Image: Miguel Albaladejo

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Cine

Miguel Albaladejo

“No ir a la Sección Oficial es mucho más relajado”

5 febrero, 2010 01:00

El cineasta Miguel Albadalejo

Una comedia entre la mirada bucólica de la tradición francesa y la comedia española. El director Miguel Albaladejo va a la Berlinale con una reflexión sobre la falsa bondad, protagonizada por Petra Martínez, que se estrenará la próxima semana.

Afronta su segundo Festival de Berlín tras presentar Cachorro en 2004 con grandes aplausos. Con su nuevo filme, Nacidas para sufrir, brillará otra vez en la sección paralela Panorama, lo cual le resulta "mucho más relajado y menos pomposo" que estar en la Sección Oficial. "Lo que me gusta de Berlín -precisa- es la posibilidad de conectar con un público tan distinto. Cachorro les encantó y creo que Nacidas para sufrir les gustará más, es mejor". Han pasado tres años desde aquella Volando voy en la que recuperaba el cine quinqui de finales de los 70, y Albaladejo, que ha obtenido grandes éxitos de público con filmes como La primera noche de mi vida (1998), Manolito Gafotas (1999) o El cielo abierto (2001), escritas junto a Elvira Lindo, no lo ha tenido fácil esta vez para conseguir poner en pie una producción que soslaya con elegancia el principal pecado de muchos filmes españoles: ese costumbrismo en el que los personajes sienten y actúan igual que hablan.

"El problema", dice el director, "es que al final acabas haciendo un capítulo de Los Serrano". Se refiere al poder de las televisiones en la producción cinematográfica española y su querencia por ese costumbrismo que Nacidas para sufrir reinventa. Aquí, sus personajes no callan, pero pocas veces, o ninguna, dicen lo que piensan. Petra Martínez, la actriz que ya deslumbró en La soledad de Jaime Rosales, se mete en la piel de Flora, una mujer de campo en absoluto paleta que es una verdadera maestra en el arte de la manipulación: "No me interesaba retratar a la típica abuelita. Ella es una mujer muy moderna y muy revolucionaria", matiza Albaladejo.

Esta "mujer moderna" vive en un pueblo casi de postal donde la naturaleza juega un papel bucólico que recuerda a esa mirada de la campiña que han ofrecido directores franceses como Jean Renoir o André Techiné. "Todo tenía que tener una aire de fábula. Es un pueblo bonito que además existe. Tiene ese aire de cuento, como de anuncio de turrón, pero, claro, sin pasarse", explica el cineasta.

Azcona e Isbert Albaladejo, pese a las referencias citadas procedentes de la tradición gala, considera que ha hecho una película muy española: "Siempre he tenido en mente esas comedias de los sesenta realizadas con sofisticados guiones como los de Rafael Azcona. Para el personaje de Flora me inspiré en el perfil de Pepe Isbert, un señor de pueblo atípico y muy peculiar, aunque me encanta si parece francesa". Nacidas para sufrir refina el talento del cineasta con diálogos chispeantes y situaciones rocambolescas que remiten a la mejor comedia clásica y que desembocan en una profunda reflexión sobre la bondad y sus prebendas. "Yo siempre he visto la película como una comedia romántica, incluso muy clásica". Nos encontramos ante un romance plagado de dobleces y sinsentidos en el que el personaje de Petra Martínez ejerce el papel de dominante y el de una insólita Adriana Ozores como el de sumisa esclava, aunque también venga cargada de sorpresas: "Está claro -sentencia Albaladejo- quién es la sádica y quién la retorcida. Al final, la que acaba ganando la partida es la que muestra un carácter con más dosis de masoquismo".

La idea de la bondad acaba siendo, sin embargo, el eje central de la película. No en vano, Flora repite una y otra vez, entre vileza y vileza: "Si es que las que no sabemos ser malas nunca sabremos serlo". Para Albaladejo, "lo que sucede con la gente que va de buena por la vida es que tanto bien puede generar una deuda imposible de devolver. Acaba siendo utilizada como un arma interesada. Por eso, muchas veces todos evitamos a esa gente tan bondadosa porque, en realidad, nos da miedo". El planteamiento, que se mueve en ese terreno que separa la entrega de la pura extorsión, consigue que Albaladejo presente una comedia que es, precisamente, lo contrario de un capítulo de Los Serrano: los personajes no dicen lo que piensan sino lo que les interesa. Es la vida misma. Una tesis que luchará por seducir en Berlín.