Image: Tomás Marco

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Cine

Tomás Marco

Abucheos a La reina de África en Aguilar de la Frontera

3 julio, 2015 02:00

Noche, oscuridad, calor. Cine de verano en la plaza del pueblo. Una de tiros, de amores prohibidos, de aventuras míticas... De Jamón, Jamón a Lawrence de Arabia, escritores, artistas, cineastas, músicos, actores y directores teatrales recuerdan aquí aquella película que vieron en plena ola de calor.

Mis más lejanos, y seguramente mis mejores recuerdos de los cines de verano, se remontan a los primeros años cincuenta, entre mis diez y mis trece años época en la que solía pasar algún tiempo de las vacaciones en el pueblo cordobés de mi madre, Aguilar de la Frontera. En el paseo principal de la localidad había un cine de verano, en realidad una explanada o solar, con su terraza, sus sillas de anea que uno ponía donde le parecía, pese al conato de orden inicial, y su pantalla de pared. Hoy día allí hay bloques de pisos pero entonces era un remanso veraniego a donde se acudía casi cada día, que era la frecuencia con que cambiaban las películas, cuando se iniciaba la puesta del sol. Se estaba fresquito, era barato y daban entretenimiento. Las películas no eran demasiado escogidas y además el público las comentaba en voz alta, silbaba de admiración a las actrices, abucheaba los conatos de beso y aplaudía a rabiar la llegada del "bueno" o , en su caso, porque el tema del Oeste abundaba, del Séptimo de Caballería.

En ese contexto, un día anunciaron un película llamada La reina de África, que nadie sabía de qué iba pero que suponíamos de grandes aventuras entre tribus negras, a lo mejor con Tarzán -muypopular, especialmente porque Jane andaba ligera de ropa y Chita hacía monerías- y a lo mejor hasta con una reina blanca entre gasas. Pero resultó que la tal reina era un barco bastante cutre y que los protagonistas no eran Humphrey Bogart y Katherine Hepburn que por supuesto, ni nos sonaban, sino, para los adolescentes, un par de "viejos" de escaso atractivo en una aventura en la que "no pasaba nada".

La película se vio entre abucheos, comentarios jocosos y risas nada reverentes y los espectadores la calificaron inmediatamente de "rollo". Como yo debía ser una especie de marciano, resultó que a mí me fascinó, aunque me abstuve de proclamarlo mucho. Pero la película se me quedó grabada y años después la volví a encontrar y disfrutar. La he visto muchas veces y me sigue pareciendo maravillosa pero seguramente nunca he vuelto a sentir la sensación de descubrimiento, bastante secreto dadas las circunstancias, que recibí la primera vez que me topé con ella. Aquel borrachín marinero de río, aquella medio histérica semimonja protestante y aquella barcaza asmática y jadeante sorteando dificultades, no se pueden olvidar.

No tenía entonces ni idea de quien era John Houston porque lo que interesaba a los espectadores de entonces eran los "artistas" y entre ellos no estaba el director cuya función ni se sospechaba. Incluso aquellos "artistas" nos eran desconocidos y no tenían ningún atractivo aunque "trabajaban" (que era como se decía de las actuaciones) bien. Seguramente al día siguiente nos resarcimos con Alan Ladd haciendo de policía montado del Canadá o con una española de folclóricas que tenían inmenso éxito. Creo que nunca más en aquel cine de verano recobré las sensaciones que me produjo, La reina de África. Seguramente tampoco echarían nada parecido y aquello se coló en el paquete de distribución. Pero, donde se instaló para siempre, fue en mi memoria.

Tomas Marco (Madrid, 1942) es compositor y musicólogo. Estudió violín y composición, simultaneando esta actividad con estudios en Derecho. Amplió estudios musicales en Francia y Alemania, donde fue alumno de Pierre Boulez, György Ligeti y Karlheinz Stockhausen, Bruno Maderna y Theodor Adorno, entre otras referencias de la vanguardia musical. Es autor de diversos libros y artículos sobre música contemporánea española y Premio Nacional de Música en 1969.