El niño y la bestia: crecer es duro
Fotograma de la película de animación El niño y la bestia, de Mamoru Hosoda
El niño y la bestia, de Mamoru Hosoda, se estrena en los cines españoles. La película de animación japonesa aborda la amistad sin límites a través de un hermoso espectáculo audiovisual.
Recuerda el fondo de la película de La princesa Mononoke, esa película de Miyazaki en la que veíamos ese demonio que insertaba el odio en el corazón de los hombres corrompiéndolos. En esta ocasión, la misma fábula sobre la fuerza del amor y la destrucción del odio cristaliza en la peripecia de un niño huérfano que viaja a un mundo paralelo habitado por bestias humanizadas para descubrir una familia y aprender a pelear sin odiar a su enemigo. El niño y la bestia tiene reminiscencias de Karate Kid en ese niño que aprende artes marciales de mano de un experimentado profesor, aunque en esta ocasión es una bestia holgazana y no ese maestro riguroso de la mítica película de los 80. En El niño y la bestia, el profesor enseña a luchar y el niño le enseña a quererse a sí mismo en un proceso de aprendizaje mutuo que se parece mucho más a la vida real.
Hay películas que hay que ver con el cerebro y con las tripas y otras que hay que ver con los ojos del corazón. El niño y la bestia es una de las segundas. Es cierto que por momentos algunos pueden encontrarla demasiado infantil, pero si uno sabe dejarse llevar por la fuerza de sus imágenes descubrirá el infinito placer de los niños de creer en lo imposible. El niño y la bestia es un hermoso espectáculo audiovisual y una sencilla metáfora sobre cosas que quizá ya sabemos pero nunca está de más que nos recuerden.
@juansarda