El imperio del humor
De Berlanga al ‘post-humor', el cine español propone nuevos caminos para la comedia
6 septiembre, 2013 02:00Gente en sitios de Juan Cavestany
El humor es el destino al que se encomienda en estos días una muy nutrida representación de directores, desafiando lugares comunes y proponiendo algunos desvíos a un género asociado a la "españolada" y sus variantes. Nacho Vigalondo, Daniel Sánchez-Arévalo, Isaki Lacuesta, Borja Cobeaga, Juan Cavestany y Santi Amodeo, entre otros, están a punto de estrenar nuevos títulos que transformarán definitivamente nuestro cine
Lacuesta no está solo en su intención de retratar, desde la incorrección humorística, la rabia y el desencanto de nuestros tiempos. Los demonios de la actualidad son un buen caldo de cultivo para las "situaciones absurdas, la comicidad cáustica y los enfoques grotescos", es decir, aquellas características que según la famosa definición de José Luis Borau determinan lo "berlanguiano". Para Juan Cavestany, la comedia española sigue abonada al "esperpento, el hambre, la violencia y el alarido como formas de relación social", y Nacho Vigalondo encuentra la madre del cordero en el ADN quijotesco, "detectable tanto en el ‘mainstream' (Torrente de Santiago Segura) como en el ‘low cost' (Mi loco Erasmus de Carlo Padial, Ilusión de Daniel Castro)" y que, "por mucho que mute, nuestra comedia seguirá hablando de perdedores, personas fuera de su lugar y su tiempo, gente que la lía porque su realidad no es la del otro". Sánchez Arévalo sostiene que la respuesta al destino de la comedia española solo la tienen "quienes ahora mismo están escribiendo y no dejándose abatir por la crisis, al revés, sacándole punta a la situación actual". En La gran familia española, que estrena el viernes 13, el director de Primos contempla su abordaje a la "comedia emocional" tomándose muy en serio las "taras, traumas, carencias y miedos de los personajes", porque la buena comedia, asegura, "sólo sale desde una situación dramática". El reverso de la lágrima, por tanto, como catalizador de la risa.
Un fotograma de La gran familia española de Daniel Sánchez Arévalo
Crisis de identidad
¿Padece por tanto la comedia española una crisis de identidad? "En absoluto -asegura Vigalondo-. Como mucho se está replanteando su impronta en la sociedad. Antes la comedia era un gran común denominador. Antes teníamos la españolada, al vecino del quinto, a Martes y Trece... Después de Chiquito de la Calzada, más allá de Santiago Segura, la comedia ha dejado de decirle lo mismo a todos". Una posible respuesta a la multiplicidad de humores que practican cineastas como Víctor García León (Vete de mí), Javier Fesser (Mortadelo y Filemón), Jonás Trueba (Los ilusos), Javier Ruiz Caldera (Tres bodas de más), David Serrano (Días de fútbol) o Chiqui Carabante (12+1, una comedia metafísica). "Veo el género algo disperso -señala Cobeaga-. Cuesta definir con precisión qué comedia se hace en España. La que practica Ruiz Caldera poco tiene que ver con la de Sánchez Arévalo. Pero sí creo que Serrano, Segura o De la Iglesia son herederos de cierta tradición cómica que tiene que ver con Azcona. O que la comedia más berlanguiana realizada recientemente es la del comienzo de [REC] 3 de Paco Plaza". El director de Extraterrestre concluye: "Sólo sé que el humor español es lo que separa a Andy Kaufman de la manzana de Tony Leblanc, a los Monty Python de Muchachada Nui y a Superbad de Pagafantas".
Emma Suárez y Albert Pla en un instante de Murieron por encima de sus posibilidades
Cobeaga tiene algo que decir al respecto: "Si hay alguien que ha hecho algo totalmente nuevo y que merece la pena destacar es Juan Cavestany con Dispongo de barcos y El señor". Cineasta y dramaturgo (integrante de la compañía Animalario), Cavestany, quien confiesa que nunca se ha reído tanto en su vida como con los especiales de stand up de Louis C.K., presenta estos días en el Festival de Toronto su tercera aventura ‘low cost', Gente en sitios, en la que aborda el humor "abrazando el caos, pero a la vez en movimiento dramático constante, siendo claro y tratando de no mirarme el ombligo ni de impostar nada. En una escena de la película, dos personajes gastan una broma a un tercero, pero de repente la víctima de la broma pasa a ser el espectador y esta escena, casi improvisada y rodada de forma inconsciente, resulta increíblemente molesta e intolerable a muchas personas que la ven. Tengo pendiente reflexionar sobre este efecto".
¿Quién mató a Bambi? de Santi Amodeo
Incomodidad y horror
Sea mediante el humor agresivo o infantil, macabro o idiocrático, los desequilibrios que la comedia contemporánea genera en el espectador anidan en el germen de lo que se ha venido en llamar el post-humor, y que no cesa de ganar adeptos a uno y otro lado de los espejos de la ficción. Pero seamos serios, ¿qué es exactamente el post-humor? "Un concepto que sirve para catalogar ese humor construido a partir de materiales contrarios como pueden ser el vacío, la incomodidad o el horror", sostiene Vigalondo. Para Lacuesta, bajo otros disfraces, esa clase de "carcajada asombrada" siempre ha estado ahí: "Es estupendo repasar A Book of Nonsense (1846) de Edward Lear y compararlo con el reciente Ultraviolencia de Miguel Noguera [uno de los gurús del post-humor] para ver que son primos hermanos". El director de El factor Pilgrim añade el germen de la corriente: "Si tiro de intuición, supongo que La hora chanante de Joaquín Reyes podría ser un ejemplo de post humor", especifica Amodeo. "Es una etiqueta para definir un humor que sobre todo ha tenido su caldo de cultivo en internet. Al parecer el post-humor no tiene como objetivo hacer reír, pero creo que esa definición no acaba de convencer a los que supuestamente lo practican", dice Cobeaga.
Democracia de Borja Cobeaga.
Probablemente Don Pepe Popi, de Carlos Vermut, sea una de las piezas que con mayor claridad recoge, en palabras de Cavestany, "ese humor cuyo objetivo principal es no hacer gracia o incluso provocar lo contrario: la extrañeza o la amargura". Vermut, autor de Diamond Flash, coloca a los Venga Monjas en el contexto de una situación dramática, "y tienen que abordarla no como Venga Monjas, un baluarte desde el que pueden reírse de todo, sino desde su condición de individuos", de tal modo que la película acaba siendo un barómetro con el que cada espectador podrá marcar sus límites a la hilaridad. ¿De qué podemos reírnos? ¿Hasta dónde podemos reírnos? ¿En qué momento la risa se encuentra con la lágrima? "Entiendo que lo que han bautizado como post-humor tiene que ver con una clara intención exclusivista -reflexiona Vermut-. Y no lo digo como algo malo, lo digo porque intuyo esa necesidad de filtrar como ejercicio de búsqueda al que es como tú, al hermanado. Al que es capaz de reírse de algo que creías que sólo te podía hacer gracia a ti. El post-humor no nace de la negación, nace de la intención de encontrar a tu media naranja". El imperio del humor, como siempre quiso Chaplin, deriva en el imperio del amor.