Amor y desamor en el París cool
Fotograma de Mi amor
En Mi amor la actriz y directora Maïwenn propone la historia de una pareja que se ama y se repele con igual intensidad en ese París de la moda y los modelos que fascina al mundo
Mi amor arranca, no podría ser de otra manera, en una fiesta para describirnos la fascinación mutua de los dos protagonistas. Como dice el personaje de Cassel, la paradoja es que uno se suele enamorar de lo mismo que después hace que odiemos a la otra persona. Es un proceso de fascinación mutua. A la abogada le deslumbra ese mundo de fiestas sin fin y gente guapa y a él la solidez y estabilidad de ella. Son completamente distintos, el hombre frívolo, simpático y encantador contra la mujer de orden que oculta como puede sus neurosis. Son pura dinamita y es esa dinamita la que les da vida y también les hace seguir juntos como pareja. En Mi amor la tragedia surge porque los personajes nunca dejan de amarse, simplemente no saben cómo hacerlo.
A través de sus idas y venidas o sus deseos de paternidad asistimos al proceso de destrucción de ambos (más ella que él). Un proceso en el que la pasión se convierte en el acicate para el drama y donde ambos luchan contra sus propias naturalezas más íntimas para tratar de crear algo nuevo y más bello que por momentos brilla y casi siempre se les escapa. Los protagonistas se pelean y se vuelven a enamorar y tratan de mantener su relación viviendo juntos y por separado.
La gran virtud de la película es que no oculta nada. Los personajes se comportan como verdaderos seres humanos y nos adentramos hasta el fondo de sus miserias pero también de su grandeza. Cierra el filme ese bellísimo plano de Cassel observado por la protagonista en el que queda claro que para bien o para mal no somos capaces de controlar nuestro destino ni nuestros afectos. Hay belleza en Mi amor y cualquiera que se haya enamorado se reconocerá (y por momentos se reirá y en otros quizá tendrá ganas de llorar) ante las cuitas de dos personajes tan extremos como reales.
@juansarda