Image: Dos funerales y una boda

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Cine

Dos funerales y una boda

22 abril, 2016 02:00

Fotograma de Los recuerdos

Los recuerdos, película dirigida por Jean Paul Rouve basada en la novela de David Foenkinos, nos cuenta la historia de una de esas familias felices que abundan en las películas francesas, con su dosis de dulzura, melancolía y sentimentalismo.

Según la famosa frase de Tolstoi, las familias felices son todas iguales y las infelices cada una es infeliz a su manera. Los recuerdos, película dirigida por Jean Paul Rouve basada en una novela de David Foenkinos, nos cuenta la historia de una de esas familias felices que según Tolstoi son todas iguales. Y si Tolstoi no tiene razón, lo que sí está claro es que hay determinadas películas francesas que giran en torno a la familia con un punto de dulzura, un punto de melancolía y dosis de sentimentalismo que si no son todas la misma, la verdad, se parecen mucho.

Los recuerdos está construida en torno a la relación entre un joven de 23 años con buen corazón y su abuela, una mujer con carácter aficionada a los comentarios políticamente incorrectos con un corazón aún mayor y en medio están los padres del chico, un señor (Michel Blanc) que acaba de jubilarse y anda perdido por la vida y su esposa, triste por el aparente desinterés de su marido. Y poco más. Los recuerdos es una película de personajes en la que se trata de reflejar el discurrir de la vida, con sus amargas pequeñas derrotas y sus dulces pequeños triunfos, y para que nos quede claro de vez en cuando aparece una musiquita como de anuncio de marca de quesos centenaria porque la vida pasa pero algunas cosas permanecen.

Comienza Los recuerdos con un funeral y termina con otro. En medio, la crisis del joven que sueña con ser escritor, el padre jubilado que mete a la madre en una residencia y se siente culpable y un compañero de piso del chaval con todo tipo de peregrinas tácticas para conquistar a las mujeres. Todo lo dicho podría dar la sensación de que la película es horrible. No lo es. Los recuerdos se ve con cierta simpatía y construye una galería de personajes un tanto arquetípicos y excesivamente "entrañables" pero indiscutiblemente, una vez más, simpáticos. Dulce como el turrón, vendría a ser una versión francesa de esas Barcelonas noches de verano y de invierno que gustan al público. Se olvida tan rápido como se consume.

@juansarda