Image: Creatividad a bajo coste y los debuts de Leticia Dolera y Alejo Flah

Image: Creatividad a bajo coste y los debuts de Leticia Dolera y Alejo Flah

Cine

Creatividad a bajo coste y los debuts de Leticia Dolera y Alejo Flah

'Todo el mundo lo sabe', del debutante Miguel Larraya, va más allá del clásico "cineasta prometedor" y te deja helado

22 abril, 2015 02:00

Fotograma de Todo el mundo lo sabe de Miguel Larraya

Voy a empezar hablando de la película que más me ha gustado estos días: Todo el mundo lo sabe, del debutante Miguel Larraya. Proyectada en Zona Cine, sección dedicada al cine emergente, es un filme rodado con cuatro duros, literalmente, bajo el auspicio de esa apasionante iniciativa llamada My Little Secret Film (que obliga a rodar en poco tiempo y con medios precarios) en el que vemos un caso de corrupción a los que por desgracia estamos tan habituados en nuestro país a través de varias conversaciones de sus protagonistas colaterales en las que asistimos al ocaso (o no) de un tal Eduardo Llanes, una especie de pequeño Nicolás ya maduro traicionado por su amante, salvado por un oscuro compañero de celda y un periodista en dificultades cuyo trágico final que no desvelaremos.

Hay en Todo el mundo lo sabe pasión por contar y momentos realmente sensacionales, detrás de sus imágenes y sus brillantes diálogos uno percibe verdadero talento y algunas secuencias (la explicación de El Polilla a su amigo de la trampa por la que acaba en la cárcel) erizan la piel porque explotan en pantalla con una verdad apasionante. Vemos a una Bárbara Santa Cruz espléndida como amante despechada o a ese Polilla (Diego Toucedo) enorme como reflejo de la desesperación por no hablar de ese joven periodista (Juan Blanco) con esa mezcla entre arrogancia y abatimiento tan propia de los de nuestra profesión. Hay cine en Todo el mundo lo sabe y su propuesta va más allá del clásico "cineasta prometedor", vale la pena verla y te deja conmovido, helado. Muy buena.

Dos debuts han marcado el ritmo en Málaga. La actriz Leticia Dolera debuta en el largometraje tras varios cortos con Requisitos para ser una persona normal, película en la que la vemos a ella misma interpretando a una pizpireta chica sin aficiones, trabajo, novio ni casa que sueña con ser como los demás así como su romance con un orondo dependiente de IKEA (IKEA paga la película y se nota demasiado). Siguiendo el patrón del cine indie en su veta naïf, la pelicula es una comedia romántica sobre una chica muy perdida que como suele ocurrir encuentra el amor donde menos se lo espera. Aunque sale la crisis, todo es muy 90s.

Dolera es graciosa y es simpática y es lo mejor de la película. Su personaje, una especie de mezcla entre la ingenuidad de Amélie y algo de la absurdidad del Chapulín colorado, hace que uno siga el asunto con cierto interés e incluso rías las gracias. Tiene dos problemas, uno, que el personaje de Dolera es demasiado vacío (vale que no tenga trabajo y casa, ¿pero aficiones?) y dos que el conflicto de fondo (chica guapa, chico feo) nunca acaba de estar del todo planteado porque la actriz al mismo tiempo que pretende equiparar a los dos personajes también introduce como subtexto el eterno dilema de "la belleza está en el corazón". Al final, a base de ocultar el conflicto principal (¿puede una chica mona enamorarse de un obeso?) da la impresión de que lo oculta haciéndolo antipático.

Sexo fácil y películas tristes, otro debut, en este caso de Alejo Flah (guionista argentino de televisión) recrea un juego metaficcional sobre los mimbres y arquetipos de la comedia romántica para elaborar una teoría sobre la distancia entre la verdadera vida (encarnada por un guionista cuarentón en crisis al que da vida Ernesto Alterio) y las rutinas de la ficción a partir de las idas y venidas de una pareja de chico (Quim Gutiérrez) y chica (Marta Etura) de treintaypocos cuyo devenir circula en base a los cánones de este tipo de películas para acabar siendo una película sobre lo difícil que es estar solo y acompañado o en suma, lo difícil que es ser feliz en esta vida.

Hay un cierto ingenio en el juego de espejos de Flah y algunos momentos inspirados (el personaje polígamo del amigo productor del guionista) y es una película que se ve bien, con simpatía, sin excesiva pasión pero con una sonrisa. Tiene un poco el mismo problema de la película de Dolera y de muchas otras películas españolas, los chavales jóvenes que protagonizan la historia romántica están creados en base a arquetipos y pecan de resultar, a la postre, poco interesantes. Hay una reflexión interesante en el filme sobre las distancias que unen y separan a los artistas de su propia creación, pero es difícil sentirse fascinado con las desventuras románticas de una pareja creada con regla y cartabón y algunos recursos (lo del gin tonic) abusan de nuestra capacidad para disfrutar el tópico.

Voy a ser breve con dos películas más incapaces de hacernos creer sus poco verosímiles premisas. El país del miedo, de Francisco Espada, es una adaptación de una novela de Isaac Rosa sobre el acoso escolar reiterativa y mal dirigida sobre un padre (José Luis García Pérez) que entra en pánico cuando su hijo comienza a ser extorsionado en el colegio. Se supone que la película trata sobre cómo el miedo se ha instalado en la sociedad y ya no nos fiamos ni de nuestra madre, pero te deja estupefacto que un señor viva acojonado por una niña de ocho años y donde a pesar de que se subraya una y otra vez el mensaje del filme es imposible sentir el miedo por ninguna parte. El país del tedio hubiera sido un título más adecuado.

Asesinos inocentes, de Gonzalo Bendala, es una película adolescente con Maxi Iglesias en la piel de un chaval con problemas económicos que necesita a toda costa aprobar la carrera y para ello está dispuesto a todo. El planteamiento del filme (el profesor le pide al chaval que lo mate si quiere la licenciatura) es tan absurdo y tan poco creíble como casi todo lo demás en una película ridícula.