López Vázquez era el cine español
Fue un actor soberbio y sus más de 200 películas son, quizá, la representación más exacta de todo lo que ha dado de sí la cinematografía patria
2 noviembre, 2009 01:00José Luis López Vázquez en el mítico corto La cabina.
Juan SardáRecordar a José Luis López Vázquez, fallecido en Madrid a los 87 años, significa rememorar lo mejor, y cuando fue bueno fue muy bueno, y también lo peor del cine español. Porque López Vázquez "era" el cine español. Fue un actor soberbio y sus más de doscientas películas son quizá la representación más exacta de todo lo que ha dado de sí la denostada cinematografía patria, criticada de forma injusta tantas veces como demuestran las muchas joyas que deja tras de sí este actor versátil y stajanovista cuya peculiar forma de hablar le hacía perfectamente reconocible. Escuchando tan sólo su voz, la inmensa mayoría de los españoles podía reconocerlo de inmediato. Junto a Alfredo Landa, era el último representante de toda una época y una forma de entender el cine. Su muerte no puede sino causar una honda tristeza a todos los amantes del séptimo arte.
Con su calva y su corta estatura, López Vázquez se convirtió en el representante más idóneo de ese "españolito" medio que sobrevivía como podía en los aciagos y miserables tiempos del franquismo. Su primera película, María Fernanda, la jerezana, data de 1946 pero no fue hasta 1954 cuando realiza su primer filme memorable, Novio a la vista, donde comenzó a trabajar con un director que clave en su filmografía y un icono del mejor cine español, Luis García Berlanga. Junto al genio de Valencia López Vázquez firmaría algunos de sus mejores títulos. En 1957 volverían a juntarse en Los jueves, milagro, aquella genial parodia del fanatismo religioso en pleno franquismo; y en 1961, la vitriólica Plácido, una crítica afiladísima contra el clasismo y el buenismo nacional católico que partía de la tronchante premisa de "sentar a un pobre a la mesa".
La colaboración entre ambos continuaría con más títulos memorables. Como en El verdugo (1963), una de las grandes obras maestras del cine mundial y aun hoy una de las críticas más brutales y contundentes contra la deleznable pena de muerte. Hasta llegar a la fantástica trilogía formada por La escopeta nacional (1978), Patrimonio Nacional (1978) y Nacional III (1982), en la que se retrataba de forma divertídisima y profunda la decadencia de toda una clase social que se había enriquecido con el franquismo sin que importara lo más mínimo su nula ética y falta de talento. Ambos monstruos del cine español volvieron a coincidir en Moros y cristianos (1987) y por última vez en Todos a la cárcel (1993), parodia sobre el afán de tantos poderosos por apuntarse a la lucha antifranquista.
Sólo por estas películas López Vázquez merecería un monumento en la historia del cine español. Pero su talento generoso se reveló en muchas otras películas de calidad indiscutida. Repasarlas ahora que el actor ya no está provoca una mezcla de admiración y tristeza por lo mucho que ha dado al arte cinematográfico. El pisito (1959), de Marco Ferreri, sigue siendo una obra cumbre del sarcasmo y uno de los retratos más agudos de las penalidades que atravesaba la empobrecida sociedad española. Atraco a las tres (1962), de José María Forqué, es de nuevo una comedia modélica y un irónico (la censura franquista no permitía más) acercamiento a las miserias de la época. Y fue uno de los actores clave del primer Carlos Saura, con títulos ya míticos como Peppermit Frappé (1967), El jardín de las delicias (1970), La prima angélica (1974) o Mamá cumple cien años (1979).
Y no se pueden olvidar otros memorables trabajos suyos. Como Mi querida señorita (1972), de Jaime de Armiñán, con la que rozó el Oscar, contundente denuncia del estado de ignorancia a todos los niveles que había traído consigo el franquismo a partir de un hombre que crece pensando que es una mujer. Ese mismo año protagonizó La cabina, de Antonio Mercero, metáfora avant la lettre sobre la incomunicación en una sociedad cada vez más invadida por la tecnología. Habla mudita (1973), esa peculiar versión del mito del buen salvaje de Manuel Gutiérrez Aragón es otro de sus hitos como también resulta inolvidable su participación en la excelente versión de La colmena que realizó Mario Camus en 1982.
No todo son buenas películas entre las 259 que realizó el grandioso actor. Buena parte de su popularidad se debe a títulos emblemáticos del franquismo como La gran familia (1962, Fernando Palacios) o Sor Citroen (1967, Pedro Lazaga). López Vázquez, además, fue uno de los rostros embelmáticos del cine del destape, lo que le dio un nivel de popularidad que muy pocos o ningún actor español ha disfrutado pero que no dieron precisamente lustre a una filmografía sobrada de prestigio. Son títulos para el olvido como Un casto varón español (1973), Doctor, me gustan las mujeres, ¿es grave? (1974) o El fascista, la beata y su hija desvirgada (1978).
Finalmente, en los últimos años López Vázquez tuvo su postrera popularidad con las tres temporadas de Los ladrones van a la oficina, serie de televisión que trataba de recuperar la fina ironía y bonhomía de sus títulos emblemáticos con Ferreri, Forqué o Berlanga. Su desaparición, a pesar de la inevitable tristeza, también depara la sensación de una vida verdaderamente vivida.