realizarlo el director, no el público".
Dos procesos distintos
Javier Corcuera se expresa con contundencia: "No hago distinciones entre ficción y documental. Voy al cine a que me cuenten una historia y me da igual cómo mientras sea una buena película. El lenguaje es el mismo, sólo que nosotros trabajamos con fragmentos de realidad. A veces, hay filmes que comparten las dos cosas". Para el aclamado realizador, ganador de un Goya compartido por Invisibles, "voy al cine a ver una producción u otra guiándome por la mirada de su director". El concepto de autoría como eje es clave para Pardiñas: "El reportaje televisivo depende del dato y de la objetividad. La película documental te permite centrarte en los personajes o en aspectos aparentemente anecdóticos. Y, sobre todo, tiene que quedar muy clara cuál es la opinión del autor. Para mí esto es el factor esencial". Linares acude a la literatura para sugerir que si la ficción sería una novela; el documental, un ensayo. Y nadie duda que Montaigne y Stendhal son escritores aunque uno invente historias y el otro no. Desde el punto de vista práctico, documentalistas y realizadores de ficción se enfrentan a procesos muy distintos. Como explica Linares, "cuando haces ficción sigues un guión muy claro en el que sabes que el actor va a aparecer por una puerta y va a decir las frases previstas. El proceso del documental no tiene nada que ver porque desconoces qué va a suceder, tienes planes de rodaje abiertos y la realidad puede y debe ir modificando tu esquema inicial". De esta manera, los documentalistas están obligados a tener la mente abierta para que cualquier contingencia pueda ser incorporada: "Rodar un documental es hacer una película sin saber cómo va a ser. Aunque eso no significa que no partas de un guión previo", aclara Corcuera. "Partes de una realidad que te interesa pero sobre la que quieres profundizar -añade Linares-. Debes aprender a trabajar sobre la marcha. En el caso de El Pollo, el pez y el cangrejo real me encontré con el personaje del cocinero francés que aconseja a Jesús Almagro. Le dio un tono distinto".
La ética del documental
¿Cuál es el grado de fidelidad que los documentalistas deben mostrar hacia sus personajes reales sin menoscabo de su derecho a tener una propia mirada? Como es sabido, cualquier montaje cinematográfico es una "forma de manipulación", como admiten todos los consultados. La ética del documental, convergente con la del periodismo pero no idéntica, surge como una cuestión vital en la que los intereses del realizador, los protagonistas y el público colisionan. José Luis López Linares cree que el asunto puede solucionarse aplicando sencillamente el "sentido común". "Nuestra responsabilidad primera es hacerlo bien -añade-. Y cobra importancia la credibilidad. Es lo mismo que con los amigos. Algunos vuelven de viaje y te crees lo que te cuentan. De otros, en cambio, no te fías de una palabra". Todo ello, sin renunciar a "los recursos dramáticos del cine". Quienes hayan visto su vibrante documental sobre el mundo de la cocina habrán descubierto cómo la realidad puede ser un thriller.
En este sentido, Gabriela opina que "debe aplicarse la misma ética que tiene cada persona en su vida cotidiana". Su hermana Sally explica su experiencia personal: "En Topologo retratamos a una serie de mujeres de Suráfrica que se unen para luchar contra problemas terribles. Sí hicimos una reflexión previa sobre conceptos como la otredad o la forma habitual de reflejar a las mujeres, un asunto sobre el que Laura Mulvey escribió de forma muy aguda, para que nuestro punto de vista estuviera donde creíamos que debía estar. Hemos huido de lo exótico y también hemos querido darle un nuevo sentido a la esperanza, que suele exponerse de forma edulcorada y le hemos querido dar una dimensión de resistencia".
Javier Corcuera cree que "el compromiso fundamental es contarlo bien. Toda película es una forma de manipulación, desde la forma en que encuadras hasta el material que seleccionas para el montaje final. Sueles tener casi cien horas de imágenes grabadas y al final apenas se verá un porcentaje muy pequeño. En ese hacerlo bien para mí es muy importante que los personajes se vean reconocidos. Saber captar el mundo desde su perspectiva y transmitirlo". Corcuera, quien ha viajado a Bagdad para retratar los horrores de la guerra o ha estado en Perú para filmar las durísimas condiciones de los niños obreros, rehúye de la etiqueta de "cine político" y se limita a apuntar que trata "de hacer filmes sobre personas que apenas vemos en las pantalla". No sólo eso, también busca temas "que vayan más a llá de situaciones puntuales, que cuenten cosas permanentes. Invierno en Bagdad no sólo trata sobre Iraq, también es sobre todas las guerras y su espanto".
