La situación deriva en un triste patetismo cuando los familiares tienen que sacar el féretro de la vivienda para llevarlo al cementerio: ante la eterna avería del ascensor, sufren al trasladarlo por el mínimo espacio de la escalera. “Aquí no se puede ni morir ni vivir”, dice apesadumbrada la madre de Haby.

Así nos introduce el cineasta francés Ladj Ly (Roubaix, 1978) en esa Francia de la miseria de las banlieues, que ya retrataba en su primer filme, el thriller Los miserables (2019), que se llevó el Premio del Jurado en Cannes.

Si en aquella película trataba de desnudar cómo la policía siempre está más cerca del problema que de la solución en las zonas más conflictivas de las grandes urbes, en Los indeseables aborda desde una vertiente más totalizadora los efectos de la especulación inmobiliaria.

Para ello, el director, que crea ex profeso la ciudad ficticia de Montvilliers, no solo acompaña a los inmigrantes a los que se les vende una simple estafa como una rehabilitación urbana, sino también a los políticos que practican el trilerismo sin vergüenza alguna.

Destaca Pierre (Alexis Manenti), un pediatra que llega de manera inesperada a la alcaldía y que no parece conocer el significado de la palabra empatía, y Roger (Steve Tientcheu), un corrupto teniente de alcalde procedente de la propia banlieue que no tiene problemas en traicionar a los suyos.ç

El guion escrito por Ladj Ly y Giordano Gederlini va cambiando de la historia de Haby, trabajadora de una asociación que se pondrá en pie de guerra contra los abusos del ayuntamiento, a la del alcalde Pierre, que en algunos discursos se acerca a los mensajes más xenófobos de la ultraderecha, por lo que la llegada del filme pocos días después de que Le Pen haya arrasado en las elecciones europeas resulta de lo más pertinente.

Haby, por su parte, intentará hacer competencia en las elecciones al alcalde, mostrando a una juventud más comprometida, mientras que su amigo Blaz (Aristote Luyindula) acabará al borde de la locura por la situación de abuso que sufre su comunidad, representando a una juventud desesperada.

Esta multitud de perspectivas hace que Los indeseables se debata entre el filme de denuncia y el thriller político. Sin embargo, carece de la sensibilidad necesaria para hacer del todo creíble el mundo que pone en pie y del ritmo requerido para que la intriga resulte satisfactoria.

Por otro lado, el dibujo de los políticos es demasiado maniqueo y algunas situaciones, como el clímax, muy forzadas. Eso sí, Ladj Ly siempre destaca por el manejo de la cámara, que dota de una fuerza inusitada sus dramas de barrio.