El cine español emociona y agita Berlín
Una imagen de Pieles de Eduardo Casanova
Dos películas españolas de sensibilidades absolutamente contrapuestas y dirigidas por cineastas noveles han tomado el protagonismo en la Berlinale.
La dilatada experiencia de Muñoz Rivas en la sala de edición se revela como fundamental en El mar nos mira de lejos, documental que encuentra un tempo preciso y vivo, otorgando a cada elemento el espacio necesario para que comprendamos su verdadera dimensión pero sin adaptar un estilo contemplativo. Su exquisito retrato de los rostros recuerda al maestro portugués Antonio Reis en su honestidad y humanidad. Lo mismo ocurre con la naturaleza: la arena, la maleza y por supuesto el mar son representados con un compromiso poco habitual en el cine. El mar nos mira de lejos es una de esas escasas películas que mantiene un contacto real con la tierra.
Una parte sustancial de esos logros tiene su origen en el brillante trabajo de su equipo técnico. La fotografía de Mauro Herce captura lo humano y lo natural en su más pura esencia. Todavía más significativa en este caso es la banda sonora, que convierte las variaciones del rumor del mar en el auténtico latido de este magnífico filme. Abrazando los vestigios del pasado y el relato legendario, Muñoz Rivas atrapa un espacio que nos acerca a lo eterno.
En las antípodas de la serenidad y la profundidad de El mar nos mira de lejos se encuentra Pieles (presentada en la sección Panorama), debut en el largo del actor Eduardo Casanova, conocido por su participación en la serie Aída. Su ópera prima se aleja radicalmente de los códigos televisivos para adoptar una estética recargada que por momentos recuerda al cine de Almodóvar y sobre todo a las obras más extremas del japonés Sono Sion. Se trata de un conjunto de historias que tienen como nexo común las anomalías físicas, desde una prostituta que no tiene ojos, a un adolescente que lesiona sus piernas al no reconocerlas como suyas, pasando por personajes con malformación facial, acondroplasia (que incluye un guiño a la serie Paranoia Agent de Satoshi Kon) y el caso más excesivo: una joven que tiene el ano en la boca. Todos los relatos hablan sobre la búsqueda del amor, el reconocimiento de la identidad propia, la crueldad de una sociedad que acepta un único canon de belleza y discrimina a los que se salen de él.
Producida por Álex de la Iglesia e interpretada por un elenco reconocible para el público español (Macarena Gómez, Carmen Machi, Ana Polvorosa y Candela Peña entre otros), Pieles acaba siendo víctima de su propio ímpetu provocador. La interesante propuesta de agitar al espectador enfrentándole con sus propios prejuicios se torna en una sucesión de situaciones grotescas -algunas de creatividad destacable, otras simplemente vulgares-, que utilizan el tema a reivindicar como bandera en lugar de indagar verdaderamente en él.
Una imagen de Una mujer fantástica
De entre las obras vistas en la Competición Oficial, la más destacable es sin duda Una mujer fantástica, regreso del chileno Sebastián Lelio tras su celebrada Gloria (2013). Su trama envuelve a Orlando, un hombre maduro que abandonó a su mujer para comenzar una relación con Marina, cantante transexual a la que casi duplica la edad. La noche del cumpleaños de ella, tras una romántica celebración, Orlando comienza a quedarse sin aire. Marina se apura en conducirlo hasta el hospital pero para cuando llegan es ya demasiado tarde. Sin tiempo para asumir la catástrofe, la joven tendrá que defenderse de los ataques físicos y psicológicos de la familia de su pareja recién fallecida, perteneciente a la clase alta chilena. En el odio que despierta en ellos pesa el vínculo que mantuvo con Orlando pero sobre todo su sexualidad, vista como una aberración. Melodrama con tintes de suspense que evidencia una acusada influencia del cine de Almodóvar, Una mujer fantástica deposita toda su fuerza en su excelente protagonista. Marina es un personaje complejo y fascinante que oscila entre una fragilidad a punto de romperse y una energía desbocada, imprescindible para su supervivencia. La soberbia interpretación de Daniela Vega sostiene la película de principio a fin y confirma a Lelio como uno de los mejores directores de actrices del momento.