'No hables con extraños': un tenso 'thriller' con James McAvoy como una incontrolable fuerza de la naturaleza
El filme del director James Watkins no es un memorable, pero al menos ofrece la suficiente diversión, además de una mirada crítica a la sociedad de la imagen.
13 septiembre, 2024 01:42De la productora Blumhouse, la churrería del terror -con sagas tan exitosas en su extensísimo catálogo como Insidious o The Purge-, nos llega ahora No hables con extraños, un tenso thriller que adapta el guion de un filme danés de 2022, Speak No Evil de Christian Tafdrup, bien recibida cuando pasó por el Festival de Sitges ese mismo año.
En la silla del director se encuentra el británico James Watkins, que en 2008 despuntó en el género con Eden Lake (2008), un solvente filme de intriga y explosiones de violencia protagonizado por Michael Fassbender y Kelly Reilly que anunciaba una prometedora y larga carrera en el género.
Sin embargo, las expectativas se fueron truncando a partir del escaso éxito de la estimable La mujer de negro (2012) y de una tediosa incursión en el cine de acción, Asalto en París (2016). El cineasta encontró un refugio en la televisión, donde ha participado en los últimos años en series como Black Mirror, McMafia y Harry Palmer: el expediente Ipcress.
Sin embargo, Watkins retorna ahora a la gran pantalla con un filme que juega con los mismos elementos y escenarios que su ópera prima, explorando los miedos de clase y los ciclos de la violencia, aunque rebajando la sangre. Si en Eden Lake era una pareja la que se marchaba de escapada romántica a un lago para acabar enfrentados a una pandilla de sádicos adolescenes, ahora es una familia la que se meterá en la boca del lobo en No hables con extraños.
Todo arranca cuando Ben (Scott McNairy) y Louise (Mckenzie Davies), una pareja de estadounidenses afincados en Londres con una hija llamada Agnes, llegan a un hotel rural en la Toscana, cargando con una importante crisis vital y matrimonial. Allí se cruzan con los Dalton, otra familia de estadounidenses, conformada por Paddy (James McAvoy), Ciara (Aisling Franciosi) y el pequeño Ant, mucho más relajada y en armonía. Pronto florece la relación entre ambas familias, y Ben parece encontrar un ejemplo en la manera de encarar la vida que tiene Paddy para salvar su relación con Louise.
De manera que cuando Paddy y Ciara les invitan a pasar un fin de semana en su granja de una zona rural de Inglaterra, Ben convence a su mujer de aceptar la propuesta. Sin embargo, no todo resulta tan idílico en el hogar de los Dalton, que muestran una cara un poco estrafalaria en pequeños detalles: las sábanas sucias, la búsqueda de la incomodidad en conversaciones atrevidas, la intromisión en la educación de Agnes… La visita empieza a tornerse algo inquietante, aunque es Ant, aquejado de una extraña enfermedad que no le permite hablar, quien mostrará un comportamiento más extraño.
Watkins sabe mantener la tensión del relato, jugando con el punto de vista y dosificando la información a la que tiene acceso el espectador, que sabe que tarde o temprano empezará a correr la sangre. No en vano, estamos ante una producción de Blumhouse.
Además, McAvoy, al que ya hemos visto en un registro sádico en películas como Múltiple (2016) o Glass (2019), es en el filme una fuerza de la naturaleza al que percibimos siempre a punto de explotar, con esa fisicidad y gestualidad tan enervantes y propias del actor.
Sin embargo, el filme se ve lastrado por un clímax de home invasion a lo Solo en casa bastante rutinario y también por lo difícil que es creer el papel que juega en la trama el dócil Ant, incapaz de revelar el secreto de los Dalton a los cándidos protagonistas.
No es un filme memorable, pero al menos 109 minutos ofrecen la suficiente diversión, además de una mirada crítica a la sociedad de la imagen y el consumo desaforado en la que estamos inmersos.