Cien años de José María Forqué, el narrador de cuentos en el zoco
Se cumple el centenario del nacimiento de un prolífico "profesional del cine" que rodó una auténtica joya, 'Atraco a las 3'
7 marzo, 2023 02:08Cuando se habla de cineastas aragoneses básicos, suele citarse a Buñuel, Saura y Borau. Pero hay más, desde el pionero de la animación Segundo de Chomón a José María Forqué (Zaragoza, 1923-Madrid, 1995), de quien ahora se cumple el centenario de su nacimiento en Zaragoza. Después de Berlanga y Bardem, corresponde recordar a un compañero suyo de generación, a un director también muy representativo del cine español.
Representativo en múltiples sentidos, porque su trayectoria estuvo muy unida a los avatares de la industria de nuestro cine, que nunca fueron sencillos ni fáciles de asimilar. Vivió el éxito y el fracaso, la máxima estimación de los productores y la necesidad de fundar una empresa propia (Orfeo Films) para tratar de llevar adelante sus proyectos, el respaldo de la crítica y su hostilidad o, incluso peor, su indiferencia hacia una carrera que se veía declinante.
Nunca Forqué se consideró un autor, un creador que se guareciese en un mundo propio del que no salir. Todo lo contrario, se definía a sí mismo como “un profesional del cine”, un superviviente en un medio nada proclive a favorecer sus intereses, hasta el punto de sentirse “absolutamente frustrado, no sé si porque creo que podía haber hecho cosas que no hice o porque no he hecho más de lo que he sabido”. En cualquier caso, su casi medio centenar de películas y cuatro resonantes series televisivas demuestran una profesionalidad sin fisuras.
E incluso algo más allá. Porque es posible que Forqué no fuese en primer término un autor reconocible. Pero sí hay en él, al menos en sus mejores títulos, unas constantes que no siempre se han detectado y que merece la pena valorar: una denuncia de la utilización de los seres humanos en beneficio de quien tiene el poder de manipularlos, de lo que suelen ser víctimas las mujeres; una continua pugna entre lo real y lo ficticio, lo auténtico y su representación ante los demás; un incesante juego de
opuestos que va conformando las líneas dramáticas fundamentales; un magistral sentido de la comedia, entre el costumbrismo, el melodrama y el sainete.
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Además de una pulcritud estilística en cuanto a la composición de la imagen, un dominio en la dirección de actores (de López Vázquez a Fernán-Gomez, pasando por Closas, Analía Gadé o Amparo Soler Leal, junto a centenares de secundarios) y un siempre sabio uso de los espacios y los decorados, quizá como consecuencia de su primera vocación arquitectónica.
Quizá exagerase Florentino Soria al afirmar, en su libro de referencia sobre el realizador zaragozano publicado por la Filmoteca Regional de Murcia en 1990, que Forqué es “el director más feminista del cine español”, porque en sus películas “la mujer es fuerte, inteligente, sensible, no acepta la sumisión, se alza con astucia y determinación contra sus dominadores y, en su respuesta, puede llegar hasta la más cruel y refinada de las venganzas”.
Resulta indudable que en su etapa de los primeros años 70, coincidente –no por casualidad– con la entrada de Rafael Azcona en sus guiones a lo largo de cuatro filmes, es una temática que le interesa sobremanera. El monumento (1970) o La cera virgen (1972) contienen una suerte de apólogos morales donde se ponen en solfa las constantes de una sociedad donde la represión sexual sigue constituyendo pieza fundamental. Las figuras de Analía Gadé y Carmen Sevilla suponen en ellas una incesante tentación para quienes, sujetos a ideas hipermachistas, no soportan el viento de la nueva época.
Poco tienen que ver con aquellas Embajadores en el infierno o Amanecer en Puerta Oscura que a mediados de la década de los 50 dieron a Forqué prestigio profesional; ni sus posteriores colaboraciones con Alfonso Sastre en la dramática Un hecho violento y la incomprendida La noche y el alba, ambas de 1958; o las buenas adaptaciones de Mihura y Alfonso Paso en Maribel y la extraña familia y Usted puede ser un asesino, ya en los 60, con los intermedios “institucionales” de 091, Policía al habla y Accidente 703. Hasta llegar a la cumbre cómica y neocostumbrista de Atraco a las tres (1963), mucho más que una parodia de Rufufú y auténtica joya del cine español.
Como puede comprobarse, películas todas ellas, y las que seguirán, realizadas en muy corto espacio de tiempo. Porque no se trataba de insertar en sus imágenes un sello autoral, sino de pasar de un género a otro como en un desafío que Forqué asumía felizmente, dada su convicción de que “el cine es la equivalencia plástica del cuentista árabe que se sienta en los zocos y cuenta historias muy sencillas y muy claras a un auditorio que hace círculo y le echa unas monedas. Nosotros contamos historias y la prueba de ello es que el cine que funciona es el que cuenta historias claras y sencillas”.
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Modestia no fingida, que se acoplaba al ritmo de lo que la industria demandaba, pero que, dentro de una trayectoria demasiado prolífica, dejaba margen a títulos de valía, caso de Un millón en la basura, Las que tienen que tienen que servir (ambas de 1967), Una pareja… distinta o El segundo poder, de 1974 y 76, radicalmente distintas en cuanto a género, pero con una ambición y un acierto mayores que tantas otras. También sometidas, casi siempre, a los rigores de una censura gubernativa inclemente.
No fue nada bueno el tramo final de la filmografía de Forqué. Los sucesivos desastres económicos sufridos por su productora, culminados con el que supuso la citada El segundo poder, le llevó a una política de coproducciones con Italia o México nada fructífera y a aceptar encargos inadecuados. Más pendiente de consolidar la carrera interpretativa de su hija Verónica que de sus propias realizaciones, solo encontró un buen refugio en las series que hizo para Televisión Española, con mención especial, en 1982 y 88, para dos excelentes biografías sobre científicos españoles, Ramón y Cajal, con un inolvidable Adolfo Marsillach, y Miguel Servet, la sangre y la ceniza.
Aquel cineasta que admiraba a los clásicos norteamericanos y a Max Ophuls; aquel creador de atmósferas y entusiasta de la “ortografía cinematográfica”, que centraba en la planificación y el montaje; aquel contador de cuentos desde el zoco, solo sobreviría un año a su última película, un desconocido relato de ciencia ficción, Nexus 2431, rodado en 1994. No podía ser de otra forma, porque para José María Forqué el cine era su vida.
Marzo celebra a Forqué
Varias instituciones celebran el centenario de José María Forqué. La Filmoteca Española proyecta a lo largo del mes una selección de 13 películas que componen el ciclo 'El siglo de Forqué'. La Academia de Cine inaugura este martes otro programa con Un millón en la basura, que presentará Fernando Méndez- Leite, presidente de la Academia, junto a José Sacristán y Julia Gutiérrez Caba. Después será el turno de Usted puede ser un asesino (día 16), Amanecer en Puerta Oscura (día 23) y Embajadores del infierno (día 30). Por último, la plataforma de streaming FlixOlé ha estrenado un especial compuesto por 30 de sus películas.