Paisaje después del boom
Las cifras cantan. En 2002 sólo se estrenaron en nuestro país cinco documentales, De Salamanca a ninguna parte, Cravan Vs Cravan, Promises, Van, Van, empezó la fiesta y la citada Balseros. En 2003, el año de Bowling for Columbine y La pelota vasca, el número llegó a once. En 2004, ya fueron 17; y el año pasado, se llegó a la cifra de 25. Muchas de estas películas surgen muy ligadas a realidades políticas concretas, recordemos las recientes El caso Litvinenko, Cocacolero, sobre Evo Morales, o la española El paraíso de Hafner, sobre las secuelas del nazismo, pero lo cierto es que el público, como reconocen off the record en una distribuidora independiente que ha apostado de forma muy clara por el formato, "no está interesado en ver documentales". De nuevo, las cifras son explícitas. La única película documental que tuvo un éxito respetable el año pasado fue Tierra, con casi dos millones de euros. El resto, naufragó en taquilla aunque, sin salirnos de la producción nacional, hubo piezas tan interesantes como ¿Qué tienes debajo del sombrero?, Goodbye America o Septiembres. Todo ello no ha impedido que este 2008 ya se hayan estrenado nueve filmes.
"A muchos productores les sigue dando miedo salirse de la ficción y eso sucede porque hay mucho público que tiene reparos con el género -explica Linares-. A mí me ha venido mucha gente a decirme que se lo había pasado muy bien con El pollo, el pez... y que no se lo esperaba tratándose de un documental". Surge una polémica: para las hermanas Gutiérrez, se trata de "educar al público". Para Linares, la responsabilidad recae del lado de los directores en "hacerlo bien". Señala un factor quizá crucial: "En España no ha habido una gran tradición documentalista. Tenemos hitos puntuales, desde Las Hurdes de Buñuel pasando por las películas de Chávarri sobre los hermanos Panero u Ocaña, un retrato intermitente (Ventura Pons, 1978). Hasta Asaltar los cielos no se comenzó a producir con una cierta regularidad". Otros nombres importantes: Joaquim Jordà y Víctor Erice (El sol del membrillo, 1992).
Corcuera, como todos los demás, se muestra convencido de que ese público existe aunque pocas veces se traduzca en resultados concretos: "Veamos el caso del éxito de El gran silencio, una película de tres horas sin apenas diálogos. Recuerdo ver colas que daban la vuelta a la esquina. El problema es que se ayuda a la producción pero cuando la película está terminada no queda un duro para la promoción y la distribución". Y cita los tres años que han tenido que pasar para que Invierno en Bagdad haya sido finalmente comercializada en DVD. Corcuera también se refiere a la dificultad de encontrar productores que no sólo apuesten por el documental, sino que además "entiendan que el proceso de rodaje no tiene nada que ver con una película de ficción". Para Oscar Vega, quien debutó como cineasta con la película de ficción infantil Raluy, una noche en el circo (2000), la irrupción de Michael Moore fue un estímulo: "Fue su trabajo el que me mostró que se podían rodar documentales de otra manera y alcanzar el éxito de público. Por ejemplo, me inspiró para aparecer yo mismo en mi película".
El renacer digital
El éxito del documental está íntimamente relacionado con la aparición de la tecnología digital. Como explica Linares, "es imposible rodar todas las horas que necesitas con celuloide. Las producciones serían carísimas". No sólo eso, tal y como explican las hermanas Gutiérrez, "para nuestra película necesitábamos establecer lazos de confianza con las mujeres que aparecen en el mismo. Si hubiéramos aparecido con una cámara gigante y el equipo necesario para este tipo de producciones hubiera sido imposible crear ese clima que necesitábamos".
El digital democratiza, abarata y también permite crear espacios de independencia: "Hoy por hoy, este formato es quizá el más vivo y más libre de todo el cine. Hay mucha gente que está filmando sin atenerse a ningún criterio comercial". Todo ello, además, con un nivel de calidad de imagen más que aceptable: "Cuando se habla de digital debemos darnos cuenta que estamos utilizando las mismas cámaras que utilizaban los hermanos Lumière. En 35 milímetros surgía una cámara nueva cada década con muy pocas diferencias respecto a las anteriores, yo he rodado con máquinas de la II Guerra Mundial perfectamente. Ahora, todos los años hay aparatos que superan de forma ostentosa a los precedentes. La gran diferencia estará cuando las salas estén preparadas para exhibir en digital. Aunque hoy por hoy, ya puede rodarse con una calidad notable".