Image: Destellos de cine radical: La distancia y La jungla interior

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Cine

Destellos de cine radical: La distancia y La jungla interior

En ambas películas existe una cierta tendencia 'nórdica' de fotografías heladas y aires fríos con un cierto tono juguetón y paródico

17 octubre, 2014 02:00

Fotograma de La distancia de Sergio Caballero

No deja de ser curioso que tanto La jungla interior, debut en ficción de Juan Barrero, como La distancia, segunda película de Sergio Caballero, tengan fuertes reminiscencias de la cultura del norte de Europa, mostrando esa fascinación que siempre ha tenido la cultura española por los ambientes fríos y cerebrales de los países gélidos, todo lo contrario al nuestro. La jungla interior comienza con una parrafada en sueco sobre las imágenes de una isla salvaje en África, lo que nos transporta al mundo de Bergman aunque en un contexto insólito. La distancia, de Sergio Caballero, está hablada en ruso y el universo al que se refiere es al de otro tótem de la cultura europea, Tarkovski, muy particularmente aquella Stalker de paisajes postindustriales y apocalíptcos. Ambas son muy distintas y son trabajos meritorios pero cada una a su manera vienen a ejemplificar las alegrías, y también los lastres, de un cierto cine de autor hecho no solo en España en el que los hallazgos conviven con una serie de tics que comienzan a ser cansinos y constituyen por sí mismos una suerte de convencionalidad en la inconvencionalidad.

La jungla interior narra la historia de Juan y Gala. Durante un fin de semana en el pueblo de la infancia de él queda claro que ella quiere tener hijos y él, no. Juan parte a una isla cercana a Madagascar para rodar un documental que sigue los pasos de Darwin por aquellos lares. Allí se entera de que su novia le ha engañado, se ha quedado embarazada y piensa tener el hijo. A Juan, interpreptado por el propio director, apenas lo vemos porque la película está contada desde su punto de vista y muchas veces la imagen de la película son las grabaciones que realiza su novia. La jungla interior trata sobre el miedo a la paternidad y está rodada con sensibilidad. No solo eso, logra que nos creamos esa relación y hay verdadera densidad emocional a la hora de reflejar los desvelos y torturas de su protagonista. La jungla interior transmite turbulencia y refleja de manera convincente las contradicciones de ese personaje invisible que no quiere ser padre pero tampoco es capaz de cortar con su novia.

Fotograma de La jungla interior de Juan Barrero

Soy un gran admirador de la primera película de Sergio Caballero, la muy marciana Finisterrae, y veo con gran expectación la segunda, La distancia, en la que uno de los codirectores del festival Sónar y creador de sus vistosas imágenes corporativas insiste en un universo bizarro en el que se propone al mismo tiempo una reivindicación de la vanguardia en estado puro como una suerte de parodia. Planteada como aquella como una road movie, si entonces veíamos a los reyes magos deambular aquí son tres enanitos quienes parten en una improbable misión. Planteada como un laboratorio de experimentación sonora, es precisamente en este terreno donde Caballero logra hallazgos sorprendentes capaces de marcar tendencia e inspirar. Superado la sorpresa inicial de la primera película, lo mejor es ese sentido del humor socarrón y escéptico que recorre el filme. Le siguen gustando los personajes cínicos y desagradables (hay que ser idiota para apuntarse voluntario a cualquier cosa que dice uno de los enanos resumiendo la filosofía general) y los toques surrealistas (el romance entre un cubo que recita haikus y una chimenea es genial) aderezan el conjunto.

Ambas películas usan recursos parecidos. En La distancia casi nunca vemos en plano al personaje que habla y observamos las reacciones de quienes le escuchan. En La jungla interior sucede con frecuencia, como en esa clase de música que imparte la protagonista. Existe, lo he dicho, una cierta tendencia "nórdica" de fotografías heladas y aires fríos con un cierto tono juguetón y paródico pero sobre todo en el caso de la La jungla interior suena excesivamente distante e impostado. Hay una cierta querencia por la elipsis, el sugerido excesivamente sugerido y el juego intelectual que les quita emoción. Son eso sí, dos películas notables de visión ineludible para cinéfilos atentos, dos radicales muestras de libertad que no hay que perderse.