Tim Robbins en 'Silo'. Foto: Apple TV.

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Tim Robbins: "Siempre me ha fascinado el ingenio de algunos políticos para justificar sus actos ilegales"

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Hace 38 años, Tim Robbins (West Covina, California, 1958) estrenaba en Saturday Night Live un corto sobre la gentrificación de su barrio protagonizado por un cantante folk llamado Bob Roberts. Seis años después, el actor, productor y director retomaba al personaje para su ópera prima, un falso documental sobre el ascenso de un político ultraconservador.

Ciudadano Bob Roberts (1992) se ha revelado con el tiempo como una sátira premonitoria de las malas praxis imperantes en las campañas electorales. Los símiles con las marrullerías actuales llegaban a su culmen este pasado verano. En la película, aquel candidato maquiavélico y populista, racista y homófobo, fingía ser objeto de un intento de asesinato. Un video viral de aquella secuencia alimentó no pocas teorías de la conspiración en julio cuando el hoy presidente Donald Trump sufrió un intento de magnicidio.

Robbins se revolvió entonces frente a las comparaciones y compartió en redes su malestar: "Puede que no sean seres humanos con los que estés de acuerdo políticamente, pero qué vergüenza, amigos. Dejad de lado vuestro odio ciego. Son compatriotas estadounidenses. Esta inquina colectiva está matando nuestras almas y consumiendo lo que queda de nuestra humanidad".

La carrera del oscarizado intérprete siempre ha estado marcada por el compromiso político. Este próximo viernes, 15 de noviembre, estrena la segunda parte de la serie Silo en Apple TV +, donde su personaje, el alcalde de una comunidad que habita bajo tierra en un vasto depósito, se sirve, como Bob Roberts, de las mentiras para sacar provecho de los temores de la población. Robbins reincide en alertar a la audiencia del riesgo de manipulación, primero a través de la parodia y ahora de la distopía.

Pregunta. Su personaje, Bernard, hasta ahora jefe de informática, se convierte en esta temporada en el alcalde de una ciudadanía que ha sobrevivido a una hecatombe. ¿Se ha inspirado en líderes políticos del presente o del pasado para darle vida?

Respuesta. No me inspiré en líderes políticos concretos, pero sí en el contexto en el que algunas de estas personas se mueven: este clima en el que justifican sus acciones por un supuesto bien común. Las personas que toman esta clase de decisiones éticamente discutibles esgrimen la idea de que eliminan una amenaza de manera irregular para beneficiar a la población general. Siempre me han fascinado los razonamientos que ingenian para justificar sus actos ilegales. Personalmente critico esta forma de disculparlos.

P. Bernard resulta muy ambiguo. Usted mismo declaraba en la anterior temporada las dudas que le despertaban sus motivaciones. ¿Ha llegado a alguna conclusión después de esta nueva tanda de episodios?

R. Sus planes son salvar el silo. Su trabajo consiste en asegurar la supervivencia de 10.000 personas. De modo que ahora me cuestiono si realmente es el villano de la historia.

P. Sin embargo, en nombre de ese bien común del que hablaba compromete la libertad y mantiene engañadas a miles de personas.

R. Los guionistas están pelando las capas de un relato complejo para que podamos ir comprendiendo diferentes aspectos de los personajes en diferentes momentos de la trama. Así que Bernard parece ser malévolo al principio, pero a medida que la temporada avanza llegas a comprenderlo.

P. ¿Cree que el impacto de esta adaptación de la saga literaria de Hugh Howey hubiera sido diferente de no haber sufrido los efectos de una pandemia?

R. Silo es una metáfora muy potente de la vida que hemos estado experimentando en los últimos cuatro o cinco años. La idea de la censura, del control de la información, de la limitación de movimientos y del libre albedrío por el bien común... Están en lo cierto, es inevitable trazar paralelismos. Te voy a ser franco, cuando leí por primera vez el guion, me entusiasmó que estuvieran sacando adelante un proyecto así. ¡Guau! Estaban contando una historia sobre el presente. Creo que merece mucho la pena verla.

P. ¿Cuál es el simbolismo de la literatura en esta temporada? Tanto El mago de Oz como el libro de El pacto, que funciona como la Biblia, están muy presentes.

R. En mi opinión, El mago de Oz adquiere un significado diferente a medida que evoluciona la historia, y también bajo mi parecer, vamos a quedar impactados cuando descubramos quién escribió El Pacto. No estoy destripando nada, sino que estoy avisando de que he llegado a conclusiones y si se cumple lo que intuyo se trata de una idea perfecta.

P. La serie parece por momentos una alegoría del mito de la caverna de Platón. ¿Cree que cualquier tragedia o reflexión filosófica bebe de la Grecia antigua?

R. Los griegos escribieron y pensaron sobre todo antes que nadie (risas). Allí es donde nació la idea de la experiencia común de una audiencia. Todo arrancó con la preocupación de que la ciudadanía ateniense necesitaba lidiar con asuntos que iban desde el trauma reciente de una plaga o de una guerra en la que mucha gente había muerto.

»Los griegos comprendieron que esa catarsis compartida era necesaria para el funcionamiento de la sociedad, que tenían que ver historias que reflejaran sus vidas. Ahí está la génesis del teatro occidental. Es una tradición a la que he aspirado tanto en mi trabajo escénico como cinematográfico. El arte ha de tener una relevancia en el presente.

P. También tenían a Aristofánes. 

R. Exacto, Arisófanes escribió unas comedias divertidísimas que también plasmaban el malestar que se vivía entonces.

P. De hecho, usted recurrió a la parodia para alertar sobre las derivas fascistas en la política en su debut tras la cámara, Ciudadano Bob Roberts. ¿Teme que esta distopía también se haga realidad?

R. La ficción distópica, por lo general, siempre me ha parecido una advertencia, un cuento con la moraleja de mostrarnos hacia dónde puede evolucionar nuestra sociedad y preguntarnos si es la senda que queremos seguir. Silo te despierta preguntas sobre qué puedes hacer para evitar ese rumbo al que parecemos encaminados.

»Creo que es un género muy potente, una forma artística de contar historias que plantean asuntos como las consecuencias de permitir una influencia indebida en las políticas públicas por parte de personas que ganan enormes cantidades de dinero con los conflictos bélicos. Si esta dinámica prosigue, terminaremos abocados a una guerra. Y en la era moderna es muy fácil que la contienda se acelere y tome visos de destrucción que nos lleven a un escenario postapocalíptico como el de Silo.