Carmen Maura en '¿Qué he hecho yo para merecer esto?'. Diseño: Rubén Vique.

Carmen Maura en '¿Qué he hecho yo para merecer esto?'. Diseño: Rubén Vique.

Cine

40 años de '¿Qué he hecho yo para merecer esto?: emancipación femenina y anfetaminas en la farmacia

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"Violenta, sexy y oscura como el alquitrán", así describió Pedro Almodovar Los sobornados de Fritz Lang, "la más noir de las películas noir" y fuente de inspiración confesa para otra de sus películas más crudas: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984). Protagonizada por una de sus exmusas, Carmen Maura, el filme retrata la vida de una ama de casa con una familia disfuncional que sobrevive a duras penas.

Gloria, limpiadora, convive con un marido que ejerce de taxista a tiempo parcial y de cromañón a tiempo completo, un hijo chapero, otro falsificador y camello, una suegra delirante (Chus Lampreave, como siempre, maravillosa) y una risueña y atenta vecina (la Verónica Forqué más divertida), que se gana la vida como prostituta.

Todos viven en las Colmenas, los míticos bloques de hormigón que custodian el Barrio de la Concepción de Madrid, y que en los últimos años ha vuelto a ser el plató de videoclips y spots publicitarios políticos. 

Diseñados por José Banús, estos edificios residenciales fueron construidos en 1950 para realojar a los vecinos del poblado chabolista de La Ventilla, pero acabaron albergando tanto a familias de clase obrera como a muchas de las amantes de altos cargos de la policía y el ejército. En total, 22.000 mil personas apelotonadas en 8.000 bloques de solo 60 metros cuadrados. Un reflejo del chabolismo vertical, imperante en un momento de alto crecimiento de la ciudad. 

En el filme, el roce entre los miembros de la familia y sus vecinos es pegajoso e incómodo. Siempre muy juntos, chocándose. "Vivimos como gitanos", espeta Maura en un momento. Una vivienda "pequeña y rara", a la que que Almodóvar presenta como una ratonera asfixiante, de la que Gloria no puede escapar.

Su cámara se detiene en mostrar las minúsculas estancias de la casa —ni siquiera entran dos personas cómodamente en el baño, como se puede ver en varias escenas donde la abuela peina a los nietos—, reflejando el estilo de vida de muchos de los barrios madrileños en los ochenta.

Almodóvar presta atención a todos los detalles, porque como explica el antropólogo y periodista Iñaki Domínguez en Macarras interseculares (2020), en ese momento gran parte de Las Colmenas eran alquiladas o compradas por estadounidenses de la base de Torrejón, de ahí que las barras americanas fuesen habituales en estos hogares. En concreto, en los pisos que estos militares yanquis ponían a sus queridas, algo que se ve claramente en la casa de Cristal, la vecina prostituta de Gloria. 

Descampados, burros paseando por la Avenida Donostiarra y el rugido constante de la M30 de fondo. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? refleja la querencia de Almodóvar por el neorrealismo italiano, género que exploraría más explícitamente décadas después en filmes como Volver (2006). "La Raimunda de Penélope es prima hermana de la Gloria de Carmen Maura", aseguró el propio director en una entrevista en 2006.

No solo porque ambas acaban perpetrando un crimen —aunque los destinos de los maridos son diferentes en ambas películas, la figura masculina funciona como un catalizador de las tensiones internas de ambas—sino porque las dos son matriarcas fuertes, que deben enfrentarse diariamente a un ambiente doméstico abusivo y laboralmente precario. 

En el caso de Gloria, intenta emanciparse en una España que va consolidando su recién estrenada democracia, pero sobre la que todavía se cierne la sombra patriarcal y machista del franquismo. 

Para sobrellevar su día a día, casi sin querer, Gloria se convierte en drogadicta. Así se refiere a ella la farmaceútica cuando esta le pide que le de algo "para calmar los nervios". Durante los últimos años del régimen y hasta los años 80 era muy habitual que las farmacias españolas ofrecieran una amplia variedad de anfetaminas sin receta. 

Medicamentos a base de anfetaminas como los ansiados Minilips de Gloria, pero también la Centramina, la Dexedrina o el Maxibamato, en ese momento consideradas en el extranjero como "la droga española".

Se compraban para aumentar el rendimiento deportivo, mejorar la concentración o levantar el ánimo, convirtiendo en adictos a casi la mitad de la población española que necesitaba un chute de energía. "¿Y qué normas hay cuando una tiene que trabajar todo el día y no puede con su alma?", le reprocha Gloria a la antipática farmacéutica que le niega la compra. Almodóvar pensó en Alaska para el papel de la boticaria, pero encontró una tan auténtica que no le hizo falta. 

El filme, uno de los primeros proyectos del cineasta manchego, es considerada una obra menor en comparación con Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o La ley del deseo (1987), ambas protagonizadas también por Maura. Sin embargo, en los últimos años se ha erigido como una de esas joyas infravaloradas del artista. 

Incluso el crítico de cine Carlos Boyero llegó a decir sobre el filme: "Me costó admitir ante la magnífica ¿Qué he hecho yo para merecer esto? que este hombre estaba dotado de un notable talento expresivo, una pasmosa facilidad para introducir el surrealismo en personajes y situaciones cotidianas, para reproducir con tanta gracia como desgarro la realidad, para plasmar el argot de la calle y el ritmo de la vida, para crear una tipología de seres humanos y de historias tragicómicas con el sello de su universo".