Carlos Marqués-Marcet: "Si hablásemos con más naturalidad del suicido asistido se evitarían muertes"
- En 'Polvo serán', el cineasta recurre al musical para explorar los aspectos más inescrutables de nuestra relación con la muerte, con Ángela Molina y Alfredo Castro.
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Carlos Marqués-Marcet (Barcelona, 1983) explora en su nuevo filme el que está siendo el gran tema del año en el cine: la muerte digna. Tras los delicados trabajos de Almodóvar (La habitación de al lado), Costa-Gavras (El último suspiro) y Pilar Palomero (Los destellos), el director de 10.000 Km (2014) ofrece el acercamiento más original y atrevido al final de la vida, en una película heterodoxa que quita hierro al drama y que recurre al músical para profundizar en las emociones más íntimas e inexplicables, con la música de Maria Arnal y las coreografías de la compañía La Veronal.
Polvo serán, galardonada con la Espiga de Plata en la última Seminci, cuenta la historia de Claudia (magnífica Ángela Molina), una veterana actriz que, tras ser diagnosticada con una enfermedad terminal, decide emprender su último viaje a Suiza, donde acabará con su vida gracias a la ayuda de una asociación de suicidio asistido. La decisión de su marido Flavio (Alfredo Castro) de acompañarla en este viaje sin retorno, a pesar de no sufrir ninguna dolencia, supondrá un enfrentamiento con Violeta (Mònica Almirall), la hija de ambos.
Pregunta. ¿Cuál fue el chispazo inicial de Polvo serán?
Respuesta. Después de abordar el inicio de la vida en Los días que vendrán (2019), tenía ganas de explorar la muerte, que es un tema que siempre me ha obsesionado. La oportunidad apareció cuando una pareja mayor de amigos me explicó que, si alguno de los dos enfermaba, querían abandonar juntos la vida. Me explotó la cabeza. Como ella era actriz, les propuse explorar el tema en un taller.
»Ensayamos durante un mes, haciendo improvisaciones, jugando, viendo documentales sobre muerte asistida… Después, empecé a escribir el guion con Clara Roquet, con ellos como protagonistas, jugando con la metaficción, pero cuando estábamos listos para rodar tuvieron que abandonar por problemas de salud. Estuvimos a punto de cancelar el proyecto, pero los productores me convencieron para hacer otra película a partir de los mismos materiales.
P. ¿Cómo surgió la idea del musical?
R. En esos documentales sobre muerte asistida siempre aparecía alguien bailando o poniendo música para despedirse del mundo. Si lo piensas, la relación entre la música y la muerte siempre ha sido muy estrecha en todas las culturas. Tirando de ese hilo, llegué a la conclusión de que el musical podía ayudarme a abordar un tema tan abstracto e inefable.
P. ¿Cómo fue todo el desarrollo conceptual de los números musicales?
R. Intentar emular las producciones de Hollywood de los 50 hubiese sido un quiero y no puedo, y más en la industria española. Por otro lado, a mí me gustan mucho los primeros musicales, desde El cantor de jazz, en 1927, hasta el año 35. Es muy interesante porque se lo tuvieron que inventar y para ello recurrieron a Broadway. Yo he intentado hacer lo mismo, pero mirando a las artes escénicas de ahora, con las que tengo desde hace unos años una relación muy fuerte.
P. Ha colaborado con la compañía de danza La Veronal. ¿Cómo ha sido el trabajo?
R. Los números tenían que ilustrar la relación de Claudia con el cuerpo, con el entorno y con la imagen que tiene de la muerte. Pero no se trataba de una mirada irónica, como en la maravillosa Fuego fatuo (Joao Pedro Rodrigues, 2022), o simplemente de entrar en su cabeza, como en Bailar en la oscuridad (Lars von Trier, 2000).
»Lo que yo quería es que el personaje saliera afuera. A partir de ahí, empecé a hablar con Marcos Morau, director de La Veronal, que es un genio. Montó las coreografías en 12 días, algo que a mí me parecía imposible. Después, se trataba de hacer justicia a su trabajo. En directo te ponen la piel de gallina, pero es algo que no siempre se transmite en sus vídeos grabados.
P. ¿Cómo creó la música con Maria Arnal?
R. Queríamos algo contemporáneo y, al mismo tiempo, ancestral. A partir de los trabajos precedentes de Maria, apostamos por que su voz fuese el elemento principal, pero tocada como un instrumento, y añadimos la percusión. La voz y la percusión son los elementos primigenios de la música.
P. ¿Por qué cree que se han estrenado varias películas sobre el tema de la muerte en 2024?
R. Apuntaría a la pandemia, aunque nosotros empezamos el proyecto antes. La pandemia nos puso la muerte enfrente y creo que desde entonces tenemos la necesidad de hablar del tema, aunque sigue siendo el mayor tabú del siglo XXI. En eso ha sustituido al sexo.
“Ángela Molina es un mundo aparte, te obliga a desaprender todo lo que sabías sobre la actuación. Tiene esa magia”
P. ¿Cuál era su objetivo con esta película?
R. No quería hacer un alegato en favor del suicidio asistido. Realmente, no trato de ofrecer una solución en la película, pero si hablásemos con mas naturalidad del asunto, si podemos discutirlo, creo que se evitarían muchas muertes.
P. Háblenos del reparto. ¿Cómo ha sido trabajar con Ángela Molina y Alfredo Castro?
R. Ángela es un mundo aparte, te obliga a desaprender todo lo que sabías sobre la actuación. Ella va por otro lado, nunca sabes bien lo que va a hacer, pero seguro que será interesante, por eso hay que estar muy atento. Tiene esa magia. Alfredo, por su parte, es todo tierra, una máquina, siempre verdad. Juega a todo lo que quieras, pero nunca falla. Son completamente opuestos. Si Ángela es la pesadilla de la continuidad, Alfredo te cuadra milimétricamente el raccord. Pero era una conjunción muy bonita.